Hace unos días asumí en este diario el principio "vence en el diálogo, pero convence". Como siempre hago, le he seguido dando vueltas a mis palabras. Y debo reconocer que, por lo general, a lo largo de mi vida he preferido más convencer que vencer. A menudo he desistido de argumentar por carecer de afán de imponerme ante cosas opinables, o bien al comprobar o prever que era inútil dar razones ante alguien rígido y seguro de lo que no puede estarlo.
Es curioso cómo quienes son hispanófobos declarados -el solo nombre de España les resulta odioso y les lleva a arrojar alrededor un grave malestar- acusan, a quienes les rebaten, de lo mismo que ellos son, pero cambiando la voz
Aun manteniendo una actitud civilizada no siempre se ha de aceptar el diálogo, porque es imposible; así, por ejemplo, con quienes ni escuchan ni atienden o sólo monologan. Por eso no hay que dialogar en vano. Días atrás y en una intervención parlamentaria, un representante de la CUP acusó a otros políticos de catalanófobos y enemigos de Cataluña. Aludido, otro representante de C’s dispuso de treinta segundos para replicar la ofensa sentida. Es curioso cómo quienes son hispanófobos declarados -el solo nombre de España les resulta odioso y les lleva a arrojar alrededor un grave malestar- acusan, a quienes les rebaten, de lo mismo que ellos son, pero cambiando la voz. ¿Cómo hubiera actuado yo?, me dije a toro pasado, mientras paseaba solo por las calles y recordaba esas escenas grabadas. Nunca he sido ni querido ser dirigente político; no creo haber nacido para ello. Pero la política me interesa mucho, y más en estos momentos en que hay varios órdagos lanzados contra la ciudadanía y nuestro Estado social.
Al cabo de un rato, pensé que yo no le hubiera pedido retirar sus palabras y que simplemente le hubiera espetado en catalán algo quizá más efectivo y contundente, como: "Vostè, que es creu senyor de la terra, menteix o, senzillament, és un gamarús o un capsigrany". Detallaré para quien no lo sepa que un gamarús es una zumaya, un ave zancuda, y que significa también zopenco o burro, mientras que un capsigrany es un alcaudón, un pájaro carnívoro, y que significa también tonto o zopenco.
Me parece evidente que cuantos más pasos se den para ser perfectamente bilingües, mejor. Los catalanes hemos de saber decirnos a nosotros mismos, en voz alta y con gestos significativos que "¡Mejor unidos y mejor bilingües!" Ni unos extremistas ni otros. En todas partes cuecen habas. Hace unos días me enteré de que a la hija de un amigo mío, antiguo catalanista, la castigaron hace unos treinta años en un colegio barcelonés. Una profesora le había pillado hablando en castellano con una compañera. Le hicieron copiar cien veces en un papel: "Sóc una persona normal i només parlo en català". Hay gente muy tonta y sectaria, agresiva y antiliberal. Comportamientos como ese no se pueden tolerar de ninguna manera, sea en el idioma que sea.
La cuestión que importa no es españolizarse ni catalanizarse, sino ¡humanizarse! Lo demás se nos dará por añadidura
Tendría unos dieciocho años Federico García Lorca (1898-1936) cuando se refería a la verdadera patria, la del amor y de la igualdad. Y llegaría a escribir que "es preciso acabar con lo inútil de las ideas patrióticas. El patriotismo es uno de los grandes crímenes de la humanidad porque de sus senos podridos por el mal surgen los monstruos de la guerra". Más aún, "por patriotismo la verdadera patria fue deshecha y escarnecida". ¿No creen, queridos lectores, que merece la pena releer esta última frase?
Que yo sepa, la última entrevista a Federico fue la que concedió a Luis Bagaría, famoso caricaturista barcelonés, y publicada el 10 de julio de 1936, unos cuarenta días antes de que fuese premeditada y repugnantemente asesinado en tierras de Granada. Hay un párrafo de sus declaraciones que entiendo que todo el mundo debiera conocer, también los separatistas, y que por eso reproduzco a continuación: "Yo soy hermano de todos y execro al hombre que se sacrifica por una idea nacionalista abstracta por el solo hecho de que ama a su patria con una venda en los ojos. El chino bueno está más cerca de mí que el español malo. Canto a España y la siento hasta la médula; pero antes que esto soy hombre del mundo y hermano de todos. Desde luego no creo en la frontera política". Nada nacionalista y suficientemente españolista para que un analfabeto práctico le obsequiara hoy con una estupidez. Cantaba Federico a la mejor España, de veras "sentida hasta la médula", pero detestaba a lo que Eduardo Vivancos denominó "Españeta". La cuestión que importa no es españolizarse ni catalanizarse, sino ¡humanizarse! Lo demás se nos dará por añadidura.