A la intemperie siempre hace frío. Más ahora que el invierno se cierne tras un corto otoño, más parecido a un verano tardío. Aznar está a la intemperie. No está dispuesto a hacerlo en silencio porque según se califica a sí mismo, su liderazgo es fuerte. Ayer sacó su faca de la Guardia Mora para entrar en el debate de Cataluña cual elefante en cacharrería. Rápidamente, el portavoz parlamentario del PP, Alfonso Alonso, ponía las cosas en su sitio. Aznar reclamaba cárcel para quien convocara un referéndum ilegal, recuperando una ley aprobada por su Gobierno, y el PP reclamaba cauces políticos para evitarlo.
El PSC será señalado como el traidor local, Aznar será algo así como el hombre del saco y Rajoy será culpable de no querer negociar la soberanía de España
A la intemperie hace frío. El Gobierno autonómico de Mas todavía está preocupado por el golpe de timón del PSC. Ha reconocido en público que el desmarque socialista debilita su plan soberanista. La soledad en su loca carrera hacia la consulta soberanista es cada día más evidente. Sólo tiene a su lado a ERC y las CUP. Iniciativa y Unió también le han marcado límites a sus veleidades. La salida de tono de Aznar le ha venido como anillo al dedo. Si el PSC será señalado como el culpable de fagocitar la consulta, Aznar se ha convertido en la amenaza a la democracia. Francesc Homs, el gran líder del victimismo nacionalista, no ha perdido un segundo en flagelarse en público tras la reunión del Consejo Ejecutivo.
Sin embargo, ni el PSC será el culpable de que no se haga una consulta que, por cierto, todavía no se sabe qué consultará porque no tiene pregunta, ni Aznar es un actor válido ni un interlocutor con el Gobierno de España. Mas acusa a Rajoy de no querer negociar cuando Mas sólo quiere negativas de Rajoy para seguir azuzando una consulta que no se hará. Necesita su negativa para buscar más culpables.
El PSC será señalado como el traidor local, Aznar será algo así como el hombre del saco y Rajoy será culpable de no querer negociar la soberanía de España, algo que por sí sólo cae de cajón. De esta forma, echando pelotas fuera, Artur Mas podrá seguir a la intemperie. Sabe que siempre hace frío pero con excusas bien elaboradas podrá seguir calentando su propia hoguera de las vanidades. Quiere pasar a la historia como un patriota aunque ya sabe que está quemando sus últimos cartuchos y ahí sigue, a la intemperie, dónde siempre hace frío.