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El presidente de Junts, Carles Puigdemont, durante una rueda de prensa esta semana en Perpiñán

El presidente de Junts, Carles Puigdemont, durante una rueda de prensa esta semana en Perpiñán Glòria Sánchez Europa Press

Pensamiento

En otoño pasarán cosas: ¿Moción de censura?

"Poner freno a la ultraderecha, llámese Vox o Aliança, es el punto de unión entre Junts y PP"

Publicada

El 30 de diciembre de 1984, Jordi Pujol fue nombrado “Español del año” por el diario Abc de Luis María Ansón. Era el colofón a una defensa numantina del diario conservador en favor del presidente de la Generalitat tras el estallido de Banca Catalana. Se presentaba a Pujol como víctima del socialismo y se le rindió homenaje en una cena que se celebró en Madrid el 17 de abril de 1985.

Meses antes, Abc se desgañitaba en sus editoriales en defensa de Pujol. “Desde su victoria en las elecciones autonómicas del 29 de abril, Jordi Pujol simboliza en Cataluña la posibilidad de victoria sobre el socialismo en las elecciones de 1986. Por eso esta acción del Gobierno contra el reelegido presidente de la Generalidad ofrece más de un aspecto dudoso”, decía el 20 de mayo.

El 23, en otro editorial titulado “La ceguera del PSOE”, afirmaba sin rubor “por intereses de partido, el Gobierno ha abierto una crisis de Estado. En un momento de crispación autonómica, Cataluña y Jordi Pujol están manteniendo una actitud constructiva y responsable. Lo que el Gobierno ha hecho no es una maniobra política, sino una ofensa a Cataluña. Aunque las irregularidades de la Banca Catalana fueran ciertas, no puede imputarse su culpabilidad al actual presidente de la Generalidad. Al instar esta querella se está ofendiendo al 115 presidente de la Generalidad y con ella al pueblo catalán que le ha elegido por mayoría”.

La orquesta afinaba con un claro objetivo: llevar a Convergència de la mano de la Alianza Popular de Manuel Fraga a una victoria en las generales de 1986. No lo consiguieron y el PSOE revalidó la mayoría absoluta. En 1995 se repitió el escenario. Los medios conservadores jaleaban a Julio Anguita para que apoyara una moción de censura del PP de Aznar a un Felipe González atenazado por los casos de corrupción con el GAL a la cabeza.

La pinza no fructificó, pero sentó las bases de la victoria de Aznar en 1996, donde fue apoyado por Pujol. Aznar pasó página de su “Pujol enano habla en castellano” a hablar catalán en la intimidad. Pujol fue jaleado por la prensa conservadora y el traspaso del IRPF o las competencias de tráfico a los Mossos no rompían el Estado.

En la actualidad, la prensa conservadora vuelve a jalear a Puigdemont. Miriam Nogueras se pasea por las televisiones que le dan un barniz de “política de estado” y las opiniones en Madrid desempolvan elogios a Junts y recriminan al PSOE que incumpla sus compromisos, que la derecha siempre ha repudiado. Pero, el guion está cambiando. Junts está acorralado en Cataluña por Aliança Catalana. Sus éxitos en Madrid brillan por su ausencia. Por tanto, no es descabellado pensar en una moción de censura.

El vicepresidente de Junts, Antoni Castellà, la desempolvó en octubre, el mismo día que se reunía la cumbre de Junts en Waterloo. Era una moción instrumental sin Feijóo como candidato para echar a Sánchez y convocar elecciones. La teorizó Gonzalo Boye en un artículo en El Nacional donde enviaba un claro mensaje a los de Feijóo: “El PP, si no deja atrás de inmediato el miedo, rectifica su estrategia y apuesta por una salida imaginativa —que combine visión estratégica, valentía, neutralidad y sentido de transición, es decir, que resulte asumible por todos—, seguirá perdiendo crédito y escaños potenciales. Solo una propuesta capaz de superar la parálisis actual y abrir definitivamente el camino hacia unas nuevas elecciones podrá despejar el futuro”.

El abogado de Puigdemont sentenciaba: “De lo contrario, Vox y sus imitadores catalanes continuarán capitalizando el descontento y copando titulares, aunque sin ofrecer respuestas reales". Poner freno a la ultraderecha, llámese Vox o Aliança, es el punto de unión entre Junts y PP. Se sienten amenazados y eso les llevará a entenderse y para ese entendimiento tendrán el apoyo de la Brunete mediática madrileña. No en vano, en estos días se oye con asiduidad la existencia de una pinza entre Vox y PSOE. La pinza no existe. Lo que sí existe es la demoscopia que apunta a una sangría de votos del PP a Vox y de Junts a Aliança.

Por eso Puigdemont ha roto. Deja a Sánchez colgado de un hilo, pero todavía no lo rompe. No es el momento, pero ese momentum llegará. Cada día que pasa la grieta de votos aumenta por mucho que Puigdemont se haya puesto de nuevo la camiseta independentista y se haya erigido en el valedor de Cataluña.

Feijóo y Puigdemont se hacen arrumacos y solo les queda fijar el momento de su solución imaginativa, y ese momento lo puede dar el Constitucional pidiendo que se cumpla la amnistía de Puigdemont para que vuelva a España. Recuerden la premonitoria frase “en otoño pasarán cosas”. Y pasarán. Se pondrán de acuerdo porque se necesitan.