Isabel Rosell
Isabel Rosell celebra a Malevich
“En estos tiempos donde el relato inane y sentimental y la palabrería amorfa lo invade todo, y ahoga la libertad, el genio de Malevich destaca entre mis preferidos"
Más información: Unas palabras de Borrell
En los ámbitos culturales oficiales de Madrid hubo un tiempo, no muy lejano, en que se hablaba catalán: eran profesionales catalanes instalados en la capital los que dirigían las artes escénicas, los museos, algunas editoriales, los cosos líricos y musicales. Todavía hoy es un poco así.
La barcelonesa Isabel Rosell Volart, tras una notable experiencia como gestora en grandes empresas editoriales, periodísticas y energéticas con sede en Barcelona, se trasladó a Madrid, donde fue en la primera década de este siglo directora general de Bellas Artes, del Libro y de los Archivos de la Comunidad autónoma. Inauguró bibliotecas públicas, llevó personalmente el centro de exposiciones de la Comunidad en la calle Alcalá, creó el Museo Centro de Arte 2 de Mayo, o CA2M, el equivalente madrileño al MACBA, entre otras iniciativas coronadas por el éxito. Con este curriculum no hace falta decir que Rosell es una de las figuras culturales más expertas y competentes entre los conservadores de la capital.
Concejala por el PP durante la alcaldía de Manuela Carmena, actualmente es consejera del ayuntamiento, adjunta al alcalde de Madrid.
Aunque no nos vemos casi nunca (pues me he convertido en un hombre telefónico), la conozco desde hace muchos años y para nada me ha sorprendido que cuando le he preguntado (por teléfono, claro) qué obra de arte contemporáneo, si pudiera elegir, se llevaría a casa, eligiera el big bang del arte contemporáneo, el famoso Cuadrado negro de Kazimir Malevich.
'Cuadrado negro', de Zazimir Malevich
“En estos tiempos donde el relato inane y sentimental y la palabrería amorfa lo invade todo, y ahoga la libertad, el genio de Malevich destaca entre mis preferidos. Alguien que fue capaz de despojar al arte de todas sus ataduras seculares y ampliar ad infinitum la dimensión de las vanguardias... Algunos estudiosos del suprematismo afirman que su obra desborda lo pictórico para adentrase en la espesura filosófica… No seré yo quien descifre la profundidad de Malvich pero si hoy tuviera que llevarme a casa y convivir con una obra sería su Cuadrado negro sobre fondo blanco, de 1915. Todo un manifiesto, cuya pureza hoy resulta un antídoto contra la atronadora vacuidad de un arte estéril e ideologizado".
'Última exposición futurista', con el 'Cuadrado negro' en la esquina
Interesante la visión de Rosell sobre esta obra del gran suprematista. Ese famoso Cuadrado negro, del que hay una versión en el museo Ruso de San Petersburgo, otra en el Hermitage, otra se ha perdido y la cuarta se halla en la galería Tetriakov de Moscú –y los verdaderos expertos en arte son bien capaces, como yo he visto, de discutir largamente si es mejor una versión u otra--, se expuso por vez primera en la llamada Última Exposición Futurista de Pinturas 0.10, en San Petersburgo. El Cuadrado Negro colgaba en una esquina, como los iconos ortodoxos en las casas particulares. Este “icono”, y las demás pinturas negras, se proponían ser el grado cero de la representación, el fin de todas las representaciones tradicionales de la pintura y el principio de algo totalmente nuevo y diferente. En este sentido, desde luego que la interpretación de Isabel Rosell es muy válida. En efecto, lo que vino después del gesto del gran precursor ruso (al que el nuevo poder sovbiético le hizo la vida imposible; pero ésta es otra historia) fue muy diferente a todo lo visto hasta entonces: nada menos que el “novecientos”, la mayor explosión del arte y la creatividad que habían visto los siglos.