Santiago Rusiñol escribía en 1914 El català de la Mancha. Era una tragicomedia que derivó en una obra de teatro de mucho éxito, incluso alcanzó varias versiones. Por resumir, diremos que la obrita del barcelonés universal es un agradecimiento al Quijote de Cervantes y el relato de su visita a Barcelona. Todos recordamos que en la segunda parte del Quijote, el ingenioso hidalgo de la Mancha es derrotado por un compatriota disfrazado de caballero, y esa derrota le lleva a recuperar el sentido común.
Los catalanes que amamos nuestra tierra no podemos permitir que el nacionalismo siga ensuciando nuestra honra. Mostremos a España lo que es la verdadera Cataluña. Frente al odio nacionalista, sólo nos queda mostrar la belleza de la verdad
En la obra de Rusiñol ocurre algo análogo: un catalán –de ideas avanzadas- recala en un pueblecito de la Mancha y decide "modernizar" a sus vecinos que, según él, viven atrasados. Al final, el sentido común de las gentes sencillas hace ver al prepotente catalán lo desaforado e imposible de sus creencias. El Quijote había enloquecido, al igual que Artur Mas, y sólo la derrota le permitió recobrar la razón. El catalán de Rusiñol, vivía en el irrealismo de las ideologías y la realidad se acabó imponiendo.
Me acordaba de esta obra del artista catalán mientras viajaba en un tren camino de Albacete. Ya no me acordaba del placer de viajar en trenes más lentos que el AVE y el paisaje siempre embelesa al entrar en la Mancha. Como el personaje de Rusiñol, mi misión era presentar el libro Cataluña hispana para convencer a esas gentes de que los catalanes no somos tan malos como nos pintan. Más aún, para decirles que necesitábamos del sentido común de otros pueblos hispanos, para que recobráramos la cordura que nos había caracterizado durante siglos. Gracias a la labor de CiU, ERC, las CUP y otros, a uno ya le cuesta identificarse como catalán fuera de nuestro "matrix" particular.
En fin, empezó la presentación, relaté lo que a mi entender es la esencia de Cataluña, su participación en el proyecto hispánico, el espíritu de sus gentes durante siglos, la ruina y desvirtuación que había significado la aparición del nacionalismo y un sin fin de anécdotas. Al acabar, por suerte, me aplaudieron (pues temía que la agitación nacionalista hubiera predispuesto el público contra mí). Luego llegó el turno de preguntas y uno del lugar dijo con tono entusiasta: "después de esta conferencia me he vuelto 'catalañista' [entiéndase, amante de lo catalán]". No puedo negar que pocas veces me he sentido halagado de forma tan original. Para mis adentros pensaba, ¡cuánta pedagogía nos tocará hacer a los catalanes para 'desfacer el entuerto' de los nacionalistas! Pero esta es la labor que el destino nos ha reservado.
Los catalanes que amamos nuestra tierra no podemos permitir que el nacionalismo siga ensuciando nuestra honra. Mostremos a España lo que es la verdadera Cataluña. Por experiencia puedo decir que levantaremos el entusiasmo hacia nuestro pueblo. Frente al odio nacionalista, sólo nos queda mostrar la belleza de la verdad.