Shakira ha conseguido un colosal éxito de audiencia con su canción de resentimiento contra su ex marido, un futbolista del Barça que la sustituyó en su corazón por otra chica, más rubia y más joven. A componer esa canción vengativa le ha ayudado un argentino llamado “Bizarrap”… y, sobre todo, una joven cantante emergente, conocida en su casa bonaerense y alrededores, llamada Briella, que parece que es la auténtica autora de buena parte de la tonada y que se está pensando si denunciar el robo.
Pero parece que tendría pocas posibilidades de encontrar satisfacción en los tribunales, pues para que se reconozca el plagio debe haber “siete compases de similitud”, y la cancioncilla no los tiene. Briella debe de estar muy disgustada. Lo comprendo. Me pongo en su lugar: debe de ser bastante chocante escuchar a una cantante mundialmente famosa entrar en tu casa y robarte tus esfuerzos.
El caso recuerda a Beyoncé “homenajeando”, o sea plagiando a Anne Teresa de Keersmaeker, la directora de la conocida compañía de danza contemporánea belga Rosas para el vídeo de Countdown (2013): el video que la cantante americana le robó a la coreografía Rosas danst Rosas de la bailarina belga (en la que cuatro mujeres sentadas ejecutan una secuencia de movimientos repetitivos, versiones ferozmente exageradas de gestos corrientes como juguetear con el pelo, ajustarse la ropa, encorvarse, desplomarse y crisparse, etcétera) los movimientos, el maquillaje, la iluminación, los decorados, el vestuario, el concepto, todo.
Una famosa danza
El caso hubiera pasado desapercibido, pero resulta que Anne Teresa de Keersmaeker es muy conocida en toda Europa como renovadora de la danza contemporánea y durante unos años directora del Theatre de la Monnaie de Bruselas. Y la minimalista, repetitiva Rosas Dants Rosas es su coreografía emblemática y más famosa, se ha representado mil veces, yo mismo la vi hace muchos años en el Mercat de les Flors de Barcelona.
De esto, de la celebridad europea de Rosas Dants Rosas no se había enterado Beyoncé, que, petarda como es, cree, como tantos americanos, que el mundo acaba donde las fronteras de su gran país.
Tras ver el vídeo del plagio, De Keersmaeker afirmó con ácido sarcasmo que había visto a estudiantes de los colegios de Bruselas realizar aquellos movimientos con más destreza que Beyoncé. Y lo demostró aquel mismo año invitando a aficionados de todo el mundo a grabarse bailando esa sección concreta de la coreografía. Respondieron 1.500 personas que aportaron sus graciosas variaciones sobre la famosa danza para el video The Fabuleus Rosas Remix Project… en el que por cierto no está incluido el “homenaje” de la patosa Beyoncé.
Estos casos me recuerdan a Mecano: su canción de 1988, Los amantes, que es agradable y sencillita, “inspiró” en 1995 el himno del nuevo pop inglés, la formidable Common People, de Jarvis Cocker, el líder de Pulp. La verdad es que Cocker roba, acaso inconscientemente, la tonada, la lleva a extremos de brillantez acelerada y la convierte en una obra maestra épica. Supongo que por eso los hermanos Cano no lo denunciaron.
En la historia del pop el plagio más famoso –probablemente involuntario— es el de My sweet lord de George Harrison, que fue denunciado por calcar He’s so fine de The Chiffons. El exbeatle fue denunciado y acabó pagando cinco millones de dólares por cerrar el tema y quedarse los derechos de He’s so fine, pero el resbalón le tuvo traumatizado durante años en que no se atrevió a componer ni la más pequeña tonadilla por miedo a repetir sin darse cuenta el trabajo de otro.
Por cierto que a Fassbinder le pasó algo parecido: rodó Martha (la morbosa historia de un marido perverso que no ceja en sus pérfidos esfuerzos hasta conseguir que su esposa se quede impedida, reducida a moverse en silla de ruedas, para así poder dominarla perfectamente) creyendo que la historia era suya. Pero la había copiado literalmente de un cuento de Cornell Woolrich, un interesante --y en su época, los años 30, famoso-- escritor norteamericano de novelas negras.
Dylan, el mejor plagiario
Denunciado por sus herederos, el cineasta alemán se sacó la espina rodando El asado de satán, donde un poeta sin inspiración llamado Walter, psicológicamente alterado y bloqueado como escritor por falta de inspiración, por fin escribe y publica unos versos estupendos… que son obra de Stefan George (1868-1933), famosísimo poeta sobre todo en el mundo germano.
La reacción de Walter al darse cuenta del desastre es tratar de transformarse en Stefan George y entrar a fondo en los terrenos de locura por donde hasta entonces había estado merodeando…
No es la mejor película de Fassbinder, la recuerdo como algo mareante, pero a él le fue de maravilla como terapia para el trauma que podía haberle supuesto el caso Martha.
En cuanto a plagiarios el más listo es Dylan, pues se apropia de canciones cuyos derechos de autor han caducado. Por ejemplo su intimista y preciosa When the Deal Goes Down es Where the Blue of the Night de Bing Crosby. La verdad es que la mejora, dándole una cadencia más moderna y rítmica. Pero no sé si podría jactarse de lo mismo con su I’ve Made Up My Mind To Give Myself to You, que es un “homenaje”, copiado nota a nota, a la celebérrima Barcarola de Los cuentos de Hoffmann de Offenbach.
Cuando le hice reparar en este pillaje sin escrúpulos, un amigo mío, fan de Dylan, escuchó atentamente la Barcarola y luego la canción de Dylan, y sentenció:
--¡Clavada! ¡Qué grande es!
En un principio me dejó atónito esta reacción. Pero luego tuve que convenir, en mi fuero interno, que tenía razón mi amigo: hasta copiando es Dylan el mejor.