Nada escapa a la crítica, excepto la crítica misma, hasta el punto de que la realidad es la crítica y no el objeto y sujeto criticados por mucho que expliquen y aprehendan la realidad. La creencia de que es necesario ser crítico siempre y en cualquier circunstancia lleva a la hipertrofia (un desarrollo enfermizo) de la crítica.
La reacción espontánea poco elaborada queda vacía de sustancia, se queda en un mero entretenimiento, en una descarga de negación con toda una gama de sentimientos y creencias sin pensamiento
La política y sus infamados agentes, los políticos, constituyen la caza mayor de la crítica. Y es comprensible, pues la política, y ahora aún más por la extensión salvaje de recortes y penuria, atrae la atención crítica de muchos, aunque esta atención (a menudo con aires de sabihonda) no quiere decir que muchos de los que la manifiestan estén en condiciones de entender con conocimiento –única manera válida de juzgar- lo que critican. Reconocer la complejidad de la política, puesto que complejo en extremo es el gobierno de la sociedad, sería un primer paso para afinar la crítica a los políticos igual que la crítica entre políticos.
El nuestro es un tiempo de negación y este espíritu del tiempo lo practican desinhibidos los liberados del silencio por la tecnología del universo digital. ¡Qué gran oportunidad! Cada día miles de comentarios ponen a parir noticias, programas, artículos de opinión, comentarios de los comentaristas… Los diarios en versión digital son una fiesta. El fenómeno se ha desbordado a sí mismo, y ya se ocupan de él politólogos, sociólogos, sicólogos y otros estudiosos del comportamiento humano.
Un comentario de cuatro líneas o un tuit de poco más de cien caracteres no pueden oponer una opinión sólida a un hecho complicado, una situación política enrevesada, una reflexión rigurosa que no quiere decir necesariamente acertada. La reacción espontánea poco elaborada queda vacía de sustancia, se queda en un mero entretenimiento, en una descarga de negación con toda una gama de sentimientos y creencias sin pensamiento.
La obsesiva fijación de la crítica en la política publicada deja en la oscuridad los obstáculos, abusos, faltas, delitos de la mitificada sociedad civil contra las personas
Cuesta elevar un comentario al nivel de una crítica constructiva; una crítica que proponga una mejora, una corrección, un estímulo, una exigencia de calidad, un juicio comprensivo, que sea prueba de que se juzga porque se ha comprendido. La crítica fácil mata dentro del huevo la crítica difícil, aquella que trata de responder a la pregunta ¿cuál es la alternativa?, aunque ésta sea solo sucintamente apuntada.
No tardará en aparecer un nuevo género de política ficción: el parlamentarismo digital, la democracia electrónica. Ya han sido insinuados como sucedáneos al parlamentarismo y a la democracia existentes realmente, las imperfecciones de los cuales se tienen que corregir desde la realidad y no sublimar desde la ficción.
La hipertrofia de la crítica fácil es una enfermedad infantil de la libertad de expresión. Y la obsesiva fijación de la crítica en la política publicada deja en la oscuridad los obstáculos, abusos, faltas, delitos de la mitificada sociedad civil contra las personas.
Ni coartar la libertad de expresión, ni desalentar la espontaneidad crítica, sino pulir la crítica poniéndole pensamiento, por poco que sea.