Pensamiento
A por un presidente tan charnego como el de EEUU (II)
Y encima hipócritas. Hay hipercatalanes que pueden ser más falsos que un duro sevillano.
Yo que me había creído todo aquello de que catalán era quien vive y trabaja en Cataluña y quiere serlo…¡incluido aquel que tiene el capricho de ser español!
¿Se acuerda el amable lector del primer artículo a favor del mestizaje físico, pero sobre todo mental y moral, que publiqué aquí mismo hace cosa de una semana? Como ya les anticipé, este es un tema que levanta ampollas entre el indepetrollerío de pro. Por eso disfruto tanto comentándolo.
Verán, es que no hay nada como conocer de primera mano los vicios ajenos. Yo fumé durante veinte años. Soy exfumadora desde hace doce. Sé muy bien lo que pasa por la mente de un esclavo del tabaco. A mí no me engañan cuando dicen que se encierran en el baño para masturbarse.
Pues lo mismo con el nacionalismo kamikaze. Yo indepe jamás lo fui, pero bastante más catalanista que ahora (cuando asociaba catalanismo y virtud cívica...) pues sí. Por eso sé lo que se pensaba y se piensa. Porque a mí había peña que me decía en confiança cosas como:
“Tu creus que ens mereixem un president de la Generalitat nascut a Córdoba?”
“Mai no li perdonaré a en Carod la traïció de fer president de la Generalitat en Montilla!”
“Tu quantes criatures tens, nena?”
Este último era el entonces molt honorable Jordi Pujol, que en cuanto detectaba a una hembra catalana, catalanísima, y en edad fértil, con la mejor de sus sonrisas indagaba si el marido era catalán de pedra picada también. Caso de serlo sonreía todavía más ampliamente y sugería que hala, a tener tres hijos como mínimo... para contraatacar demográficamente. Lo tenía y te lo ponía claro, el tío.
En fin. Que qué me van a contar a mí. Yo que me había creído todo aquello de que catalán era quien vive y trabaja en Cataluña y quiere serlo... ¡Incluido aquel que tiene el capricho de ser español! Y que poco a poco, en viendo pequeñas miserias y miserias no tan pequeñas, me fui desilusionando. Y asustando. Poco a poco fui comprendiendo que lo de asociar catalanismo con virtud cívica, con ganas de ser mejor, había sido tan ingenuo por mi parte como creer que si besas a una rana, te va a salir un príncipe.
El Pijoaparte de hoy en día se tiene que hacer de la CUP. Tiene que portar la estelada en los calzoncillos. Y si le preguntan por su madre nacida pongamos que en Murcia, te tiene que poder soltar con naturalidad que "pues sí, mi madre es extranjera, qué pasa"
Es desolador haber crecido pensando que pertenecías a una raza de royals y despertarte un día en un charco rodeada de batracios.
Tanto hablar de autoodio catalán y tanto caer en el autoengaño. En no querer darte cuenta de que tú eres el primer y peor enemigo de tu propio pueblo. De la Cataluña real que dices amar tanto y a la que en realidad desmereces a cada paso. Haciéndola parecer mucho peor de lo que en realidad es. Mucho más abyecta.
En tiempos a los andaluces, extremeños, murcianos, etc, recién llegados a Cataluña buscando un futuro mejor se les ofrecía la catalanización como un ascensor social. Lo cuenta magistralmente Juan Marsé en novelas como Últimas tardes con Teresa, donde a Pijoaparte, el morenazo semental de fuera enamorado de una rubia pubilla burguesa le hace decir en un momento dado: "Me la vais a quitar antes de darme tiempo de ser un catalán como vosotros, cabrones".
Todo ello mientras la burguesía catalana verdaderamente, pero verdaderamente alta, hablaba castellano. Artur Mas fue Arturito de joven. Es que era y es divino.
Ahora la cosa empieza a llegar tan lejos que te encuentras gente apellidada Hernández o Fernández que se pone a firmar con la grafía absurdamente al revés (Hernàndez o Fernàndez) y es que ya no les basta con la inmersión lingüística y con el España nos roba. El Pijoaparte de hoy en día se tiene que hacer de la CUP. Tiene que portar la estelada en los calzoncillos. Y si le preguntan por su madre nacida pongamos que en Murcia, te tiene que poder soltar con naturalidad que "pues sí, mi madre es extranjera, qué pasa".
¿De qué más tendrán que renegar, para ser buenos catalanes?