Dice el consejero Mascarell, historiador, que España es una anomalía, histórica. Y tiene toda la razón del mundo, a no ser que lo que quiera decir es que esa anomalía es precisamente su problema, "el problema de España". Porque, a pesar de sus particulares rarezas, que haberlas haylas, lo problemático que hay en España es precisamente lo normal que queda en ella.
Esto sirve sólo para constatar lo obvio: que hay excepcionalidades muy dignas de ser defendidas
Porque nada tienen de original ni anómalo los vicios españoles. No creo que haya nada más normal que el cainismo, el sectarismo, la demagogia, el histerismo (público y publicado), la corrupción, la corruptela, la precariedad económica, el despilfarro público, los apuros privados, la confusión de lo uno con lo otro, el menosprecio de lo común, la constante apología de lo particular, la fragilidad de la justicia, de las instituciones y del Estado de derecho ni un interminable etcétera de maldades que nos alejan de la ideal democracia en la que se supone que todos querríamos vivir. Incluso el autoritarismo, la desorientación y la jerarquización que denuncia el consejero serían la regla histórica y no su excepción.
Todo esto, claro está, sirve sólo para constatar lo obvio: que hay excepcionalidades muy dignas de ser defendidas. Y hasta podría decirse que sólo las excepcionalidades históricas son dignas de ser defendidas. Incluso algunas excepcionalidades españolas. Y hasta la de una Cataluña independiente, liberal, democrática, próspera, rica y plena.
Que lo difícil e impresentable sería la defensa de la bárbara normalidad histórica. Y que confundir lo que es excepcional (aunque parezca insuficiente) con lo que es normal (aunque parezca superado) no sólo es causa del menosprecio al Estado español y a sus instituciones democráticas sino de la exagerada confianza en la sencillez y la bondad de su disolución, en las virtudes de la independencia. Es lo que lleva a creer que si no se hace nada mal todo irá bien, cuando lo normal es que todo vaya mal a no ser que se haga extraordinariamente bien.