"El Partido Popular quiere liquidar Cataluña". La frase del consejero de la Presidencia de la Generalidad, Francesc Homs, pretendía ser una sui géneris justificación del pluralismo del simposio "España contra Cataluña", pero bien podría ser el título de la conferencia que lo clausure. Para nada desentonaría, de hecho, con los títulos del resto de conferencias: "La repressió militar: l'exèrcit sobre el país", "Tres-cents anys d'espanyolisme a Catalunya", "L'apoteosi de l'espoli: segle XXI", "Contra l'ànima d'un poble: la repressió cultural", "L'espanyolització del món educatiu" o "La humiliació com a desencadenament de l'eclosió independentista".
El espíritu liberal no es cómodo y las tentaciones para traicionarlo son demasiadas
El simposio cuenta con historiadores que den una pátina de legitimidad académica al eslogan de CiU: "La España subsidiada viu a costa de la Catalunya productiva". Y es que el título del simposio es un mero perfeccionamiento mercadotécnico de dicho eslogan. Sin embargo, el hecho de que participen académicos no garantiza en sí mismo ni el pluralismo, ni la libertad para criticar con rigor las falacias del nacionalismo. Todas las ideologías y todos los regímenes han tenido sus intelectuales y sus académicos. Y tiene su lógica en la debilidad de nuestra condición humana, antes que intelectuales son personas. El espíritu liberal no es cómodo y las tentaciones para traicionarlo son demasiadas, desde dejarse arrastrar por lo que se cree una corriente mayoritaria hasta el cobijo de las instituciones políticas.
Por esta razón, en su libro La libertad a prueba, Ralf Dahrendorf defendía el difícil papel de los pocos intelectuales que no se resistieron a la tentación de ceder su libertad: el teórico de la sociedad abierta, Karl Popper, y el de las libertades y el pluralismo, Isaiah Berlin, entre otros. Resistir al unanimismo sólo puede lograrse desde el desarrollo de unas virtudes que conforman la ética de la libertad: saber escuchar, no para acomodarse, sino para mejorar. Dahrendorf lo resume:
"Lo que se necesita para poder resistir a las tentaciones esclavizantes que exigen la cesión de la libertad: ser capaz de no dejarse apartar del propio rumbo aun en el caso de que uno se quede solo, estar dispuesto a vivir con las contradicciones y los conflictos del mundo humano, tener la disciplina de un espectador comprometido, que no se deja comprar, y una entrega apasionada a la razón como instrumento del conocimiento y de la acción. Éstas son virtudes, virtudes cardinales, de la libertad".
El simposio "España contra Cataluña", con la visión binaria del actual nacionalismo oficial, no parece, pues, un dechado de estas virtudes.
Una guerra de buenos y malos, en la que los primeros irían al fallido archivo de adhesiones de la Generalidad y los segundos, a las listas negras del CAC
Podrían haber gastado el dinero de todos los catalanes no ya en la conmemoración de la Primera Guerra Mundial, para que aprendiéramos el peligro de los nacionalismos (leer 1914 de Margaret MacMillan), pero, al menos, sí en el centenario de la Mancomunidad de Cataluña que tanto hizo por la cultura catalana. No obstante, al Gobierno de la Generalidad no le interesa la cultura, que es libertad, sino la propaganda maniquea y, por eso, conmemora una guerra de sucesión, una guerra entre dos maneras de entender la monarquía española en un contexto de lucha entre potencias por la hegemonía europea, como una guerra de secesión (España contra Cataluña), una guerra de buenos y malos, en la que los primeros irían al fallido archivo de adhesiones de la Generalidad y los segundos, a las listas negras del CAC.
No les interesa la verdad, ni mucho menos el matiz. La España subsidiada contra la Cataluña productiva. Punto. El que diga otra cosa lo hace con la pretensión de "liquidar Cataluña". Ese es el pluralismo que va de un independentista a un separatista. Cuánta razón tiene el historiador John Elliott en el imprescindible segundo capítulo de su Haciendo Historia:
"Ya hay una nueva generación en la España oriental que corre el peligro de alcanzar la madurez bajo la impresión de que la historia de su territorio natal se detiene en las orillas del río Ebro. Con tal enfoque se retrocede a la historia nacionalista estrecha y cerrada que historiadores de la talla de Vicens Vives se propusieron ante todo desacreditar".
Así es como quiere el nacionalismo excluyente que sea Cataluña: estrecha y cerrada, aislada y pequeña, porque así será, sobre todo, controlable. Frente a los discursos del odio y a la tentación unanimista, retomemos las grandes lecciones del espíritu liberal de aquellos que supieron resistir y ganar, porque al final las simplificaciones sean del pasado o del presente siempre caen ante la fuerza de la compleja realidad.