La ópera La clemenza di Tito es el último encargo recibido por el genio de Salzburgo que no usaba el Si bemol 3 (imprescindible el visionado completo del vídeo de Jaime Altozano, un excelentísimo divulgador musical). Es una obra escrita muy rápidamente, menos de dos meses, al final de su corta vida (35 años), con la salud deteriorada y haciendo un paréntesis en la composición de la Flauta Mágica y el magistral Requiem. A diferencia de la Flauta Mágica, esta es una ópera seria, con peso, con pasajes musicales magistrales propios de la madurez musical de un genio tan precoz como efímero.
La producción que se presenta en el Liceu tiene sus peculiaridades. La escenografía transmite, tal vez demasiado, el peso y la gravedad de la música. Pero a pesar del volumen no transmite nada de profundidad, lo cual no es precisamente bueno. El vestuario está ambientado en época napoleónica. Y aunque estamos acostumbrados a la anacronía en las producciones operísticas, lo que menos encaja es que la guardia pretoriana vaya disfrazada de algo parecido a un samurái y use los sables de una manera digamos exótica. Simplemente sobran.
No acabo de entender por qué, aparentemente, el Liceu ha comprado a la ópera de Aix-en-Provence una producción que tiene poco de especial, máxime cuando es una ópera que tardó muchísimo en estrenarse en Barcelona (en 1963) y solo se ha programado en 25 funciones anteriores a esta temporada. Como tampoco entiendo la extraña programación de esta ópera, seis funciones ahora y cuatro en abril, con tres repartos diferentes en algún papel, especialmente cuando el calendario del Liceu en marzo, al menos el que se ha hecho público, está prácticamente desierto. Misterios de un teatro que tiene mucho por mejorar tanto en la cantidad como en la calidad de sus producciones. No tiene mucho sentido los largos vacíos de programación ni la heterogeneidad de las producciones y elencos del teatro de las Ramblas.
Esta Clemenza di Tito es correcta, pelín lenta, nada espectacular e incluso algo aburrida. Y la campaña del 2x1 con la excusa del no Mobile indica que las ventas flojean, algo normal por estirar este título sin gancho hasta 10 funciones. Las sesiones de abril no las acabo de entender. La música es excelente y eso ayuda a que la buena ejecución de orquesta y coro, aunque este intervenga poco, destaquen en positivo, especialmente en las arias con clarinete obligado, marca del mejor Mozart. Los cantantes correctos, pero es más que probable que no queden en la memoria de quienes les hemos escuchado. La mejor con diferencia, por la calidad de su voz y también por la intensidad de los aplausos, la mezzosoprano, Stéphanie d'Oustrac, quien también tiene el papel más agradecido, Sesto. Pero el tenor Paolo Fanale se queda corto en algunos pasajes y, sobre todo, le falta ligar algunas frases, quedando bastante deslucido en su aria principal y al final de la obra. La soprano Myrtò Papatanasiu destaca por su dramatismo en el papel de Vitellia, pero va un poco a trompicones en los pasajes más rápidos y en un par de arias tiene unos graves poco agradables.
Si los planes del Liceu son que esta ópera sea parte de su repertorio de base --si no es así, no se entiende por qué ha comprado la producción--, no serán estas funciones las que lo puedan asegurar.