Kristoffer Kristofferson (1936-2024) falleció hace unos días en su casa en la isla de Maui, Hawai, a los 88 años. Al tratar de cifrar su experiencia vital, nos encontramos con la dificultad de que, buena parte de ella parece mentira: tal es la profundidad de sus logros, los giros de guion en su peripecia y la amplitud de sus intereses. Como si se en vez de pertenecer al género de la biografía, la suya se circunscribiera al de la fábula o la epopeya; como si hubiese sido escrita por un Ernest Hemingway hiperbólico o dirigida por el Tim Burton de Big Fish. Así, Kristofferson ejerció, entre otras muchas cosas y no en este preciso orden, como influyente cantautor country, estrella de Hollywood, deportista de éxito, bellezón impenitente, piloto de helicópteros, oficial del Ejército norteamericano, conserje de discográfica, defensor de las causas justas y talentoso escritor precoz.
En el apartado musical, deja para la historia clásicos como Me and Bobby McGuee, o Help Me Make It Through the Night –que sirvió como melodía de arranque de la película Fat City dirigida por John Huston– y otra buena decena de canciones que han sido hits en las voces de intérpretes como Janis Joplin, Joni Mitchell o Elvis Presley. Su manera de entender el country supuso un paso adelante en la escena de Nashville y se ganó el respeto y la admiración de sus predecesores Willie Nelson y Johnny Cash. Suyos son también clásicos del género como For the Good Times o Sunday Morfín’ Comin’ Down.
Como actor participó en un puñado de buenas películas, sobre todo en los años setenta, tal vez sus años de mayor popularidad. Fue elegido por Sam Pekinpah para actuar como Billy el niño en el aclamado western Pat Garrett y Billy the kid. Fue John Norman Howard, la estrella de rock en caída libre que se enamora de Barbara Streisand en el segundo remake de Ha nacido una estrella, interpretación con la que ganó un Globo de Oro y que en la última versión interpreta Bradley Cooper. Acompañó a Michael Cimino en el desastre comercial y fenómeno de culto: La puerta del cielo. También rodó papeles secundarios con directores de la talla de Martin Scorsese o Todd Haines. Después de unos años de olvido fue rescatado para el cine comercial en la trilogía de películas Blade, donde hace de mentor pasado de vueltas del cazavampiros Wesley Snipes.
Nacido en Brownsville, Texas, el 22 de junio de 1936, en una familia de tradición militar, los primeros años de su vida estuvieron marcados por los constantes cambios de destino de su padre. Aún y así, el joven Kristofferson destaca tanto como atleta –en una panoplia de deportes que van del boxeo al rugby pasando por el futbol y el atletismo– como estudiante. Su currículum es tan brillante que consigue una beca para estudiar Literatura en Oxford. Parece que fue allí, en el campus inglés, donde empezó a escribir sus primeras canciones, al principio sin demasiado éxito.
Después de graduarse con honores en la universidad, en uno de esos giros de guion al que se volverá tan aficionado, cede ante el deseo paterno y se alista en el Ejército. Allí destaca en el pilotaje de helicópteros y es destinado a Alemania Occidental. Cuando le proponen el codiciado puesto de profesor de Lengua y Literatura Inglesa en la academia de West Point lo abandona todo –distanciamiento con familia y primera esposa incluido: Fran Mavia Beer–para trabajar como conserje en Nashville y piloto de helicópteros para una compañía privada.
Nashville era –todavía es—la meca de la música americana de raíz. El lugar donde hay que estar para construir una carrera sólida y profunda. Kristoffeson lo sabe y friega suelos en Columbia Records para estar más cerca de las estrellas a las que admira, como creyendo en el contagio de talento a través de los objetos y espacios. Parece que le dio una de sus primera maquetas a la cantante June Carter para que se la pasara a su esposo, Johnny Cash. Cuenta la leyenda que, al cerciorarse de que su empeño no había tenido éxito, Kristofferson se plantó un día con su helicóptero y lo aterrizó en el jardín de la mansión del matrimonio. Cash dice que con una cerveza en una mano y un cassette con Sunday morning, Coming down en la otra. Kristofferson aseguró que la anécdota no es cierta. Que en ese vuelo no llevaba cerveza. Que Johnny no estaba en casa. El caso es que Cash grabó la canción y el resto es historia.
La obra de Kristofferson destaca por su voz de barítono y su talento compositivo. Sus canciones no huyen de la sentimentalidad más directa, pero a la vez abordan temáticas espirituales o de denuncia social. A menudo introspectivas y melancólicas, exploran narrativamente temas como la soledad, la muerte y la redención. En su extensa discografía destacan los títulos que grabó en los setenta, como Kristofferson –su homónimo álbum de debut–, The silver tongued devil and I –que contiene The Pilgrim Chapter, 33–, Jesus was a Capricorn o la banda sonora de A Star is Born.
También colaboró de forma asidua con otros artistas. A menudo combinando la performance artística con la relación sentimental. Sus romances con Rita Coolidge –con la que grabó Full Moon–, Barbara Streisand, Joan Baez o Janis Joplin –que con Kriss no tuvo que hacer ninguna excepción en su preferencia por los hombres guapos– fueron la comidilla de los medios sensacionalistas de la época.
En 1985, Kristofferson, ya un poco de bajada, se unió a sus colegas crepusculares Waylon Jennings, Willie Nelson y Johnny Cash para formar The Highwaymen, un supergrupo al estilo Cream, Crosby, Still, Nash & Young o The Traveling Wilburys, pero en versión outlaw country, que es la etiqueta que define a las piezas de las décadas de los setenta y los ochenta que trataron de agrandar el sonido country tradicional con sonoridades más cercanas al blues o al rock. Juntos grabaron varios álbumes, cerraron garitos y realizaron giras que consolidaron su camaradería y su estatus como iconos.
Aunque es cierto que su tono y su forma de narrar fue cambiando con los años, su obra posterior no consiguió el fervor del público. Y durante los últimos años de carrera –se vio obligado a dejar la música prematuramente debido a lo que se creía Alzheimer y acabó siendo la enfermedad de Lyme– se dedicó a glosar las canciones de esos años. Dejó dicho que le gustaría que en su tumba se inscribiera como epitafio las primeras estrofas de Bird on a Wire de Leonard Cohen: "Como un pájaro sobre el alambre, / como un borracho en un coro de la medianoche, / he intentado ser libre a mi manera".
A fe que lo consiguió.