El sector del taller mecánico en España es un gigante de la posguerra, compuesto por más de 44.000 talleres registrados que van desde negocios unipersonales hasta grandes establecimientos con multitud de trabajadores.
Pero detrás de la reparación de frenos, el cambio de aceite y el diagnóstico de motores, se esconde una realidad de sacrificio, esfuerzo y una burocracia asfixiante. Mientras los emprendedores de este sector luchan por mantenerse en pie en un mercado que evoluciona a un ritmo vertiginoso, las barreras de entrada y los costos operativos son cada vez más difíciles de superar.
El clamor de los propietarios es unánime: la presión fiscal y el coste de la mano de obra hacen que la expansión, o incluso la mera supervivencia, sea un desafío constante. Como señala Toni, la dificultad para contratar es brutal: "no puedes contratar un chaval, hoy en día te supone 3000 € al mes, tío meter una persona estamos hablando de como poco 3000 €".
Esta cifra no solo refleja el salario, sino el coste total que el autónomo debe asumir en impuestos y seguros, los cuales superan con creces lo que se le da realmente al empleado. El ideal, irreal, de pagar 1.500 € a la persona y solo 500 € de seguro, cambiaría la situación, pero la realidad impositiva en España es otra.
A ello le sumas el elevado coste de operación y la necesidad de competir, que obligan a los dueños de talleres a sacrificar su vida personal. Sus jornadas laborales son extremadamente largas, empezando a las 6 de la mañana y llegando a casa a las 10, 10:30, o incluso pasadas las 10:30 de la noche.
En muchos casos, la baja de paternidad que pudo tomar para sus dos hijos fue de solo dos días. Esta dedicación absoluta implica sacrificar tiempo para sí mismo y para la familia.
A estos sacrificios de tiempo se suma la imposibilidad de cobrar ciertas horas de trabajo. Las averías "gordísimas" pueden requerir que el mecánico esté una semana prospectando para poder solucionar el problema.
Ha habido casos en los que se han dedicado 25 horas a un coche por un problema electrónico sin poder cobrar ese tiempo al cliente, lo que se traduce en no ganar dinero con esa reparación.
Falta de relevo generacional
A esto se añade el riesgo de los "clientes fantasma" o "nuevos ricos" que encargan servicios, prometen pagar a fin de mes, y luego desaparecen, dejando deudas que pueden ascender a 20.000 €. En definitiva, "aquí no hay leyes para obligar a esta gente a pagar este dinero".
Otro de los grandes desafíos es la adaptación tecnológica. La electrónica domina los vehículos modernos, y los coches son cada día más complicados de reparar al ser multimarca y con normativas que cambian constantemente.
Esto exige una formación continua. Los dueños tienen que hacer cursillos los sábados, a veces plegando a las 7 u 8 de la tarde y haciendo cursos hasta las 10 u 11 de la noche. Quien no se sube a este carro, se queda atrás.
Además del reto tecnológico, existe un problema crítico de relevo generacional: "no hay personal cualificado para reparación de automóviles". Los dueños llevan años buscando mecánicos, y se quejan de que los jóvenes que salen de las escuelas a veces no saben ni levantar el coche al elevador ni sacar una rueda. A pesar de que es un sector que mueve dinero y ofrece sueldos que no son bajos, no hay profesionales.
