Permítanme, aunque solo sea por una vez, jugar a conceder premios naranja-limón, blanco-negro, positivo-negativo.
Alguien dijo y dejó escrito que el nacionalismo es una fe, una religión. Alerta, pues; las religiones crean santos, mártires y también tribunales de la Inquisición
Negro limón negativo para la mega tertuliana Pilar Rahola. La show woman articulista, tras machacar continuamente al personal a golpes de columna con el tema de la banalización del nazismo, nos ha obsequiado con otra banalización: la del falangismo vestidito de azul. Pilar Rahola ha descrito a Ciutadans, Partido de la Ciudadanía, como una formación política neofalangista. Error, craso error viniendo de una persona que ha devorado micrófonos y vertido ríos de tinta alrededor de la inconveniencia de estos calificativos peyorativos. Pilar escribe bien y ha estudiado filología; sabe que 'neo' es un término de origen griego, una partícula inseparable que se usa como prefijo para indicar novedad. Anatemizar con la palabreja neofalangismo, a estas alturas de la función, no me parece acertado.
No comulgo con las ideas de Albert Rivera ni de Jordi Cañas pero les conozco bien -hemos compartido escaño en el Parlamento autonómico- y puedo dar fe que su ideario no es fascistizante ni nacionalsindicalista. Su quehacer como diputados autonómicos ha estado impregnado siempre por una dinámica ajena a esos convencionalismos que algunos llaman cortesía parlamentaria. Su estilo opositor ha sido, y es, directo. Ciudadanos, y la CUP con sus camisetas, han roto en más de una ocasión la aburguesada monotonía de la Cámara autonómica. Cierto, pero de ahí al neo falangismo hay un buen trecho. Jordi Cañas ha dejado el escaño a la espera de que su imputación quede en agua de borrajas. Más de uno le va a echar de menos aunque Rahola, sarcástica, nos explique que añorará la ‘elegancia’ del diputado dimisionario. El verbo incisivo y directo de Ciudadanos ha colisionado, por ejemplo, con la ironía cínica e hipócrita que gasta Francesc Homs en ruedas de prensa y en las réplicas parlamentarias. Ya ven, acidez política y verbal toda la que quieran, pero de camisas azules años treinta, nada. Premio limón para Pilar.
Blanco naranja positivo para el articulista Joaquim Coll. Cuando este joven historiador sostiene que no hay mayor contradicción en el mundo que ser, a la vez, de izquierdas y nacionalista independentista, uno respira. Por fin alguien es capaz de reeditar y poner en valor –aunque sea tangencialmente- el criterio y las advertencias de pensadores políticos ubicados en el internacionalismo. Sí, aquellos que nos alertaban y prevenían de los males intrínsecos al nacionalismo. Oyendo a Joaquim Coll pensé automáticamente en la radicalidad de un Gustav Hervè cuando escribió La patria de los ricos. Aquel activista social y pensador ya nos advirtió sobre los efectos perniciosos para el proletariado del militarismo y la ideología nacionalista. Leyendo alguno de los artículos de Joaquim Coll en El Periódico he hallado trazas, ideas, de Jean Jaurès. Sí, de aquel ilustre socialista francés que ante la ola chauvinista que se cernía sobre el país galo predicaba el internacionalismo pacifista. Jaurés defendió a Dreyfus en Francia mientras proponía la enseñanza del bretón, el occitano y el eusquera en las escuelas. Sostenía la tesis que solo hay una humanidad. Fue asesinado por ello en julio de 1914. Premio naranja dulce para Coll.
Alguien dijo y dejó escrito que el nacionalismo es una fe, una religión. Alerta, pues; las religiones crean santos, mártires y también tribunales de la Inquisición.