... Me preguntan una y otra vez en Madrid, que a pesar de la leyenda y las apariencias está plagado de gente bastante ingenua. Hasta los que oficialmente se supone que nos odian, bueno, vamos a dejarlo en que no nos tragan (a los catalanes) se han quedado sinceramente pasmados con esto que le ha pasado a Pere Navarro. No con lo de que medio PSC se le eche al monte sino con lo de verse en el punto de mira y avance de esta señora de Tarrasa, quién sabe si militante de jovencita en Terra Lliure, y ahora directamente en las Tortugas Ninja. Esta intrépida vengadora de mesa camilla que va y encuentra normal arrearle a Pere Navarro una hostia sin consagrar en plena comunión. Qué desolación de cutrez. En otros sitios hasta las agresiones tienen más estética, más categoría.
Volviendo a Cataluña, a mí lo que me parece de juzgado de guardia es que: a) haya quien no se ha querido enterar de lo que pasa hasta que le han tocado la cresta a Pere Navarro, b) haya quien no se quiera enterar ni ahora
Pero estábamos en que en Madrid están como que impresionados (más que mucha gente en Cataluña, manda huevos, quins ous...) por este súbito enrarecimiento del tan cacareado oasis catalán. Hasta ellos se habían creído que nosotros éramos mejores. Como que más finos y más civilizados y tal.
Entonces la gran pregunta es si esto de Pere Navarro es una anécdota sacada de madre por el interesado, o es la punta del iceberg, o qué.
Bueno, es verdad que en todas partes cuecen habas y hay gente que le gusta que así sea. Hubo un tiempo en Madrid en que en determinados círculos parecía que no eras nadie si no te habían puesto escolta contra ETA. Hubo quien se empleó a fondo para conseguirla, dando un coñazo inhumano a sus amigos en el ministerio del Interior. Esto era motivo de confidencial recochineo. Dicho lo cual: pocas veces se dejó de ponerles la tal escolta, porque mira que si precisamente a aquel que había hecho tanto el payaso para conseguirla le tocaba...
Volviendo a Cataluña, a mí lo que me parece de juzgado de guardia es que: a) haya quien no se ha querido enterar de lo que pasa hasta que le han tocado la cresta a Pere Navarro, b) haya quien no se quiera enterar ni ahora.
A ver, a mí, que no tengo el gusto de dirigir el PSC o de ser el líder de Ciudadanos (Albert Rivera recibió en su casa una foto suya simuladamente ensangrentada junto a una bala de verdad) me escriben en las redes lindezas como puta, hija de puta, traidora a tu patria, y hay quien me cuenta con todo lujo de detalles el asco que le doy. Hay quien se ha molestado en tuitear que le daba vergüenza haber estudiado en el mismo instituto que yo. Hay quien me pregunta cuánto me pagan por vender a mi país (cualquier día me harto, enseño la declaración de la renta y la comparamos con la de cualquier comunicador a sueldo de la ANC o del CAC; a mí mi evolución ideológica, señores, me ha dado a perder dinero, no a ganarlo...).
Ya sé que odian que les comparemos con los nazis. Pero, ya puestos, ¿han visto la película Nuremberg, con Spencer Tracy en el papel del juez americano de una serie de jueces alemanes acusados de connivencia con el Reich, entre los que destaca un contrito y arrepentidísimo Burt Lancaster? Burt Lancaster encarna a un magistrado que se plegó a pequeños abusos iniciales contra la ley sin imaginarse las grandes barbaridades que seguirían. Cuando trata de obtener comprensión y de diferenciarse de los grandes e imperturbables criminales que comparten banquillo con él, se encuentra con esta atinada réplica de Spencer Tracy: "Le creo, pero esas grandes barbaridades empezaron la primera vez que usted dictó una sentencia injusta a sabiendas". Por insignificante que fuese.