Hace exactamente 42 años, el 1 de agosto de 1981, empezaron en Estados Unidos (no en las zonas más relevantes, sino en las que mostraban cierto interés por el futuro de la televisión por cable, entonces en mantillas) las emisiones de MTV (Music Tele Vision), que consistían en 24 horas al día de videoclips (otro arte en construcción) y en una versión audiovisual de los programas musicales de radio. El DJ (Disc Jockey) cedía su puesto al VJ (Video Jockey) y se ponía en marcha la industria del videoclip, que hasta entonces se había limitado a peliculitas esporádicas de grupos y cantantes.
Sus responsables eran una pandilla de jóvenes visionarios (a destacar la presencia del astuto Les Garland) por los que nadie daba un duro, ya que su invento era considerado por la industria del espectáculo como una salida de pata de banco que no iba a ninguna parte. Tras mucho porfiar, nuestros héroes lograron convencer a la Warner, que les soltó una pasta de risa para que pusieran en marcha su engendro, que se estrenó con la canción de los Buggles Video killed the radio star, que señalaba claramente al enemigo a abatir.
La primera MTV –nada que ver con la rentable basurilla actual, con sus premios, sus pompas, sus glorias y sus grotescos reality shows como Teen mom o el inenarrable Jersey Shore, aunque hay que reconocer que las aventuras animadas de los asquerosos Beavis & Butthead estuvieron la mar de bien- fue muy importante para los de mi quinta y para los que venían justo después de nosotros.
Centrada exclusivamente en el rock & roll, MTV no era más que la radio en colores y en movimiento, pero resultaba mucho más estimulante que la radio de toda la vida (aunque hubiera quien la tenía puesta todo el día de fondo y sin sonido, como los personajes de la primera novela de Bret Easton Ellis, Menos que cero).
Gracias a MTV, la producción de videoclips dio un paso de gigante, y hubo una época en la que, si no contabas con un video para apoyar tu nuevo aspirante a hit, no eras nadie. Esta bendición pop no duró mucho. MTV pasó en 1985 a manos del gigante Viacom, los principales VJ fueron despedidos y el objetivo del invento se inclinó definitivamente por el lucro de la casa madre.
Inevitable, supongo, pero así hemos llegado a la situación actual, en la que MTV es una especie de dinosaurio que no aporta gran cosa a la industria discográfica, tal vez también porque ésta está hecha unos zorros y nadie menor de cincuenta o sesenta años compra un disco ni que lo maten.
A mí, la primera MTV me parecía estupenda. De ahí que me tragara la otra noche en Movistar el documental I want my MTV (aquí traducido por MTV: la revolución del videoclip; el título original hace referencia a cuando los mandamases grabaron a figurones del pop como Mick Jagger o Pete Townsend clamando: “¡Quiero mi MTV!”), dirigido por Patrick Waldrop y Tyler Measom hace cuatro años.
Cual magdalena de Proust, me vino a la cabeza mi vieja adicción a MTV, de cuya evolución pude hacerme una idea bastante aproximada. Extender el canal por todo Estados Unidos fue una tarea titánica. Y no escasearon los problemas: primero, el cantante Rick James hizo notar la ausencia de artistas negros en la programación (cierto: lo solventaron adoptando a Michael Jackson y financiando el larguísimo videoclip de Thriller, dirigido por John Landis y con la voz en off del gran Vincent Price); luego, cuando los hunos del heavy metal vieron que MTV era el vehículo ideal para su bombástica y ruidosa insania, atacaron las feministas (también con razón) por la cosificación de las mujeres en sus videoclips, trufados de mujeres semidesnudas, bronca que se repitió más adelante con el gangsta rap y sus tíos en chándal con pistolas y sus señoras con pinta de furcia.
MTV superó todas esas pegas, moderó su fundamentalismo rockero y se fue convirtiendo, paso a paso, en una máquina de ganar dinero. Hasta que llegó Internet. Dicen que la red acabó con el cine porno, y puede que también contribuyera a la obsolescencia del concepto MTV. ¿Para qué necesitabas un canal especializado en videoclips si podías rodar el tuyo, con el dinero de la discográfica, y colgarlo en YouTube, ahorrándote la molesta figura del intermediario con ánimo de lucro?
MTV tuvo que renovarse o morir, aunque en este caso yo diría que se trató de renovarse y morir, al menos en su espíritu. Puede que MTV siga siendo una empresa saneada (más que en sus gloriosos inicios, sin duda), pero ya no sirve ni para tenerla puesta de fondo y sin sonido, como hacían los personajes de Bret Easton Ellis.
Como se dice en estos casos, fue bueno mientras duró para los jóvenes adictos al rock & roll como quien esto firma y hasta para la industria de la fabricación de televisores: en Estados Unidos, muchos padres de familia tuvieron que comprar un segundo aparato para situarlo en el sótano y que sus hijos pudieran pasarse el día enganchados a esa música ruidosa e infernal sin amargarles la vida a sus progenitores. A fin de cuentas, ésa fue siempre la principal misión del rock & roll: molestar a tus padres. Ya sé que ahora se les puede seguir incordiando con el reguetón, pero, ¿qué quieren que les diga?, a mí no me parece lo mismo.