Pensamiento

¿Quién es David y quién es Goliat?

20 marzo, 2014 06:32

"Y metiendo David su mano en la bolsa, tomó de allí una piedra, y la tiró con la honda, e hirió a Goliat en la frente; y la piedra quedó clavada en la frente, y cayó sobre su rostro en tierra". Así cuenta Samuel en la Sagrada Biblia la muerte del gigante Goliat a manos del valiente David. Precisamente cuando ya creía agotado el discurso bélico del "España nos roba", de "la España subsidiada", del "sólo es catalán el que habla en catalán" y del "no descarto una declaración unilateral de independencia", el president vuelve a desempolvar sus libros del altillo, y tras desgranar la Odisea de Homero y su utópica Ítaca, se atreve ahora con la Biblia. En realidad, tarde o temprano tocaba hablar de ella como ya apuntaba aquel cartel electoral mesiánico donde, con los brazos extendidos, anunciaba el abrazo de una mayoría que nunca llegó.

La Constitución no es la Biblia, no es sagrada ni divina, sino que es imperfecta como los hombres que la hicieron, por eso se redactó cuándo, quiénes, por qué y cómo podían desatarse las cuerdas. Es lo que tiene vivir en democracia que lo legítimo es lo legal

"Que recuerden los que dicen que no lo conseguiremos que David ganó a Goliat", decía el president Mas en un ataque de fervor. Pregunto: ¿Qué es lo que conseguirán? ¿Matar al Estado de Derecho como hizo David con su pedrada? ¿Apuntar su honda contra la Constitución para que también caiga a tierra como Goliat? ¿Exiliar a los catalanes que queremos seguir siendo españoles? Imagino que en su razonamiento sitúa, a lo que el nacionalismo catalán atribuye como: "España", "Gobierno" o incluso, "Madrid", como Goliat y a la Cataluña 'oprimida', 'asediada' y objeto de 'abuso fiscal' como el endeble David. Pero: ¿No era Cataluña el motor de España? ¿No era España una carga para el avance de Cataluña hacia el karma social? ¿No era España el pozo de corrupción, crisis y paro y, en cambio, Cataluña la tierra del buen salvaje? No me entero. En realidad, sospecho que lo que ocurre es que es difícil conciliar el discurso victimista con el de aires de grandeza, es ridículo querer ser a la vez oprimido y opresor, y es insultante jugar a ser un día Goliat y al otro David.

Pero las comparaciones no siempre son odiosas y la culpa no es de la historia, sino de quién la cuenta a sus anchas. Muchos nos sentimos estafados por el relato mitológico que enhebró en su día Mas de mano de la Ilíada. Un discurso que por cierto, no ha vuelto a recuperar, probablemente alguien que se la había leído hasta el final le contó al President que a Ítaca sólo llegó Ulises y con un soberbio retraso, por cierto. Pues con la misma historia, escuchaba el pasado viernes al catedrático de derecho constitucional, Francesc de Carreras, comparar, esta vez, el relato mitológico con la Constitución española. Recordarán los lectores que Ulises pidió a sus marineros que le atasen al mástil de su barco para no sucumbir a los seductores cantos de sirena. Pues bien, con una brillantez narrativa, de Carreras contaba que la Constitución también fue amarrada por los hombres que la crearon para que los cantos de sirena no interfiriesen en sus objetivos, y que en cualquier caso, en el supuesto de que éstos fuesen insoportables y fuese necesario desatarla se haría en base a las reglas del juego y procedimientos que la propia norma prevé.

Fíjense que mientras unos utilizan las historias para dividir y entrar en un lenguaje bélico de vencedores y vencidos, otros son capaces, no sólo de enseñarnos algo, sino de respetar el marco legal que rige en toda democracia moderna. Sin embargo, un gobierno que está más pendiente de lo que -según ellos- ocurrió hace trescientos años que de lo que ocurre hoy en día en Cataluña y que se preocupan más por glorificar a esos caídos que a los que lo han hecho en democracia y a manos de una banda terrorista, no supone sorpresa alguna que también utilice la mitología y la religión como metáforas de su absurda construcción nacionalista. "Lo que Dios unió que no lo separe el hombre". Ya que estamos hoy bíblicos. Y digo yo: lo que unieron los hombres, que no lo separen unos pocos. Porque la Constitución no es la Biblia, no es sagrada ni divina, sino que es imperfecta como los hombres que la hicieron, por eso se redactó cuándo, quiénes, por qué y cómo podían desatarse las cuerdas. Es lo que tiene vivir en democracia que lo legítimo es lo legal.