Siempre he huido del debate sobre los derechos lingüísticos como un problema en sí mismo, es decir un problema de derechos de la lengua tal o cual. En Cataluña este debate es interesado y alentado desde el poder y los medios de comunicación en un intento de manipular la realidad, así, todo lo que no sea defender la preeminencia del catalán como lengua propia es atacarla y ser anticatalanista. Y si criticas el sistema lingüístico impuesto por los distintos gobiernos autonómicos acabas siendo tildado de españolista, cuando no de franquista o fascista.
El elemento central del sistema educativo catalán, que tanto CiU como PSC han llevado adelante con la colaboración de ERC e ICV-EUiA, es la titularidad del catalán como lengua vehicular única. El castellano se imparte como una asignatura más con igual o menor tiempo que el dedicado al inglés.
Pensar que solo es un problema sobre el derecho a recibir la primera enseñanza en la lengua familiar es no ver todo lo que hay detrás de ese proyecto. En los últimos tiempos el nacionalismo ya muestra su verdadera cara en la confianza de que, con los 30 años de la llamada inmersión lingüística, el trabajo está dando sus frutos. Todo ello al calor de una crisis económica que despierta los miedos en las clases medias y burguesas catalanas, que tienden a refugiarse en opciones políticas conservadoras y proteccionistas (no será la primera vez en la historia que sucede; sin ir muy lejos, los posicionamientos de esas clases en la Guerra Civil española se situaron junto al franquismo). El secesionismo actual no deja de ser la evolución lógica de un nacionalismo que busca su identidad en un pasado situado en el feudalismo y que se alimenta de un romanticismo de juegos florales. Un nacionalismo basado, no en los valores de las revoluciones francesa y americana que dieron lugar a la creación de los estados-nación modernos, sino en el de la búsqueda de los orígenes, de la identidad indeleble y por encima de los individuos y aún más, por encima de clases sociales.
Es evidente que la educación es la herramienta de socialización por excelencia y todos los estados la utilizan para la generación de sentimientos de pertenencia que cohesionen dicha sociedad
La mal llamada inmersión lingüística es más que la enseñanza única de un idioma como sucede en cualquier lugar donde exista una sola lengua mayoritaria; en Cataluña, guste o no, hay dos. Es la pretensión de educar de una forma unívoca, de crear unos sentimientos exclusivos y excluyentes de pertenencia, de inventar una historia del pueblo elegido víctima de la malvada madrastra.
La construcción de la nación catalana precisaba de la construcción del enemigo opresor: "España, esa que nos roba". Pero es el nacionalismo quien roba al resto de ciudadanos la idea, la definición de España. La equiparación interesada y facilona de España=franquismo ha calado en Cataluña y por emulación en otras Comunidades Autónomas, olvidando que esta sociedad y sus dirigentes formaban parte de ese franquismo, sufriéndolo unos, beneficiándose otros, como en toda España. Esa España opresora, que hoy no existe, sirve perfectamente a los intereses de las clases políticas surgidas al calor de la identidad pequeña y provinciana que alimenta el victimismo nacionalista; catalán o vasco en sus inicios, pero gallego, balear, andaluz, castellano o leonés en otros lugares. Es el enemigo que te autojustifica y te libera de responsabilidades.
Existe una España que puja por salir y que sus valores se encarnaron en la constitución de 1812 y después en la II Republica, es la España de la igualdad, la libertad y la fraternidad. Es la España que luchó contra el franquismo y que quería un Estado social y de derecho y no este remiendo que nos han traído entre los dos grandes partidos, PP y PSOE, con la colaboración continuada, ora con uno ora con otro, de ese nacionalismo insolidario y egoísta que padecemos.
Es evidente que la educación es la herramienta de socialización por excelencia y todos los estados la utilizan para la generación de sentimientos de pertenencia que cohesionen dicha sociedad. En una sociedad democrática esa función socializadora ha de estar orientada a la formación de ciudadanos libres y críticos, por ello debe abstenerse de crear sentimientos identitarios excluyentes, es decir el sistema educativo debería ser laico respecto a la identidad de los estudiantes, como creo debe serlo respecto a las creencias religiosas.
Asumida esta laicidad, que las Comunidades Autónomas (o federaciones) tengan la competencia sobre educación no debería ser problemático, pero la realidad tras más de tres décadas de Estado autonómico nos demuestra que fue una ingenuidad de la Transición. Es la Administración General del Estado la que ha de ser garante de la igualdad de los ciudadanos. Y la educación y la sanidad son derechos que actualmente peligran según la Comunidad en la que vivas. La alternativa es obvia: ambas competencias deberían revertir en una reforma constitucional futura al Estado central.
Es hora de apostar por una escuela pública de calidad gestionada públicamente
Se dice y critica al Gobierno autonómico de CiU porque, con el apoyo y/o connivencia de ERC, ICV-EUiA, PSC y CUP está creando entes propios de un Estado, olvidando que el primer ente de ese Estado fue cedido en forma de competencia. Es en Cataluña donde se aplica la LOGSE con mayor ahínco, donde la escuela concertada ha crecido más y por tanto donde más dinero publico se ha destinado a la escuela privada. Es en esta Comunidad donde la desobediencia a las sentencias de los tribunales sobre el tema lingüístico se hace como si de un Estado independiente se tratara (más si cabe viendo la dócil actitud del Gobierno de Rajoy respecto a las directrices de la UE). Hace años que la criticada, ahora en la Comunidad de Madrid, gestión privada (privatización) de la sanidad pública se aplica en Cataluña.
Es evidente que la nueva ley de educación de Wert no resolverá las deficiencias de la educación en España y menos en Cataluña. Y que esta camina hacia un sistema donde la escuela pública será cada día más precaria y se potenciará la escuela privada. La pretendida solución de Wert al problema de la inmersión lingüística señala qué tipo de proyecto tiene la derecha: la instauración del cheque escolar. Esa solución para el que quiera una enseñanza bilingüe en Cataluña solo podrán afrontarla clases medias y pequeño burguesas que puedan asumir las cuotas añadidas (complementarias al cheque escolar) que exigirán los pocos colegios privados y/o privados-concertados que se atrevan a asumir un proyecto bilingüe. Las clases trabajadoras seguirán condenadas a una escuela de asimilación identitaria (aculturación) con alto grado de fracaso escolar.
Cuando Rubalcaba firma junto a nacionalistas la derogación futura de la ley Wert no hace más que emular a Mas cuando firmó ante notario su antiespañolismo (eso si, disfrazado de anti PP). Derogar esta ley no solventará tampoco el problema de la enseñanza en España. Es hora de apostar por una escuela pública de calidad gestionada públicamente. La escuela concertada (LOGSE) es un proyecto socio-liberal que terminará derivando en otro plenamente liberal a tenor de lo planteado por Wert. ¿Dónde está el proyecto de la izquierda? Y sobre la lengua y la identidad parece obvia la solución: sociedad bilingüe y escuela bilingüe. La identidad es personal y la escuela no debe alentar identidades excluyentes; la diversidad es un hecho y un valor democrático; la igualdad, un derecho y esto es lo que hay que reivindicar: la igualdad.
Estaba previsto que en el Parlamento autonómico se voatase una proposición presentada por Ciudadanos y PP para que el castellano sea lengua vehicular en paridad con el catalán en la enseñanza en Cataluña. Parece una propuesta razonable, sin embargo, el resto de grupos votaron en contra con la falacia de que lo que se pretende es excluir al catalán y atacar a Cataluña. Puedo entender que CiU, ERC y CUP lo hagan, pero no puedo entender el voto de PSC e ICV-EUiA. Sus votantes son mayoritariamente castellanohablantes, pertenecen a la clase trabajadora y son los que más sufren el secesionismo y sus políticas identitarias, sus recortes en sanidad y educación. Sus cúpulas están dominadas por secesionistas donde las ideas de cambio social y económico han sido abandonadas y su lucha social es más estética que real, su gran obsesión es la secesión y para ello no dudan en aliarse con los representantes del capital, sea este catalán, español (Ferrovial/Millet) o internacional.
El acomplejamiento de la clase trabajadora, mayoritariamente castellano hablante, generado desde la Transición ha interiorizado una culpa impropia: la represión franquista de la lengua catalana
Hoy, el nacionalismo apuesta sin ambages por la secesión y desde la izquierda no han salido voces críticas a este despropósito que apunta contra la clase trabajadora en Cataluña y en toda España. El desviacionismo hacia posiciones nacionalistas de partidos autodenominados de izquierda deja desprotegida a gran parte de la población catalana. A la alienación socio-económica se une una alienación cultural a través de todo el entramado mediático y social, fuertemente subvencionado, que junto al proceso de aculturación de la escuela y a la alineación de la izquierda parlamentaria (PSC, ICV-EUiA, CUP), la no parlamentaria (Anticapitalistes, Iniciativa Internacionalista, PConstituens, etc.) y todos los sindicatos (UGT, CCOO, IAC, COBAS, CGT, etc.) junto al secesionismo, ha dejado huérfanos e incapaces de levantar un proyecto de izquierdas a los trabajadores de Cataluña.
El acomplejamiento de la clase trabajadora, mayoritariamente castellanohablante, generado desde una Transición mal explicada; interiorizando una culpa impropia: la represión franquista de la lengua catalana; le ha llevado a asumir como clase subalterna un proyecto (el secesionismo) que no entiende y que internamente repele, pero sin capacidad para rebelarse. Todo ello ha permitido que al nacionalismo/secesionismo le haya sido fácil acceder a la dirección de los partidos de izquierda, prácticamente sin oposición, aplaudiendo y en algún caso haciendo directamente el papel de los nacionalistas (Montilla es el paradigma). La izquierda en Cataluña es un erial.
La presencia de la izquierda española en la vida catalana queda descartada a tenor de las últimas negociaciones de PSOE y PSC. A IU ni se le espera. Así pues, cada vez se ve más clara la necesidad de crear una Alternativa Socialista en Cataluña que huya de identidades y secesiones y se centre en los problemas de la clase trabajadora, una clase trabajadora que no tiene fronteras en el Ebro y que aspira a un cambio social y económico en toda España. Una alternativa que ha de empezar aquí, en Cataluña.
Las bases de dicho proyecto están en el documento Por la Refundación Socialista en Cataluña. Y se ha de constituir con otros una Alternativa Socialista en España que sea capaz de afrontar otros problemas como son la pérdida de nuestra soberanía económica respecto a la UE (desde un europeísmo solidario) y se replantee su salida del euro como forma de tener políticas monetarias propias; que plantee la necesidad de crear una banca pública al servicio de las PYMES y de los ciudadanos, no privatizando las cajas y bancos nacionalizados. Que priorice la creación de empleo y elimine las restricciones impuestas en la Constitución al crecimiento de déficit público. Una refundación socialista que apueste por el cambio social y económico hacia una España más justa, equitativa y democrática.
Es el momento de empezar a planteárselo, y hacerlo desde Barcelona es casi una necesidad ya que en otros lados de España todavía persiste una miopía respecto al nacionalismo de izquierda, salvo honrosas excepciones como, entre otros, la de Santiago Armesilla de Izquierda Hispánica.