Porque podemos
Los Rolling Stones encabezan actualmente la lista de discos más vendidos en Gran Bretaña con un álbum, Goat's head soup, que vio la luz en 1973 y que ahora merece el royal treatment que la industria de la música pop reserva a sus clásicos: la reedición corregida y aumentada. Aunque nadie menor de 50 o 60 años compre actualmente un cedé o un vinilo, aunque Sopa de cabeza de cabra sea un disco menor en la carrera de los Stones (de hecho, todos lo son a partir del anterior, el incontestable Exile on Main Street), aunque el disco más vendido del presente no venda ni la décima parte del más despachado treinta o cuarenta años atrás, la cosa no deja de tener su mérito, pues en Inglaterra se siguen editando discos a punta pala y no está al alcance de cualquiera encaramarse a la lista del top ten. Puede que la mayoría de los compradores sea la tercera vez que se hacen con él, tras atesorar la edición original en plástico y la reedición en cedé, pero, ¡seamos optimistas!, también cabe la posibilidad de que alguien de veinte años se haya hecho con Goat's head soup para ver cómo se lo montaban sus carcamales favoritos a principios de los 70. Y, siguiendo con el optimismo, pensemos que una lista encabezada por los Stones es una lista que no lo está por Lady Gaga o algún rapero con chándal y gorra al revés a lo Emérito, lo cual hace las delicias de los rockeros de la tercera edad como el que firma este texto.
Los Stones tienen el inmenso mérito de seguir en activo cuando ya han superado ampliamente la edad de la jubilación, llenando estadios cuando se van de gira y liderando las listas de los discos más vendidos, aunque sea con una obra grabada en 1973. Los Stones no se arrastran por clubs de pueblo y, aunque nunca podrán superar lo que grabaron entre 1963 y 1972, de vez en cuando publican un nuevo disco en el que siempre hay, por lo menos, dos o tres buenas canciones: las baladas de Keith Richards siguen funcionando y la voz de Mick Jagger no ha experimentado un deterioro notable. Son millonarios y podrían quedarse en casa disfrutando de su fortuna, pero insisten en embarcarse en giras interminables que siempre se anuncian como la última, pero nunca lo es (su primera actuación en España, en 1976, ya se presentaba como la última oportunidad de verlos en directo); protagonizan una dulce decadencia desde los tiempos de Goat's head soup y han editado algún álbum directamente malo (no diré nombres); han dicho todo lo que tenían que decir, pero algunos aún esperamos con cierto interés lo que tengan que añadir. Y sus conciertos congregan a una genuina amalgama intergeneracional en la que sus fans de toda la vida pueden codearse con sus hijos y sus nietos.
Hace poco, le preguntaban a Keith Richards en una entrevista por qué seguían actuando. La respuesta del guitarrista fue algo parecido a esto: “¿Por qué los perros se lamen los huevos? Pues porque pueden. ¿Por qué seguimos actuando los Stones? Pues porque podemos”. Lo decía un hombre de 78 años que ha sobrevivido al alcohol y a la heroína, cuyo compadre de toda la vida fue operado del corazón hace menos de un año y ya vuelve a triscar por los escenarios. Se olvidó de añadir que la competencia no es tan feroz como para jubilarse avergonzados. Su nuevo disco está en marcha y, de momento, se conforman con volver a despachar un elepé de hace 47 años y venderlo como rosquillas. Habrá gira de presentación del nuevo disco y los estadios volverán a llenarse de ciudadanos provectos, gente de mediana edad y muchachos imberbes. Y así seguirán los Stones por los siglos de los siglos, hasta que Mick Jagger se infarte en el escenario o Charlie Watts se quede dormido encima de la batería. Porque pueden.