Pensamiento

Del abismo al Monfragüe

19 diciembre, 2013 08:24

Escapando del abismo secesionista que impregna la sociedad catalana me marcho unos días a las tierras donde vine a este mundo. Dada la larga distancia continúo por la A5 y evito el Puerto de Miravete renunciando al disfrute de su belleza. Tras pasar el túnel del mismo nombre abandono la A5, internándome entre ese bosque humanizado con la inteligencia de los siglos y que ahora peligra por el abandono impuesto por "la cuenta de resultados" y/o los criterios de la UE en la asignación de rol como reserva turística europea, junto a la falta de una gestión de esa oportunidad de ecología turística por parte de las instituciones y de los empresarios. Lo que paradójicamente está suponiendo un riesgo para la dehesa, ese bosque amable de mi infancia.

Escapamos hace más de cuarenta años en busca de futuro y lo pelearon nuestros padres, y nosotros cuando tuvimos edad. Y ahora resulta que somos el ejército invasor que ha deteriorado las esencias catalanas. Qui perd l’origen perd l’identitat. ¿Quién nos iba a decir que tendríamos que dejar de ser nosotros para ser ellos? Ejército humano en busca de pan y futuro condenados a ser clases subalternas aquí o allí.

"Yo vengo de un silencio antiguo y muy largo", decía Raimon y continuaba: "Yo vengo de un silencio que no es resignación, donde empieza la huerta y acaba el secano, de esfuerzo y blasfemia porque todo va mal". No importaba la lengua en la que cantaba por que era parte de nosotros, nuestra realidad, la de los trabajadores buscando una parte de la riqueza que ellos acumulaban. Habrá que decir quiénes somos nosotros y quiénes ellos, o tal vez no es necesario.

La diversidad es un hecho enriquecedor que nunca puede justificar la desigualdad, porque la igualdad es un derecho por encima de identidades, prebendas o miedos y egoísmos

Monfragüe, en árabe Al-Mofrag, es decir "el abismo". "Colgado de un barranco duerme mi pueblo blanco, bajo un cielo que, a fuerza de no ver nunca el mar, se olvido de llorar" y ahí sigue sin llorar y sin salir de su sempiterna postración. A veces, pensábamos que habría sido más fácil quedarse. Contaban de lo bien que vivían en Andalucía y Extremadura subvencionados con los jornales que, decían, pagábamos "los catalanes". Pero la realidad no es una boba conversación de bar, la realidad es que la renta per cápita (2012) de los extremeños es de 15.394€ y de los andaluces de 16.960€ frente a los 30.829€ de los vascos, los 29.385€ de los madrileños, los 29.071€ de los navarros y los 27.248€ de los catalanes (a mí me cuentan como catalán). ¿Quién dijo que la crisis se nota menos en las zonas rurales? Me decía el otro día un taxista extremeño: "No es que se note menos, es que nosotros nunca hemos salido de la crisis"; y sin embargo se nota. El paro afecta al 33,2% de los extremeños que comparten con andaluces, canarios, ceutíes y melillenses el "honor" de superar ese 30%.

Es evidente que en Extremadura hay quienes tienen una renta muy inferior a su media y lo mismo podemos decir de Cataluña. Es evidente que existe una desigual distribución de la riqueza entre conciudadanos españoles; también es evidente que Cataluña y Madrid son las comunidades que más PIB tienen: 198.633 millones y 188.255 millones de euros respectivamente.

La democracia a la que un buen socialista aspira no sólo ha de ser política sino también económica y por eso es tan importante la función redistributiva del Estado. Cosa que después de 35 años de democracia no parece haberse hecho muy bien. Las regiones ricas siguen siendo las más ricas y las pobres las más pobres. No sólo es una cuestión de repartir fiscalmente los dineros, que también, sino de promover el desarrollo de aquellas regiones en las que no lo había. Los socialistas del PSOE se olvidaron de su proyecto de cambio social y económico y los del PP son consecuentes con sus políticas de neoliberalismo.

Hay que volver a la utopía, reclamar el hombre nuevo, derechos sociales, reparto justo de la riqueza. No hablo de subvenciones caritativas o solidaridad administrada (como siempre han reclamado los nacionalistas), hablo de la fraternidad como supremo valor frente al egoísmo del máximo beneficio sea este capitalista o nacionalista o ambas cosas a la vez.

He tenido la suerte de asistir estos días, en Cáceres, a unas jornadas sobre comunidades sostenibles organizadas por el Centro UNESCO de Extremadura. Ponentes de prestigio en Arquitectura Urbana Sostenible y Medioambiental, investigadores y responsables institucionales de municipios como Mérida, Trujillo, Arroyo de la Luz, Malpartida de Cáceres, Talaván, etc., activistas en Gestión Social del Patrimonio y responsables del Observatorio Extremeño de Cambio Climático. La conclusión que extraigo es que Extremadura, debido sus particularidades geográficas y climáticas y a la baja densidad de población junto a una falta de industrialización, cumple los criterios de sostenibilidad y de Huella Ecológica que marca la UNESCO. Extremadura tiene un gran potencial para desarrollar otros modelos productivos más vinculados al empleo verde en su más amplio sentido.

Cuando hablemos de federalismo hablemos claro, no es cuestión de cambiar los nombres de CCAA por federaciones, sino de tener claro que no son posibles las asimetrías: ni las actuales (conciertos) ni las futuras que puedan pretender los nacionalistas

En dichas jornadas recordé la realidad de Extremadura, con una renta per cápita que es la última de España y la mitad de la más alta, Euskadi. Planteé la necesidad de combinar un desarrollo sostenible y una huella ecológica óptima con la mejora de los parámetros de reparto de la riqueza. Pareciera, a mi entender, que incrementar el PIB per cápita es incompatible con el mantenimiento de los parámetros de sostenibilidad medioambiental. Se me argumentó sobre la magnificación del PIB como medida de calidad de vida y, aceptando que no es el único parámetro y existen otros que tienen que ver con el medio ambiente y con los servicios públicos (sanidad, enseñanza, atención tercera edad, guarderías, etc.), es el que nos determina el grado de redistribución de la renta entre los españoles.

Mientras debatimos cómo crecer de forma sostenible en Cáceres, mientras en Barcelona se empeñan en levantar muros ahistóricos de odio y victimismo.

Hoy en Cataluña sólo preocupa la doble preguntita tramposa que no resuelve nada y tan solo dejará una grieta en la convivencia que tardará años en cicatrizar o que nunca se cerrará si le siguen echando sal. Y en pocos días volveré a Barcelona y habrá que seguir bregando en una sociedad esquizofrénica donde la izquierda hace de comparsa en el sainete independentista. Ese que nos entretiene mientras los gobiernos autónomos y el Gobierno central nos la van recortando… la calidad de vida.

Tiempos de cambio. Es hora de renovar y modificar el pacto de convivencia entre españoles. Si dejamos que una minoría como los nacionalistas nos marque la hoja de ruta vamos de cabeza al abismo. Es por ello que la iniciativa debe partir desde la ciudadanía, a través de los partidos existentes (si es que tienen la capacidad de afrontar su propia autocrítica) o de nuevas formaciones o movimientos cívicos y sociales. Se impone una reforma constitucional con un debate general entre todos, donde quede demostrada que la soberanía es del pueblo español y no sólo una disculpa para la inacción. Ya es hora de empezar a apuntar los principios para esa reforma: igualdad de los ciudadanos independiente del territorio donde se resida, derechos sociales garantizados por el estado (Renta Básica Garantizada, vivienda, trabajo, sanidad, educación, pensiones dignas…). La prioridad económica no puede ser el máximo beneficio empresarial sino el máximo beneficio social: es decir una economía al servicio de los ciudadanos.

Y cuando hablemos de federalismo hablemos claro, no es cuestión de cambiar los nombres de comunidades autónomas por federaciones, sino de tener claro que no son posibles las asimetrías: ni las actuales (conciertos) ni las futuras que puedan pretender los nacionalistas. La diversidad es un hecho enriquecedor que nunca puede justificar la desigualdad, porque la igualdad es un derecho por encima de identidades, prebendas o miedos y egoísmos.

¡Digo!

Desde Torrejón el Rubio. Monfragüe (Cáceres)

Vicente Serrano
16 de diciembre de 2013