Durante demasiado tiempo, el Partit dels Socialistes de Catalunya, en lugar de marcar las diferencias en relación al nacionalismo, ha seguido la política nacionalista inaugurada por Jordi Pujol. En este sentido, el socialismo catalán no ha sido el cambio, sino el recambio. Más: el socialismo catalán ha hecho cosas –en materia de política lingüística o educativa, por ejemplo- que Jordi Pujol no se había atrevido a llevar a la práctica. Los socialistas catalanes se empeñaban en decir que ellos no eran nacionalistas. Pero, el lenguaje, las propuestas y las actuaciones eran de carácter nacionalista. Decían que no eran nacionalistas, pero reivindicaban y defendían aquello que los nacionalistas reivindicaban y defendían al tiempo que criticaban y descalificaban aquello que los nacionalistas criticaban y descalificaban. Cosa que conduce a una cuestión de lógica elemental de primer orden: o los nacionalistas no son nacionalistas o los socialistas catalanes son nacionalistas.
Lo que resulta francamente sorprendente es que esta Santa Alianza entre nacionalismo y socialismo catalán se empaquetara y vendiera como una manifestación del progreso. ¿Cómo es posible que el socialismo catalán abandonara –tanto da que fuera por convicción u oportunismo- el pensamiento ilustrado en favor de la farfolla nacionalista ofreciendo gato por libre? El resultado de tan singular metamorfosis: los derechos individuales y la idea de ciudadanía, pierden; el exclusivismo nacionalista, gana.
Y en eso que el 16 de enero de 2014 –la negativa del PSC a votar "sí" a una consulta sobre "el futuro político colectivo de Cataluña": una petición planteada para recibir el "no" del Estado y desencadenar así una nueva oleada de victimismo que beneficiará al independentismo- el Partit dels Socialistes de Catalunya dice "basta".
Los ciudadanos de Cataluña se merecen una izquierda laica –no un sucedáneo, comparsa, muleta o propagandista del nacionalismo- que huya de la cosmogonía, la concepción del mundo, la teología y los intereses nacionalistas
Y en eso que un grupo de ilustres socialistas reacciona con un manifiesto titulado Crida socialista pel referéndum. Otra vez la Santa Alianza. Otra vez el socialismo catalán –en este caso, una parte del mismo- utiliza el mismo lenguaje que el nacionalismo. Otra vez las mismas propuestas. Otra vez una mercancía averiada vendida –como si el socialismo no tuviera ya suficientes problemas de definición, programa y discurso- bajo la etiqueta del progreso.
Los abajo firmantes hablan de "objetivo nacional más inmediato", "reto nacional", de "constantes vitales de la nación catalana", de "construcción nacional de Cataluña", de "causa nacional de Cataluña", de "intereses nacionales de Cataluña".
Los abajo firmantes afirman que "la opción de la independencia puede ser una salida pero no necesariamente la única posible de la crisis actual". Uno se tranquiliza al leer que la independencia no es "necesariamente" la salida a la situación.
Los abajo firmantes aseguran que oponerse a la consulta –así, sin más- "para que el pueblo de Cataluña se pueda pronunciar claramente sobre su relación con España" es "una actitud inaceptable y antidemocrática".
Los abajo firmantes hablan de una "divisoria ineludible": "la gran mayoría que, en los parámetros del catalanismo político, exige el referéndum" frente "a quienes se oponen desde los parámetros de la política española y, en algunos casos, tratando de hacer de ello un factor de división de la sociedad civil catalana". Unos "a un lado" y otros "al otro lado", dicen. La misma topografía construida por el nacionalismo catalán.
Los abajo firmantes proclaman que los "socialistas catalanes hemos de estar donde nos corresponde: en primera fila". Y añaden que "resquebrajar la unidad de este bloque con aceleraciones injustificadas" puede "servir a los intereses del adversario". Concluyen: "El socialismo catalán no puede faltar a la actual cita por Cataluña".
Los abajo firmantes, después de "exigir" sus demandas "en nombre de los intereses nacionales de Cataluña", después de "invitar" a quienes compartan sus ideas a "no desfallecer", después de eso, piden que "se dispongan también a trabajar, a medio plazo, a favor de la recuperación del espacio socialista, por la construcción de una alternativa catalana de izquierdas".
Ese es su lenguaje, esa es su alternativa, esa es su concepción de la democracia, esa es la visión de trinchera que tienen de la sociedad catalana, esa es su opción, esa es su posición, esas son sus prioridades. Y a todo eso lo llaman "poner Cataluña al frente de la lucha por la libertad, la justicia y el progreso". Y se proclaman socialistas. Y se permiten el lujo de dar lecciones de honestidad, moralidad y bondad. Los ciudadanos de Cataluña se merecen una izquierda laica –no un sucedáneo, comparsa, muleta o propagandista del nacionalismo- que huya de la cosmogonía, la concepción del mundo, la teología y los intereses nacionalistas.