Pensamiento
Nacionalismo acosador
Una de las obsesiones del nacionalismo político es atribuirse ser la voz representativa del conjunto de la población. En sociedades tan plurales como la catalana esta pretensión es objetivamente inalcanzable, salvo represión explícita, hoy, fuera del alcance del Govern. Pero desde los partidos nacionalistas, el Govern y su "sociedad civil" no cejan en su empeño y presionan a los discrepantes para tenerlos callados, asustados y marginados. Curiosamente se ven favorecidos por aquellos españoles no catalanes "dialogantes o inmovilistas" que les hacen el juego tratando a los catalanes como un todo y dando la representación del conjunto al nacionalismo. No deja de sorprenderme tanta torpeza.
Los nacionalistas están especialmente obsesionados en acallar cualquier opinión que no les gusta
Lo que digo no es una apreciación personal. Hace unos meses, en una encuesta de El Periódico se ponía de manifiesto que los no independentistas tienen más miedo a expresar su opinión que quienes se declaran independentistas. Teniendo en cuenta la memoria histórica -la represión franquista y la guerra civil-, lo que parecería más normal es que la situación fuera la inversa. Más aún, si tenemos en cuenta el continuo victimismo del nacionalismo y sus acusaciones a quienes osan llevarles la contraria de utilizar el argumento del miedo. La explicación de por qué no es así es sencilla: los catalanes, en buena parte, ven a la Generalidad como el poder político real en Cataluña y al Estado como algo lejano que ni les condiciona sus negocios ni puede perjudicarles en su carrera profesional o en el reconocimiento social.
Los instrumentos para tratar de imponer el silencio son el clientelismo económico -contratos públicos, subvenciones- y lo que yo llamaría el mobbing político. Las reacciones al manifiesto de 60 directivos alemanes son un compendio de ambas cosas. Son los propios empresarios los que dicen tener miedo a represalias económicas. Y además han sufrido una avalancha de descalificaciones, algunas tan groseras como las de Tardà y Huguet, acusando a los empresarios de nazis. Por cierto, ¿dónde están las famosas quejas sobre la banalización del nazismo?
Los nacionalistas -no todos, afortunadamente hay personas sensatas en todas las formas de pensamiento- están especialmente obsesionados en acallar cualquier opinión que no les gusta. Descalifican cualquier informe, e intimidan a cualquier particular que expresa una opinión que contradice su discurso. Las redes sociales son un buen ejemplo de lo que trato de explicar. Cualquier opinión publicada en la prensa que no aplauda "el proceso" es inmediatamente contestada y descalificada por alguno o algunos de los escribas que viven del régimen. No se pretende mantener un diálogo o una mera controversia.
Cada vez más personas intuyen que una Cataluña independiente no sería ninguna panacea democrática
Se busca intimidar, arrinconar a los disidentes con la potencia de fuego de los medios amigos y la legión de entusiastas activistas. Los calificativos hacia quienes simplemente expresan dudas o denuncian los efectos perversos de la independencia van desde traidor, antidemócrata, franquista o nazi hasta mentiroso o agitador del miedo. Se trata de asustar e imponer la autocensura, ya que carecen, de momento, de instrumentos legales para imponer la censura oficialmente.
Este mobbing político ha sido hasta ahora eficaz. Durante mucho tiempo se ha visto reforzado por unos medios de comunicación alineados de forma unánime con el poder político y por una oposición política casi inexistente. El nacionalismo acosador ha impuesto su voluntad (de forma continuada y progresiva), tergiversando la situación desde una posición de fuerza: ha poseído "la verdad" y "el poder".
Pero las cosas están cambiando. En el ámbito político Ciudadanos ha roto el equilibrio y está obligando a PSC y PP a reposicionarse y no ser tan dóciles. Los empresarios que no viven exclusivamente de los contratos con la administración y los banqueros, engañados con la teoría de que tan sólo se trataba de posicionarse para negociar mejor un acuerdo fiscal, empiezan a verle las orejas al lobo. Fainé y Oliu han reiterado últimamente su lejanía respecto al proceso independentista. Incluso la unanimidad de los medios se rompe. La moderada evolución del Grupo Godó es, sin duda, una fisura importante en la apariencia de unanimidad.
La ruptura de la ley del silencio ha hecho que los nacionalistas redoblen sus esfuerzos propagandísticos y las descalificaciones a los discrepantes. Pero la realidad aflora poco a poco. Ya sólo los más fanáticos e ignorantes se niegan a admitir que una Cataluña independiente quedaría fuera de la UE. Que tendría graves dificultades para financiarse. Que los bancos tendrían que establecer sus domicilios al otro lado de la nueva frontera. Que muchas empresas se debilitarían o cerrarían por la pérdida, aunque sea transitoria, de una parte significativa de su primer mercado. Cada vez más personas intuyen que una Cataluña independiente no sería ninguna panacea democrática. Hasta Homs nos habla de Ucrania como referente. Más clientelismo, más concentración de poder, más autoritarismo para frenar el descontento. Francamente prefiero que Cataluña se compare con Baviera o Massachusets.
La libertad de los "pueblos" construida a costa de la libertad individual y basada en la propaganda más descarnada no es más que una burda forma de dictadura política
Los nacionalistas siempre han oscilado en Cataluña en torno al 35 % del censo electoral. Ahora, según algunas encuestas, pueden llegar al 40% del censo después de años de agitación sin oposición alguna. Lo nuevo es que quienes no comulgan con estos planteamientos cada vez están más movilizados. Las encuestas reflejan que el crecimiento independentista ha llegado a su tope y tiende a un estancamiento a la baja.
Últimamente la sobreexcitación nacionalista les hace cometer continuos errores. Es consecuencia de su creciente ansiedad. Llamar nazis a empresarios alemanes no es la mejor manera de hacer amigos en Europa. Las reivindicaciones pancatalanistas de TV3 en la Catalunya Nord, tampoco. La internacionalización del conflicto, mediante un panfleto ciclostilado para mandatarios europeos, produce vergüenza ajena. Duran, menos fanático y más inteligente, ya ha puesto el grito en el cielo. Aunque los guardianes de la ortodoxia también lo intentan acallar. Pero el tema se les va de las manos. La libertad de los "pueblos" construida a costa de la libertad individual y basada en la propaganda más descarnada no es más que una burda forma de dictadura política. Acabaré recordando a LIncoln/ Kennedy: "Se puede engañar a todos poco tiempo, se puede engañar a algunos todo el tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo".