El consejero de Economía y Conocimiento, Andreu Mas-Colell, ha verbalizado este lunes en Madrid lo que he mantenido reiteradamente en esta columna: la estrategia soberanista de CiU era una mera táctica para mantenerse en el poder durante la crisis económica y poder rentabilizar su firmeza mediante un nuevo sistema de financiación, sistema que el PP acabará defendiendo porque así lo quieren CCAA esenciales para este partido, como la de Madrid y la Valenciana y, en menor medida, Baleares.
Todo tiene un límite. Entronar a Junqueras presidente de la República y, a Fernàndez, primer ministro, no parece la misión histórica del partido de la burguesía catalana
Su forma de decirlo puede parecer una amenaza secesionista pero en realidad es todo lo contrario: si la "línea dura y las agendas agresivas del Gobierno del PP prevalecen, Cataluña tendrá un Estado propio, si no en esta generación, en la siguiente". O sea, que si se hacen concesiones a los nacionalistas que les hagan remontar en las encuestas y deshacerse de sus compañeros de viaje, que quieren arruinar la economías catalana y española, todo esto puede arreglarse. Al menos, hasta que interese al nacionalismo volver a la carga. Es más, aunque no se ceda, la independencia queda para más adelante.
¿Por qué? A mi entender, Mas-Colell es plenamente consciente de que la independencia, de producirse, sería un cataclismo económico que acabaria en un cataclismo político. Para plantearse seriamente la independencia, Cataluña necesita una larga etapa de crecimiento, reducción de su endeudamiento, disminución drástica de sus relaciones comerciales con el resto de España, desarrollar las estructuras de Estado, y last but no least, que desaparezca la generación mayor de 50 años que todavía tiene memoria y no ha sido educada en el odio a toda España (los de más de 50 fuimos educados en el odio de media España a la otra media). Y es que los catalanes que no están por el suicidio empiezan a reaccionar. Como ha dicho Mas-Colell, la independencia necesita, al menos, otra generación. Los nacionalistas serios son conscientes de que la independencia no está madura. Ahora sólo quieren dar otro salto adelante para volver al ataque dentro de unos años.
¿Qué ha salido mal? ¿Qué es lo que ha tensado la cuerda más de la cuenta? Que el incompetente de Mas y su gobierno se han dejado comer electoralmente por Junqueras, lo que ha complicado, y mucho, los planes iniciales. Pero todo tiene un límite. Entronar a Junqueras presidente de la República catalana y, a Fernàndez, primer ministro, no parece la misión histórica del partido de la burguesía catalana. Hay que reconducir la situación y parece que Junqueras ha decidido ayudar con lo de la huelga general política. Si los comunistas de pro levantaran la cabeza llorarían de emoción. Pero lo importante es que el trasvase de votos ha tocado a su fin. Al final, a Junqueras, si es cierto que las declaraciones de Bruselas fueron pactadas, se supone que con Mas, le han engañado como a un pardillo. Con lo guapo que estaba calladito y pasando por un chico formal.
Esperemos que toda esta farsa, al menos, no cueste vidas, aunque la fractura de la sociedad catalana no nos la quita nadie
Declarar la independencia unilateralmente acabaría seguramente en nada. Pero para la mayoría de catalanes, incluidos los votantes de CiU, lo peor sería que triunfara. Caos económico y un gobierno primero radical y después directamente autoritario para controlar a una población enfurecida porque las promesas del "paraíso" estarían muy lejos de ser realidad. Hay muchos ejemplos de esta deriva en la historia. De salvadores de la patria a dictadores para preservar el poder.
Algunos dirigentes nacionalistas quizás se sientan cómodos con este guión, bien por fanatismo o por afán de poder. Pero no creo que Mas-Colell, al igual que otros dirigentes convergentes, quieran ser causantes de esa realidad. Al menos en eso confío. Por eso Mas-Colell, a su manera, pide ayuda. La cuestión es si se debe premiar a los que nos han puesto al borde del precipicio. Seguramente será así. La realpolitik y la incapacidad de PP y PSOE para llegar a acuerdos nos abocan a ese escenario. Pero no dejará de ser otra degradación de la vida pública. Un mal menor. Pero un mal. Esperemos que toda esta farsa, al menos, no cueste vidas, aunque la fractura de la sociedad catalana no nos la quita nadie. Eso sí, que no pidan que les estemos agradecidos por salvarnos del abismo al que nos han conducido y en el que, de momento, continuamos.