En estos últimos días he tenido la oportunidad de leer varios artículos sobre el modelo de inmersión lingüística en Cataluña así como presenciar –incluso intervenir, que aún queda alguna mesa plural como la de Olla de Grills de la Televisión de Badalona- debates sobre este mismo tema. Lo primero que llama la atención es la unanimidad en los argumentos para defender dicho modelo. Y, es que, en los medios públicos y subvencionados catalanes, de cinco contertulios, seis son nacionalistas (me vienen a la cabeza las intervenciones de Ruth Jiménez en 8tv y Lidia Heredia en TV3, bastante alejadas de lo que se supone que tendría que ser su papel neutro como periodistas). Lo segundo, que la mayoría de esos argumentos tienen bastante poco que ver con la realidad.
Se explica con cierto orgullo que este es un modelo que se importó de Canadá, sin contar que se aplica en Quebec bajo dos premisas que aquí no se cumplen: la voluntariedad ante dicha inmersión y que solo se accede a ella cuando se domina la lengua materna
Empecemos por el término en sí, que ya es falaz. Una inmersión lingüística solo puede ser en una lengua que no es la tuya por lo que no podemos hablar de inmersión en el caso de los alumnos catalanoparlantes o bilingües, es decir, cerca de la mitad del alumnado catalán. Estamos pues ante un modelo cuya denominación no es cierta para una importante parte de la población. Después se explica con cierto orgullo que este es un modelo que se importó de Canadá, sin contar que se aplica en Quebec bajo dos premisas que aquí no se cumplen: la voluntariedad ante dicha inmersión y que solo se accede a ella cuando se domina la lengua materna.
Con la lengua materna hemos topado. El Gran Término Tabú de la sociedad catalana. La lengua materna es un favorecedor del aprendizaje, sobre todo en la primera enseñanza, y en eso coinciden numerosos trabajos. Además, tanto la UNESCO como UNICEF recomiendan que esa sea la lengua utilizada para la lectoescritura e intentan velar por la protección de ese derecho de los infantes. De hecho, esa fue una de las grandes reivindicaciones del nacionalismo catalán durante la Transición, a saber, la necesidad de escolarizar a los niños en su lengua materna con argumentos de eficacia pedagógica y de necesidad psicológica, tal como se pone de manifiesto en un opúsculo editado por "Rosa Sensat" en 1972. Y, por poner otro ejemplo, en el cartel del PSUC para pedir el sí por el Estatuto de Autonomía de Cataluña de 1976 se puede leer: "Que tus hijos aprenden en su lengua materna, tú lo decides".
Sin embargo, en la actualidad, "lengua materna" ha desaparecido del discurso oral y escrito en Cataluña. No interesa que se hable de ello porque implica reconocer que se le está negando un derecho a más de la mitad de la población. Ya no hay debate sobre el tema, ninguna publicación al respecto y, por poner un ejemplo concreto, en la Encuesta de usos lingüísticos de la población de 2008 en lugar de preguntar por la "lengua materna", como sería lógico y habitual, ya que es como se denomina internacionalmente, se habla de "lengua inicial", que en el resto del mundo se entiende como el primer curso de una lengua extranjera y no como sinónimo de lengua materna. Tampoco aparece en los formularios para preguntar a los padres sobre la lengua de sus hijos. Aquí el concepto se sustituye por "lengua habitual", aunque a nadie se le escapa que la "lengua materna" y la "lengua habitual" no tienen por qué coincidir.
Pese a los malos resultados en PISA y a ser la comunidad autónoma que encabeza el fracaso y el abandono escolar, resulta que el modelo catalán es un modelo de éxito
Rápidamente, los tertulianos de turno sacan a relucir que los alumnos catalanes obtienen mejores resultados en lengua española -antes de que nadie me llame "facha", aclarar que la RAE considera que es más adecuado "español" que "castellano"- que los alumnos del resto de España. Si esto fuera cierto, investigadores de todo el mundo vendrían a estudiar tan extraño suceso. ¿Cómo se pueden lograr mejores resultados con 2 o 3 horas a la semana frente a más de 20? Obviamente, porque esto no es así. Las pruebas PISA y las de Evaluación General de Diagnóstico se han hecho aquí siempre en catalán y, por lo tanto, no hay ninguna prueba homologable con el resto del país. Además, incluso en el caso que se llegaran a hacer en español, como ya sucede con la Evaluación Diagnóstica de la Generalidad, estas pruebas evalúan, sobre todo, la comprensión lectora, generalmente mediante preguntas tipos test (cuatro opciones y no se descuenta por error) y los textos pueden ser de todo tipo: carteles publicitarios, instrucciones, mapas… Prácticamente no se evalúa la expresión escrita y aún menos la ortografía (4 puntos sobre 53 en el caso catalán) así como tampoco la expresión oral con lo cual, a partir de eso, es muy difícil analizar el conocimiento y el dominio real de una lengua. Para hacernos una idea, no sería ni la cuarta parte de la evaluación a la que se somete cualquier persona en los exámenes oficiales en una lengua extranjera. En cuanto a los exámenes de acceso a la Universidad tampoco son homologables en grado de dificultad como demuestra Roberto Augusto. Es evidente que con una sola asignatura de gramática descriptiva de español es muy difícil llegar a tener un dominio del registro culto de esta lengua.
Y no puede faltar el argumento estrella: el modelo catalán es un modelo de éxito. ¡Toma ya! Modelo de éxito. Y lo repiten una y mil veces sin que les tiemble la voz ni se les escape la risa. Pese a los malos resultados en PISA y a ser la comunidad autónoma que encabeza el fracaso y el abandono escolar, resulta que el modelo catalán es un modelo de éxito. No quiero ni pensar cómo serían las cosas si no lo fueran. Y esto nos lleva a otras de las grandes falacias: este modelo de éxito es el que proporciona y garantiza la cohesión social.
Para empezar, no hay ningún estudio que demuestre que la cohesión social de los países en los que no se aplica la inmersión lingüística sea menor que en Cataluña. Pero es que, además, cuando se habla de "cohesión social" en el ámbito educativo a nivel internacional se suele hablar de factores como la calidad de la educación, la equidad dentro del sistema y la equidad de los resultados académicos. Nunca se habla de un sistema como la inmersión lingüística como se entiende en Cataluña, entre otras cosas porque en el resto de países se suele optar por la doble red o por sistemas plurilingües.
Veamos, pues, si se cumplen estos factores en Cataluña. En primer lugar, ya se ha comentado que tenemos unos resultados mediocres en los informes PISA, como ocurre en gran parte del resto de España, así que no se cumple con el requisito de la calidad de enseñanza. Pero es que, además, Cataluña está por encima de la media de fracaso y el abandono escolar: el 24,4% no acaba sus estudios; el 22% de los alumnos no llegan a graduarse y el 26% no sigue sus estudios una vez finalizada la ESO. Dentro de Europa, tan solo Malta supera estos pésimos resultados.
No hay ni una sola sentencia que avale la obligatoriedad de la inmersión lingüística sino tan solo que es la Generalidad quien tiene la potestad de escoger el modelo lingüístico pero, añaden, no puede relegarse a ninguna de las dos lenguas
Por si todo esto fuera poco, sobre la base de los datos proporcionados por el informe PISA 2006, la Fundació Jaume Bofill realizó un estudio titulado Equitat, excel·lència i eficiencia educativa a Catalunya. Una anàlisi comparada, que arroja un terrible resultado: los alumnos que hablan español obtienen una media de 40 puntos por debajo de los que hablan catalán. Esto responde a diversas causas, en primer lugar al diferente nivel socioeconómico cultural. Pero, y esto es lo significativo, incluso cuando se distraen los datos socioeconómicos, los resultados de los castellanoparlantes son más bajos. Hay que tener en cuenta que estos reciben la enseñanza en una lengua que no es su lengua materna mientras que los catalanohablantes, sí y, como ya se ha señalado, la lengua materna es un facilitador del aprendizaje.
A partir de estos datos, resulta evidente que la mal llamada inmersión lingüística no favorece la cohesión social porque no ofrece un sistema de calidad ni una equidad de los resultados. Y, por supuesto, resulta desproporcionado hablar de modelo de éxito cuando se encabeza el fracaso y el abandono escolar.
Siempre nos quedará Europa, suspirarán algunos. Porque otro de los mantras es el apoyo de la Unión Europea a este modelo. Mira que hay territorios plurilingües en Europa. Pues nada, les da por otros modelos. Al margen de esto, no hay ni una sola sentencia que avale la obligatoriedad de la inmersión lingüística sino tan solo que es la Generalidad quien tiene la potestad de escoger el modelo lingüístico pero, añaden, no puede relegarse a ninguna de las dos lenguas, tal y como hace sistemáticamente el Gobierno autonómico catalán con el español. Así, por ejemplo, el informe del Comité de Expertos sobre la aplicación de la Carta Europea de las Lenguas Regionales o Minoritarias de 2008 (que no se me enfade ningún lector, esa es la categoría que dan al catalán) no prevé la educación obligatoria en catalán para todos los alumnos sino únicamente para los padres que así lo deseen.
En resumen, por mucho que se repita una y otra vez que el alumnado catalán tiene un conocimiento del español superior a la media del resto de España, que la mal llamada inmersión es un modelo de éxito, que garantiza la cohesión social y que tiene el respaldo de Europa, ninguna de estas afirmaciones resiste ni el más mínimo análisis. Curioso que nadie en los medios del editorial único haya caído en esto.