Es el autor de la banda sonora de la calle Santa Llúcia, detrás de la majestuosa catedral de Barcelona. Consigue transportar a quien pasea por allí a escenas propias de La Bohème o Tosca, ambas obras de Puccini, pero sin duda se le conoce por su particular Nessun Dorma, el aria por excelencia de la ópera Turandot. Una arriesgada obra maestra que se atreve a interpretar como hizo en su momento el mismísimo Luciano Pavarotti.
“También me gusta Led Zeppelin, no te creas”, explica a Crónica Global Enrique de Torres, el tenor callejero de la capital catalana. Pero la lírica es su niña bonita. Empezó a cantarla en una comida familiar, animado por el que entonces era su suegro, un intérprete vasco que descubrió su potencial y le empujó a educar su voz para cantar ópera.
Y así lo hizo. Contrató a varios maestros de repertorio y vocalización y aprendió a controlar los altibajos vocales que exige la lírica. “A dejar salir mi voz siempre con el mismo brillo”. Invirtió mucho dinero en su formación, pero entonces era empresario y podía permitírselo. Pulió su voz y se presentó a varios concursos que le ofrecieron irse al extranjero, pero no pudo: “Mi vida era un poco convulsa, tenía problemas de espalda muy graves y algunas pérdidas en el negocio”.
Cantar en la calle
Enrique de Torres era un emprendedor nato. Montó varios negocios de diferentes ramas y el último, del ámbito gastronómico, fue el que le llevó a la ruina: “Lo perdí todo, hasta la pareja. Yo nunca había perdido tanto…”. Entonces llevaba ya algunos años cantando ópera en la calle. Lo hizo para tener un repertorio definido y así poder promocionarse por varios teatros.
Asegura que cantar en la calle es duro, “la voz no es un instrumento fabricado, sino natural, tienes que cuidarlo y en la calle hay aire, frío, lluvia”, pero llega antes al corazón de quien le escucha. “La gente está a un palmo y con sus ojos me transmiten lo que están escuchando. Y si te llega y lo sientes, se te va a caer una lágrima. Esas cosas te llenan el alma” explica, sonriente.
Enfrentamientos con el ayuntamiento
Lleva en la calle trasera de la catedral desde 1999, pero ahora solo puede cantar allí los fines de semana y algunos festivos. Tanto él como otros compañeros suyos del sector artístico callejero están teniendo problemas con el Ayuntamiento de Barcelona para continuar con la actividad con la que llevan tantos años.
El tenor cambia su semblante cuando se le pregunta por el trato que recibe de las administraciones. “Están regidas por personas, no por entes, y muchas tienen cultura y muchas, no. Algunas ni siquiera han estudiado o eran las más zoquetas, se han metido en política y ahora controlan nuestras vidas. El ayuntamiento no ve en ti lo que estás haciendo bien por la ciudad”, asegura, enfadado.
Explica que la nueva normativa municipal y la regulación que pretende llevar a cabo el equipo de Gobierno de Ada Colau no respeta a los músicos. Menos aún cuando cantan ópera. “Los nuevos ricos de Barcelona son muy incultos. Van emperifollados y te miran por encima del hombro como si fueras un mendigo. Pasqual Maragall se paraba a escuchar”.
Futuro internacional
De Torres también canta en restaurantes míticos barceloneses, como Els Quatre Gats, o en eventos privados. Su objetivo es estabilizarse económicamente para conseguir lo que pretendía cuando dio sus primeros pasos como tenor: cantar en teatros de todo el mundo. “Lo tengo difícil, es un momento muy duro para mí, pero no me rindo. Soy optimista y mantengo viva mi voz”.
Mientras tanto, seguirá dándole vida al rincón del barrio Gòtic donde, tanto barceloneses como turistas, acaban haciendo un alto en su paseo para deleitarse con sus arias.