Nadie esperaba Motomami pero todo el mundo lo ansiaba. Durante casi 5 años, el silencio reinó sobre la figura de Rosalía. El impacto que ha tenido su tercer disco ha sido totalmente distinto al de sus predecesores. El ojo de la sociedad estaba puesto sobre ella, sobre su retorno a la industria después de El Mal Querer. La comparación entre el que algunos denominan un clásico y su sucesor han sido inevitables. Motomami no es la continuación narrativa ni sonora que el público esperaba, sino un nuevo capítulo donde la cantante catalana ha derrochado explosividad y diversidad. Durante su estancia en Miami y el proceso de producción, han sido muchos los que han dudado de su capacidad creativa, incluso de su propia figura. En estos últimos años se ha dedicado a colaborar con artistas como Travis Scott o Bad Bunny, ha probado con el reggaetón (Con Altura, Yo X Ti Tu X Mi), y ha sido cuestionada, criticada y acusada de haber perdido aquella esencia que el público abrazó de El Mal Querer.
Su internacionalización no solo ha influido en sus promociones (su aparición en el programa Saturday Night Live no ha dejado indiferente a nadie), sino en el propio contenido del nuevo disco. Los créditos de este abarcan nombres tan diversos de la industria como Arca, Tainy, Pharell, Noah Goldstein o Sky Rompiendo, aunque la influencia de El Guincho sigue siendo palpable. Con claros influencias de artistas como Kanye West o M. I. A., Rosalía presenta posiblemente su disco menos digerible para el gran público, para el que la primera impresión es fundamental. Pero las apariencias engañan, y MOTOMAMI encierra todo un universo de dualidad en el que hay que querer embarcarse para poder entender su propuesta.
Cuando Rosalía publicó SAOKO como primer single, todas las alarmas saltaron. Recibió críticas de aquellos que no entendían la lírica y alabanzas de otros por haber arriesgado tanto. Desde el 4 de febrero hasta el 18 de marzo, numerosas teorías fueron publicadas en las redes sociales: ¿estábamos ante una nueva era de Rosalía? ¿Ante su entierro? ¿O quizás su resurgimiento? Su producción machacona basada en una línea de bajo de sintetizador disonante al oído y un pequeño interludio con free jazz no solo fue objeto de crítica, sino que su letra fue altamente cuestionada por su calidad. ¿Acaso es el objetivo de Rosalía ser una gran letrista cuando esta faceta ya quedó probada en El Mal Querer? En una época donde el contenido parece tener el foco de atención, la cantante decidió centrarse en la forma, en los detalles sonoros y en el minimalismo (o maximalismo) de esta. Haber antepuesto la producción antes que la lírica no es la regla en MOTOMAMI, pero sí una vertiente que no era conocida por parte de su público.
Un buen ejemplo de este fenómeno se produce en CUUUUUUuuuuuuute, la evolución (in)directa de A Palé llevada al extremo más grotesco. La experimentación a todos los niveles sonoros (voz y tecnología) puede resultar desconcertante para aquellos que no conocen a Arca, la cual produce este disco junto a Rosalía. A todo ello le resta importancia con frases como “que aquí el mejor artista es Dios”, utilizando autotune y glitch para llevar la pieza a distorsiones inesperadas. ¿A esto suena el futuro? ¿O el presente? En el otro extremo se presenta DELIRIO DE GRANDEZA, bolero clásico en el que adapta a Justo Betancourt. Su singularidad recae en el sample acelerado de Delirious, canción del dúo estadounidense Vistoso Bosses, creando una pieza única al conectar pasado y presente como si de un collage se tratase. No es aventurero decir que puede ser considerada una de sus mejores creaciones, un ejemplo calcado de su dualidad e influencias.
Aquellos que adoraron QUE NO SALGA LA LUNA se han podido saciar con BULERÍAS, un ejercicio de flamenco en el que defiende su pasado y presente (“soy igual de cantaora / igual de cantaora con un chándal de Versace / que vestidita de bailaora”). Parecía imposible que Niña Pastori, Mercé, el puertorriqueño Tego Calderón y la rapera estadounidense Lil Kim tuviesen algo en común hasta que aparecieron en una misma frase. El hilo que les une es la influencia ejercida sobre Rosalía y cómo ella es capaz de transformar un palo flamenco en un auténtico juego de potentes bajos distorsionados. ¿Es el flamenco del futuro el que sale de una mesa de mezclas
Rosalía no solo ha experimentado con géneros históricos. CANDY es lo más parecido a un dembow emocional, como si de un reggaetón minimalista se tratase. Su rango vocal de soprano se luce más que nunca a través de un sample del británico Burial, sobre el que canta a amores pasados (“pero de olvidarte ya hice un arte”) y hace un homenaje tanto a Candy de Plan B como a Sofia Coppola (Lost in translation) en su videoclip. Y aunque pueda parecer caótico, el resultado es un tema homogéneo, sutil en sus influencias, pero seductor y elegante. Mientras que LA COMBI VERSACE con la colaboración de Tokischa (anteriormente había colaborado en Linda) continúa la línea del perreo minimalista con melodías adictivas y erotismo derrochador, DIABLO es la mezcla de estilos donde todo tiene cabida: reggaetón distorsionado con ayuda de James Blake y producción de Arca. Ambos crean una masa sonora en la que el oyente viaja de una discoteca a un lugar místico, mientras Rosalía le recuerda que “Si Dios te lo da, te lo quitará”.
El atractivo minimalista y lírico se produce en G3 N15, donde declara “esto no es El Mal Querer, eres el mal desear” con el órgano Hammond produciendo un sencillo pero efectivo acompañamiento. La inclusión de un monólogo en catalán de su abuela sirve como broche final a una bellísima balada casi barroca. Es desgarradora su confesión sobre la fama y estancia en Estados Unidos. Esta referencia a la industria cultural de celebridades continúa en COMO UN G (“estoy triste si pienso en lo bueno que tengo que no puede durar”), al tiempo que dialoga consigo misma sobre la nostalgia de amores fallidos (“no estoy a tu lado, pero te deseo paz y libertad”) y su amor a Dios (“qué pena cuando quieres algo, pero Dios tiene otros planes pa´ti”). El piano distorsionado, lejano al oído, e infinidad de efectos sonoros hacen despertar de un sutil sueño ochentero.
La estrategia de marketing de MOTOMAMI ha sido fundamental para la creación de expectativas ante su publicación. El adelanto de canciones como LA FAMA, SAOKO, CHICKEN TERIYAKI y HENTAI sacó a relucir una pequeña parte de lo que se escondía en el disco, pero sin desvelar sus mejores cartas. La elección de TikTok para la presentación del LP responde a la intención de Rosalía por entregar a sus fans lo que quiere, pero en su justa medida.“Impacientes, esperad”, parecía que susurraba Rosalía durante la promoción, ajena al ruido, para luego gritar a los cuatro vientos que “estabais equivocados”. Ha sido un bofetón de realidad: es un disco contemporáneo, del presente. De 2022.
El poder de MOTOMAMI es su diversidad, sus extremidades que, sin embargo, pertenecen a un mismo cuerpo. Álbum para reír y para llorar, para escucharlo en aleatorio o en orden, para hacerlo despreocupadamente o para centrarse en todos los detalles y minucias que Rosalía aporta conscientemente. Porque todo es efímero y se desvanece con rapidez en una sociedad donde la novedad es la regla por la que se vive y se muere. Como menciona en SAKURA, el tema que cierra MOTOMAMI, “que si estoy en esto, es para romper / y si me rompo con esto, pues me romperé”.