Holanda es un país que no se ha distinguido precisamente por sus grandes aportaciones a la historia de la música pop. El primer grupo que nos llegó fue Shocking Blue, que lo petaron en 1969 con su canción Venus, gracias, en gran parte, a la poderosa voz de Mariska Veres (fallecida de cáncer en 2006 a los 59 años), y volvieron a hacerse notar en 1971 con Never marry a railroad man (Nunca te cases con un ferroviario), uno de los títulos más peculiares en toda la historia del pop. Los amantes del llamado rock progresivo se engancharon una temporadita a Focus, banda fundada por Jan Akkerman y Thijs Van Leer que triunfó, más o menos, en 1971 con Hocus Pocus. Los devotos de grupos levemente inquietantes y oscuros, pero interesantes, les vieron la gracia (yo incluido) a los Nits, que publicaron en 1984 un álbum espléndido, Adieu, sweet bahnhof (Adiós, dulce estación), cuyo breve título logra la hazaña de estar escrito en tres idiomas diferentes. Y los amantes del rock duro (sobre todo, mi difunto amigo Oriol Llopis) se enamoraron de Golden Earring en 1973 a través de un tema ciertamente irresistible, Radar love. Pero mi propuesta holandesa favorita siempre ha sido la de Gruppo Sportivo, banda incluible en la llamada New Wave que sigue más o menos en activo, siempre bajo la dirección del cantante, guitarrista y compositor Hans Vandenburg, auto rebautizado con el irónico nombre de Van DeFruits.
A finales de los 70, Gruppo Sportivo publicó dos álbumes estupendos: 10 mistakes (1977), hacen falta narices para titular un disco como 10 errores; y Back to 78 (1978), también tiene guasa protagonizar un regreso a 1978 en 1978. Van DeFruits facturaba un pop fresco, divertido y estimulante que pasaba por los oídos como la cerveza con limonada por la boca y resultaba adecuado para cualquier momento del día, de una juerga nocturna a una resacosa mañanita de domingo. Si Frank Zappa se preguntó en su momento si el humor tenía cabida en la música, el bueno de Van DeFruits le respondió afirmativamente en 1977 y no ha dejado de hacerlo hasta ahora: el grupo se ha separado y reunido varias veces y su último disco data de 2019, aunque reconozco que yo me quedé en sus gloriosos inicios, a los que vuelvo cíclicamente cuando necesito unos sonidos que me alegren las pajarillas. Nunca alcanzaron el éxito global que tanto merecían y me temo que fue a causa del exceso de humorismo: el mundo del rock está lleno de gente que se toma demasiado en serio a sí misma y que, probablemente, confundió a Gruppo Sportivo con una pandilla de payasos (Madness corrieron el mismo riesgo, pero como eran ingleses, acabaron convertidos en un National Treasure).
Puede que la canción que mejor resuma la visión del mundo del excéntrico Van DeFruits sea Tokio, narrada por un pobre infeliz que no llega a ninguna parte en Europa con su carrera musical, pero insiste en que es muy famoso en Japón, ya que, según él, aunque aquí le consideremos un pobre infeliz, el hombre es big in Japan. Estas dos estrofas definen a la perfección su supuesta circunstancia: Tokio, I´m on my way/ And in my new Totoya is not so far away (Tokio, voy para allá/ Y tampoco cae tan lejos en mi nuevo Toyota).
Aunque le he perdido la pista a Van DeFruits hace años, me alegra que siga dedicado a sus cosas y disfrutando de la fidelidad de una pequeña, pero inasequible al desaliento, base de fans. Gracias a él, los últimos años 70 fueron aún más divertidos de lo previsto, aunque es muy posible que su self deprecation y su aparente falta de seriedad rockera le gastaran una mala pasada. Sigue habiendo personas más o menos humanas que aún consideran a Gruppo Sportivo una cuadrilla de majaderos. Si se cruzan con alguna de ellas, háganme caso y aléjense como de la peste mientras canturrean lo de Tokio, I´m on my way, and in my new Toyota is not so far away…