La presidenta Ayuso es un personaje cada vez más estrambótico, sus predicas e intervenciones buscan obsesivamente protagonismo a nivel nacional, los problemas de los ciudadanos madrileños/as parecen ocupar un lugar marginal entre sus preocupaciones y propuestas.

La última “perla dialéctica” de la presidenta es recurrir a una desafortunada e hiperbólica referencia a las matanzas de Sarajevo, pretendiendo, como es habitual en ella, recabar la atención y el protagonismo, aunque solo sea por unas horas.

Sus extravagantes y desafortunadas declaraciones, intentando establecer similitudes entre las manifestaciones de los madrileños/as contra el genocidio de Gaza, durante la etapa final de la Vuelta Ciclista a España, con la masacre de Sarajevo llevada a cabo por el ultranacionalismo populista serbio-croata, indica profunda ignorancia y sobre todo una enfermiza obsesión protagónica.

La presidenta, ya sea por ignorancia o por mala fe, desconoce o pretende instrumentalizar la historia, en este caso, para justificar sus desatinos. La desintegración de la antigua Yugoslavia y, en concreto, la matanza de la Sarajevo bosnia-musulmana a comienzos de los años noventa fue uno de los conflictos más sangrientos en Europa tras la Segunda Guerra Mundial.

La falta de un liderazgo fuerte con la muerte de Tito y sobre todo el auge de los nacionalismos hicieron imposible mantener la unidad de un Estado multinacional. Por mucho que lo intente la presidenta no tiene nada que ver con la España de hoy.

Las declaraciones de la presidenta nos brindan la oportunidad de denunciar y reflexionar sobre las consecuencias de la violencia ejercida por los ultras-nacionalistas, tan cercanos al credo ideológico de la presidenta.

Las ideas ultranacionalistas y populistas que hoy encarnan líderes como Donald Trump en Estados Unidos o sus homólogos europeos —Abascal, Ayuso, Orbán, Meloni o el AfD alemán— presentan paralelismos inquietantes con las ideologías ultranacionalistas que condujeron a la masacre balcánica.

Aunque los contextos históricos y geopolíticos son distintos, el núcleo del discurso comparte elementos comunes: la exaltación de la nación como entidad amenazada, la existencia del “otro”, culpable de todos los males. Para el actual ultranacionalismo, los enemigos son inmigrantes, minorías culturales, feminismo o instituciones supranacionales.

El mecanismo es idéntico: simplificar la complejidad social señalando un culpable único que explica todos los problemas.

Hoy, en Europa y en la América de Trump los líderes populistas rara vez llaman abiertamente a la violencia, pero su retórica erosiona consensos democráticos, legitima el odio y alimenta el clima de confrontación social y cultural, lo que nos obliga a reflexionar acerca de cómo la manipulación de los sentimientos por parte del nacionalismo exacerbado puede conducir, más temprano que tarde, a fracturas sociales irreversibles y conflictos bélicos no deseados.

La manipulación del resentimiento y la identidad sigue siendo un arma poderosa, y su banalización podría abrir la puerta a conflictos más graves. El caso balcánico enseña que la exaltación nacionalista, puede degenerar en violencia, Sarajevo ayer, Gaza hoy, encarnan, la idea de la superioridad étnica y el exterminio de los “diferentes”, en ambos casos se utiliza como coartada el derecho a defender la nación étnica-religiosa.

El asedio de Sarajevo (1992–1996), fue uno de los episodios más sangrientos de la guerra en Bosnia-Herzegovina, durante la cual la capital bosnia estuvo cercada por fuerzas serbias durante casi cuatro años. La población civil sufrió constantes bombardeos y francotiradores que causaron más de 11.000 muertos.

La guerra dejó más de 100.000 muertos y más de dos millones de desplazados, generando la mayor crisis humanitaria en Europa desde 1945. Aunque el contexto actual es distinto (UE, instituciones más sólidas, opinión pública global), la persistencia de discursos excluyentes y el deterioro democrático generan un riesgo real de fractura social.

Es digno de destacar el rol solidario que jugó en ese momento el Ajuntament de Barcelona. En plena guerra en 1994 se firmaron los primeros acuerdos de colaboración Barcelona–Sarajevo, que implicaron el compromiso solidario de nuestra ciudad en la reconstrucción de la ciudad asediada.

El 13 de marzo de 1996 se inaugura la “Embajada de la Democracia Local” en Sarajevo, más adelante en septiembre de 1996 se produce la firma formal de un acuerdo para la colaboración de Barcelona en la rehabilitación del barrio de Mojmilo (construido para los JJ.OO. de invierno de 1984 y destruido durante la guerra).

Recuerdo mi entrada a la ciudad en el año 1996 formando parte del equipo de técnicos de la consultora TUBSA (Tecnologías Urbanas Barcelona S.A) – creada por el alcalde Maragall como instrumento de cooperación internacional del Ajuntament de Barcelona –, encargada de coordinar los trabajos para la reconstrucción de la ciudad.

Me costará olvidar la terrible visión de los edificios humeantes de una ciudad destruida por los bombardeos de la artillería Serbia y sobre todo los miles de tumbas diseminadas en los parques y jardines de la ciudad mártir.

Permitirme finalizar con una última reflexión sobre las declaraciones de la presidenta Ayuso y que forman parte de su aspiración nunca negada de llegar a la presidencia del Gobierno de España. Ello le supondrá una dura batalla para desbancar a su “jefe” Feijóo e intentar liderar la futura alianza “trumpista”: Ayuso/Abascal. ¡La batalla acaba de comenzar!