Decía Thomas Jefferson que "una opinión equivocada puede ser tolerada donde la razón es libre de combatirla". Efectivamente. La democracia no deja de ser subjetividad o parcialidad legitimada por las urnas. Como afirma Daniel Innerarity, "es tolerante quien está seguro de no representar a la totalidad ni tener el monopolio de las buenas intenciones, quien no excluye al discrepante como 'irracional', aunque lo considere profundamente equivocado. Los enfrentamientos ideológicos o identitarios no suponen necesariamente un peligro para la democracia, peligros que más bien proceden de la falta de discusión, la presión unanimista, la imposición de lo políticamente correcto o de hacer pasar lo particular por el punto de vista universal al que todos deberían plegarse'.
Para Gener, compartir la nacionalidad catalana era cuestión de sentimiento e ideología. Si no bebías de las aguas nacionalistas no eras catalán
Desgraciadamente, esta última afirmación se está haciendo preocupantemente real en Cataluña, donde los nacional-separatistas han conseguido convencer a sus fieles de que su particular opinión es ya un "imperativo categórico" de obligado cumplimiento por todos los ciudadanos. ¿Opinión, o hecho? Veámoslo…
En 1887, Pompeu Gener consideraba la nacionalidad como una "unidad psicológica con una psicología propia, con una misma estética, es decir, con una manera de pensar y sentir diferente de las demás unidades análogas". Para Gener, compartir la nacionalidad catalana era cuestión de sentimiento e ideología. Si no bebías de las aguas nacionalistas no eras catalán.
En 1976, en el transcurso de una conferencia en la Fundación Bofill, Jordi Pujol expuso su concepto de catalán. Utilizó para ello la definición que había formulado en "Per una doctrina de la immigració" en el año 1958. Pero tal y como explica Francisco Caja en su libro La Raza catalana, presionado por una intervención de Heribert Barrera en el coloquio, admitió que había que actualizarla, por lo que la reformuló así: "Catalán es todo aquel que vive y trabaja en Cataluña y lo quiere ser".
Obviamente, esa voluntad de ser catalán, prolijamente perfilada en sus escritos, pasaba por identificarse con su manera de entender Cataluña. Nada que no hubiera esbozado uno de sus referentes, el padre Armengou, ni que haya ratificado con su reciente alborozo por la integración en sus filas de una parte de los "chonis" residentes en el principado.
El 26 de mayo de 2013, Carme Forcadell, presidenta de la ANC, intoxicada con rancios argumentos que convierten en moderados los planteamientos de Renán o Spencer, exponía su deprimente concepción sobre el derecho de ciudadanía en Cataluña. Un derecho censitario, que sólo debe concederse a los asimilados ideológicamente:
"Nuestro adversario es el Estado español, lo hemos de tener muy claro. Y los partidos españoles que hay en Cataluña, como el Partido Popular y Ciudadanos, que no se tendría que llamar Partido Popular de Cataluña sino Partido Popular en Cataluña. Por tanto, estos son nuestros adversarios. El resto somos el pueblo catalán".
O dicho de otro modo: aquellos que tienen una manera distinta a la suya de entender Cataluña, no son catalanes, son enemigos de Cataluña. Saturno-Pujol era devorado por su hija de ERC.
El 26 de febrero de 2014, el que escribe estas líneas mantuvo una conversación con el cómico Toni Albà en twitter, parte de la cual reproduzco traducida al español:
Toni Albà: Lo que te molesta es que los catalanes queramos existir.
El autor: Vuelves al tópico: no es catalán quien no piensa como yo. ¿Cómo no querría existir yo mismo?
Toni Albà: No es catalán quien no quiere serlo.
El autor: No hay una única manera de ser catalán y sentir Cataluña. Eso es muy facha, Toni. Me recuerda "la oprobiosa".
Toni Albà: Es catalán aquel que quiere serlo. No te inventes cosas.
El autor: Es catalán quien lo es. No sólo quien opta por la independencia. Eso es lo que afirmo. ¿"Botiflers", cipayos, colonos?
Toni Albà: ¡Error! Ser catalán es una voluntad de ser. ¿Lo otro lo añades tú de cosecha propia?
Toni Albà: Por cierto, si te sientes catalán se entiende que quieras la independencia.
El autor: Acepto que todos queremos lo mejor para el país. Pero estoy cansado de concesiones de catalanidad a instancia de parte.
El autor: No. ¿Tanto cuesta entender que para ser catalán no podéis exigir opciones políticas concretas?
Toni Albà: No lo hago.
Las actitudes y planteamientos de los que hacen gala todos los personajes citados, comparten un planteamiento común: una visión excluyente, uniformizadora, totalitaria en suma, de lo que se entiende por ser catalán
Como podrá comprobar el lector, las actitudes y planteamientos de los que hacen gala todos los personajes citados, comparten un planteamiento común: una visión excluyente, uniformizadora, totalitaria en suma, de lo que se entiende por ser catalán.
Todo esto no es nuevo. El politólogo alemán Joachim Hirsch describe el inevitable proceso de exclusión a que el nacionalismo somete a todo disidente:
"El concepto de nación comprende siempre y necesariamente la opresión de minorías y disidentes. Nación y nacionalismo están por lo tanto siempre vinculados a dominación y exclusión, a la homogeneización coercitiva y la opresión. Debido a que el concepto de nación por principio está ligado a la exclusión y delimitación frente a todo lo foráneo, tanto dentro como fuera de las fronteras, incluye siempre también al racismo por lo menos como tendencia o sea, la discriminación y desvalorización de las personas rotuladas como diferentes o foráneos".
Frente a esta realidad, algunos osados podrían afirmar que tales planteamientos -¿PP catalán o PP en Cataluña?- no distan tanto de los plasmados en las leyes elaboradas por Hans Globke al diferenciar entre ciudadano (Reichsbürger) y "Miembro del Reich" (Reichsangehörige). No seré yo quien lo haga, pues tengo muy presentes las críticas que se aplican por banalizar la ideología que las sustentaba. Críticas que aprovecho estas líneas para proponer se hagan extensivas a las ideologías que fundamentan otras formas de dictadura aún vigentes actualmente. Pero parece evidente que las ideas que esconde la estelada cubana adolecen de una preocupante falta de tolerancia.
Reconozco que no es fácil practicar tolerancia. Por eso tiene más mérito practicarla cuando nos cuesta, cuando las actitudes del prójimo nos lo ponen difícil. Cuando trata sus opiniones como certezas con las que amasa prejuicios. Cuando olvida lo que nos une en una común condición, la de humanos, y se centra en lo que nos separa -real o imaginario-.
¿Por qué todas las actitudes descritas son en mi opinión tan intolerantes? Quizá la respuesta esté en un proverbio anónimo que define la tolerancia como "esa sensación molesta de que al final el otro pudiera tener razón".
Quizá no son tolerantes porque no pueden admitir la posibilidad de que tengamos razón.