Pensamiento

Rajoy: el difícil arte de manejar los tiempos

25 septiembre, 2013 09:57

Es lo que dicen que tiene de bueno Rajoy. ¡Ah! Y ser buen orador en sede parlamentaria. De esa manera se explicarían sus repetidos silencios o sus respuestas banales a los más espinosos asuntos que ofrece la política de España, país a cuya Presidencia optó hasta tres veces y que ahora lleva dos años gobernando.

Pero los que hemos realizado nuestros estudios en la rama de las ciencias y hemos tenido que superar exámenes para los que había que dominar cierto aparato matemático y lógico, estamos acostumbrados a empezar probando con la respuesta trivial. No es raro que después de mucho cálculo uno se dé cuenta de que habiendo empezado con unas pocas simplificaciones habría sido evidente que la respuesta trivial era la buena.

Y en ese caso, se me ocurre pensar: ¿No será que los silencios de Rajoy se deben a que no tiene nada que decir? ¿Que el asunto sobre el que se le interpela no le interesa lo más mínimo? ¿Que nada hay en su cabecita al respecto? ¿No será que la simpleza de sus respuestas se debe al nivel intelectual que realmente atesora? La verdad es que no consigo recordar muchas declaraciones o decisiones suyas que contradigan estas hipótesis.

Es el funcionario que ha ido de promoción en promoción hasta alcanzar el cargo deseado

Siguiendo con esta línea de razonamiento, yo veo en Rajoy al chico memorión que pensó que dicha facilidad le permitiría hacer carrera, primero como registrador de la propiedad y luego en la política, como lo podía haber probado en el canto, el fútbol o el toreo, de haber tenido las habilidades correspondientes. Es el funcionario que ha ido de promoción en promoción hasta alcanzar el cargo deseado. Nada que ver con lo que los ciudadanos esperamos de alguien que va a tener que tomar graves decisiones sobre el bienestar colectivo de una sociedad: una reflexión, una elaboración intelectual, buena o mala pero honesta, sobre el escenario en el que se tendrán que tomar esas decisiones: sus gentes, su historia, su mentalidad, sus recursos.

Pero no nos alarmemos. Rajoy no es el malo. Es el ejemplo de una clase política (¿una muestra de la sociedad de la que ha sido extraída?) cuyo paso por la política se hace pensando en los privilegios personales y de tribu que dicha actividad reporta. En muchos casos, según parece por las informaciones que atónitos recibimos los ciudadanos, con posibles connotaciones delictivas que demostrarían una avidez y un impulso de acaparamiento que a muchos nos resulta difícil entender.

Pero volviendo a la política de primer nivel, creo que no podemos sentirnos muy satisfechos de los presidentes que hemos podido elegir desde que está en vigor la actual Constitución. Y eso, en estos días de resaca del 11S, me lleva a reflexionar sobre el supuesto "crecimiento del independentismo".

Desde el discurso nacionalista oficial, se nos presenta dicho fenómeno como algo ante lo que no hay que pararse a buscar explicación, sino simplemente aceptarlo acríticamente (Cataluña es así) y correr a satisfacerlo. Pero a las mentes inquietas, eso no nos sirve. Si hay crecimiento es porque antes no había tanto. Es decir, que no es un "Cataluña es así", sino que ha habido una serie de factores que lo favorecen.

Yo me atrevo a apuntar una serie de explicaciones. Una es, obviamente, más de 30 años de régimen controlando la enseñanza, importantes medios de comunicación y la sociedad civil. Un segundo motivo muy importante del "crecimiento del independentismo" es la propensión de amplios sectores de la sociedad a prepararse para que cuando la situación de crisis se haya resuelto, quedar en el lado de los vencedores.

Y un tercer motivo es la espantosa mediocridad de los dirigentes que han tenido la responsabilidad de dirigir España. Que en una sociedad, cuyas zonas más pobladas somos básicamente una mezcla de toda España, se haya asumido el nacionalismo como ideología dominante es, sin lugar a dudas, un monumento a su ineptitud.