Sigo con menos interés del que debiera el cierre de Canal 9. De repente un dato sacude mi apatía: sale esta periodista de la difunta cadena, Iolanda Màrmol leo que se llama, aireando trapos sucios informativos y contando cómo la obligaban a "mentir" primero para ensalzar a Eduardo Zaplana, después para ignorarlo olímpicamente cuando cayó en desgracia. Habla de tomas trucadas para desinflar o inflar manifestaciones, según convenía a los jerifaltes de turno, de ruidosas celebraciones de las victorias electorales del PP a base de champán, de eufemismos impuestos... en una palabra, de propaganda pura y dura.
Es muy guapa esta chica, según veo en las fotos. ¿Es además una tipa valiente, una Snowden a la valenciana? Que conste que no la comparo con Snowden para hacerle un favor. Personalmente pienso que ese personaje es un caradura importante. Se tira años trabajando para la comunidad de inteligencia de Estados Unidos, que ya ha quedado claro que no se dedica precisamente a pasar el rosario. Participa de lleno y desde el minuto uno en toda clase de vigilancias ilegales. Y un buen día descubre de repente que no puede con su ética ni con su alma y se chiva de todo el mundo. Aunque Snowden tenga razón, lo más seguro es que esta no haya pesado tanto como tener sus razones. Por lo mismo que la famosa garganta profunda del Watergate se animó a cantar no por amor a la verdad, sino porque no le habían hecho director del FBI tras la muerte de Hoover.
Yo lo que me pregunto es por qué Iolanda Màrmol nos cuenta todo esto ahora, cuando Canal 9 chapa, y por qué no nos lo contó mucho antes previa dimisión fulminante de aquel trabajo desinformativo que tanto asco le daba. ¿Que todo el mundo tiene que vivir, ganarse un jornal, etc? Seguro. En eso confía el sistema para seguir tal cual. Yo sólo digo que a mí las denuncias de esta señorita me inspirarían mucha más confianza (y respeto) de haberlas hecho en otro momento y por otros motivos.
Con el tiempo aprendí a ni venderme ni rasgarme las vestiduras, es imposible suscribir al 100% todo lo que se publica en un medio de comunicación. Se trata de preservar dignamente tu parcela de responsabilidad
Yo si me retrotraigo a mis tiempos de reportera política en el diario Avui también tengo la tira que contar. Cómo no existía España, sino "el Estado español" -hubo quien escribió con desparpajo sobre "los ríos del Estado español"- mientras la palabra "país" se reservaba exclusivamente para Cataluña. Como la crisis de CDC en los 90 simplemente no la dimos, y una bronca monumental entre Miquel Roca y Jordi Pujol ante la plana mayor del partido llegó a titularse con no poco aplomo: "La totalidad de la ejecutiva se pronuncia a favor del retorno de Miquel Roca a la Secretaría general". Sin mencionar que le empujaban a volver a hostias, claro.
Más recientemente, sólo hacía falta ir a una tertulia en TV3 para incurrir en un curso acelerado de antropología. Te llamaban para "cantarte" los temas. Primer tema: "España nos roba". Segundo tema: "La independencia, más cerca que nunca". Tercero: "El catalán, lengua perseguida". Esto último era lo más gracioso porque, según llegabas a los estudios de TV3 todo el mundo, recepcionista, maquilladora, personal de vestuario, etc, te hablaba en un risueño castellano esquitxat de catalanismos. Había que llegar al plató para entrar en la anhelada burbuja monolingüe, para flotar con escafandra en una Cataluña sin mezcla, un poco como Sandra Bullock en Gravity.
Yo con el tiempo aprendí a ni venderme ni rasgarme las vestiduras. Aprendí que es imposible suscribir al 100% todo lo que se emite o se publica en un medio de comunicación en el que trabajas. Entonces se trata de preservar dignamente tu parcela de responsabilidad. Yo cuando escribía en el Avui me hacía responsable de lo que firmaba yo, no por ejemplo el animal de Salvador Sostres. Ahora que firmo en el diario Abc tampoco comulgo al 100% con todo lo que se les ocurre a todos y cada uno de los columnistas de la casa. Pero debo decir que allí aún a nadie le ha dado por tratar de obligarme descaradamente a mentir o a dejarme censurar un artículo entero como sí me pasó en su día con el Ara, que por eso me largué de allí. Que conste que me fui porque quise y no porque me hubieran echado o dejado de pagar los artículos.
Todo periodista transita continuamente una cuerda floja muy delicada, donde tiene que decidir en qué transige y en qué no, cuánta razón de la que cree que tiene está dispuesto a poner en cuarentena o a negociar. Bienvenidos los que muy de tarde en tarde se plantan y regeneran. Bienvenidos también los que aguantan al pie del cañón mejorando el oficio, a menudo mientras les dispara hasta el pianista del burdel. Pero que no nos cuenten una de indios ni los de arriba... ni los de abajo. Ya vale de vender la burra de que los de enfrente están todos asquerosamente politizados y los míos son todos independientes. ¿Y los Reyes Magos no son los padres, sino Ernesto Sáenz de Buruaga y Ana Pastor?