Pensamiento

Transversalidad o izquierda frente al nacionalismo

9 mayo, 2014 08:52

Para la izquierda política el ciudadano, igual, libre y fraterno, es el sujeto político de su devenir histórico. Para los herederos de la Revolución Francesa apenas hay espacio moral para valores o principios comunitaristas o identitarios que sustraigan el protagonismo al ser humano individual y consideren como sujeto político supuestas entidades construidas sobre criterios étnicos, lingüísticos o religiosos. No admite coartadas para el privilegio. Desde esta perspectiva, no cabe sino felicitar a la novísima asociación Sociedad Civil Catalana (SCC) cuando en su manifiesto de constitución proclama que “Cataluña no está oprimida” y que “¡La independencia ni la queremos, ni nos conviene!”.

SCC advierte del peligro del populismo identitario en el que se ha embarcado el nacionalismo y de los enormes costes económicos que ese proceso puede acarrear. Pero adolece de superficialidad al no precisar que son las clases trabajadoras de toda España las que más pagarían y sufrirían el desastre

Dicho manifiesto, sin embargo, no es ajeno a tales vicios ni tampoco a los del peor de los capitalismos, por lo que deja fuera a nuestra izquierda. En él se echa de menos una crítica a la crisis estructural, tanto económica como política y social, que sufrimos en Cataluña y en toda España. Máxime siendo esta triple crisis el pretexto egoísta que ha enarbolado el nacionalismo en su exacerbación.

SCC advierte del peligro del populismo identitario en el que se ha embarcado el nacionalismo y de los enormes costes económicos que ese proceso puede acarrear. Pero adolece de superficialidad al no precisar que son las clases trabajadoras de toda España, incluida evidentemente Cataluña, las que más pagarían y sufrirían el desastre. Hay trabajadores, aquí en Cataluña, que se han tragado que con la secesión lloverá maná del cielo y vivirán en una “arcadia feliz” mientras, en la España segregada, sus iguales, sus ahora compatriotas obreros, seguirán padeciendo la maldad de una burguesía retrógrada. Es esta una visión falsa que los vendedores de la secesión les han puesto ante los ojos cual suave paño de seda. Mas este engaño no atenúa ni un ápice la traición a la clase obrera que tales actitudes implican y la ceguera por no ver que los logros históricos del movimiento obrero son fruto del internacionalismo.

Hay una culpa individual egoísta y antifraternal de quienes se dejan arrastrar por esos cantos de sirena; y otra colectiva de los partidos y sindicatos que, autodenominándose “de izquierdas”, con su miopía estratégica se convierten en caja de resonancia de esa burguesía que pretendidamente combaten, correspondiendo mayormente a sus dirigentes dicha responsabilidad.

Es evidente que una parte de la burguesía catalana no es nacionalista porque España es el gran mercado de sus productos. Sin embargo, hasta hoy, ni siquiera el PP y C’s juntos han logrado una mayoría social que respalde sus planteamientos en Cataluña. Lograrlo en una sociedad tan despolitizada como la nuestra requiere de un planteamiento transversal. Es por ello que Sociedad Civil Catalana se presenta como tal, incluyendo, junto a empresarios y abogados, a exponentes del mundo académico catalán y representantes históricos de la lucha contra el nacionalismo en posiciones que comprenden desde la derecha hasta el socialismo moderado. Aun respetando, muy sinceramente, esta opción y a sus promotores y seguidores, no cabe evitar la crítica a un alineamiento pretendidamente “transversal” que soslaya el creciente conflicto interclasista y a un frentismo identitario en el que tan cómodo está el nacional-secesionismo.

No es posible pasar por alto, aunque suavizados, tópicos tan característicos del nacionalismo catalán como un canto a las esencias “pactistas” de la burguesía catalana, ni múltiples referencias del marco de pensamiento conservador, como el ensalzamiento de una sociedad competitiva y sin conflictos, ignorando que el conflicto de clase va en aumento, lo que sugiere un deseo de evitar que este se manifieste y organice. En la misma dirección está su reclamación de que Cataluña sea la locomotora de España, dando pie a una concentración de la riqueza por mor de una virtual (y discutible) eficiencia económica. La única referencia a la igualdad aparece de manera diluida y tangencial al invocar un supuesto talante “solidario” de los catalanes (más esencialismo idealista), y en modo alguno a la necesidad de poner la justicia social y el reequilibrio económico territorial como horizonte del conjunto del país. Argumentos propios de las derechas que Fomento del Trabajo Nacional, la antigua Lliga Regionalista, e incluso la actual Unió Democrática, suscribirían a pies juntillas.

La ANC se arroga la representación de toda Cataluña y borra cualquier conciencia de conflicto social en su seno. SCC intenta representar un frente no secesionista monolítico, pero su transversalidad justifica y retroalimenta a su contrario

Proclama el manifiesto, asimismo, que Cataluña puede estar “orgullosa de su historia y de sus tradiciones”. Será de algunas más que otras, y según el punto de vista. La izquierda no puede enorgullecerse del régimen feudal y el militarismo medievales, del genocidio de Mallorca, del tráfico y explotación colonial de esclavos, de la colonización de Marruecos, ni del pistolerismo y apoyo a la dictadura de la patronal de los años 20, ni de los vítores de la burguesía barcelonesa a la entrada de las tropas de Franco, por mencionar algunas épocas y acontecimientos. En cualquier caso, la satisfacción por algunos logros históricos y tradiciones no justifica privilegios ni la menor de las concesiones políticas y jurídicas, como los tan traídos y sedicentes "derechos históricos". Lo más preocupante de todo es la llamada al diálogo de SCC: ¿qué es lo que hay que dialogar? ¿o negociar?

A la izquierda sólo le cabe una posición política frente al nacionalismo, lejos del argumentario de las identidades, que centre su proyecto en la lucha por la igualdad de los ciudadanos. Esto implica una democracia política, social y económica, en la cual no caben privilegios en nombre de la propiedad ni de pretendidos derechos hereditarios. El trabajo no es una mercancía sino un bien social. La riqueza ha de estar al servicio de la sociedad y no puede permitirse su acumulación y apropiación, de generación en generación, por castas, clanes o tribus. El Estado debe ser el garante de la redistribución de la riqueza y del trabajo. El nacionalismo, invento del XIX para asegurar y controlar mercados, hoy es otro instrumento más en el proceso de globalización y dominación de las grandes corporaciones multinacionales, y en este marco ciertas castas locales pretenden perpetuarse invocando reinventadas identidades atávicas.

En un nuevo fraude, la ANC se arroga la representación de toda Cataluña, niega la existencia y los derechos de quienes no comulgamos con su proyecto, y borra cualquier conciencia de conflicto social en su seno. No hay más que ver los posicionamientos cada día más claros de los colíderes de ICV y el conflicto interno, resuelto a favor de las tesis secesionistas por su cúpula, en EUiA. En un juego de espejos, SCC intenta representar un frente no secesionista monolítico, pero su transversalidad justifica y retroalimenta a su contrario ANC.

Mientras tanto algunos seguiremos trabajando para que en España y, por tanto, y más si cabe, en Cataluña exista una izquierda coherente y organizada, en los partidos actuales o en otros nuevos si son incapaces de superar sus complejos de culpa impropia frente al nacionalismo, en los que la lucha por la igualdad elimine definitivamente de su ADN la falacia del “derecho a la autodeterminación de Cataluña”, y la mascarada del “derecho a decidir”.