Brasillach (segundo por la izquierda) en Katyn, uno de los destinos de su gira propagandística con los nazis en 1943.3

Brasillach (segundo por la izquierda) en Katyn, uno de los destinos de su gira propagandística con los nazis en 1943.3

Poesía

Cuando Brasillach dijo: "De esto es mejor callar"

Autor olvidado, su nombre apenas sobrevive como ejemplo de lo que pasó con los escritores fascistas franceses después de la derrota alemana

10 enero, 2021 00:00

El caso de Jean Prévost (1901-1944), del que hablamos aquí hace unas semanas, es el de un escritor concienzudo y un mártir por la libertad de los suyos. Que además en uno de sus poemas póstumos le pidiese a su mujer que, en caso de morir en combate, no llevase luto por él durante demasiado tiempo, sino que se buscase otro amante y disfrutase de la vida, ya que ésta es breve y hay que disfrutarla si se puede, acaba de retratarlo como un héroe especial, libre de muchas grandilocuencias y tonterías. Lo leemos con más simpatía.

Brasillach (1909-1945) es un caso opuesto y desgraciado. Como autor está olvidado, su nombre apenas sobrevive como “caso”, como ejemplo de lo que pasó con los escritores fascistas franceses después de la derrota alemana: Céline es el paradigma del escurridizo que supo o pudo mantenerse a salvo en el extranjero hasta que cediesen un poco los anhelos de venganza; Drieu la Rochelle, paradigma del autor que se suicida antes de ser atrapado; y Brasillach, paradigma del fusilado.

Hablé de él hace diez años en un periódico de papel y veo ahora que Jordi Corominas --afrancesado, espléndido traductor de los poemas de Cocteau recientemente publicados, y poeta él mismo, además de espléndido periodista cultural-- glosó hace dos años la infausta deriva de aquel “niño prodigio” de la Normale que fue discípulo de Maurras, se metió muy joven en los círculos literarios de derecha nacionalista y pasó largas temporadas en España en 1936 recogiendo información para su Historia de la guerra de España y un panegírico de la defensa del Alcázar de Toledo. Era una especie de anti-Malraux, solo que al servicio de los golpistas y sin los aviones del futuro ministro de Cultura de De Gaulle. Para entonces Brasillach ya era redactor jefe de Je suis partout, revista de extrema derecha ignominiosa por su antisemitismo y virulencia, desde la que, después de la derrota de Francia --él era teniente del ejército de Tierra y fue hecho prisionero en las primeras escaramuzas--, practicó y postuló el colaboracionismo con el invasor con una excepcional agriedad.

Recordaré, a riesgo de repetir lo ya notorio, que, acabada la guerra, una vez condenado a muerte y mientras aguardaba en la celda de la cárcel ser conducido al pelotón de ejecución, una serie de prestigiosos intelectuales franceses del momento, encabezados por Mauriac, enviaron al general De Gaulle una carta solicitando el indulto para Brasillach, hijo descarriado que, si se le permitía vivir, podría aportar a la tarea de la reconstrucción los frutos de su innegable talento. De Gaulle se negó a firmar con el argumento de que, lejos de ser un eximente, “el talento es una responsabilidad”.

Lo cual es una verdad como un templo. Pero he aquí una de esas situaciones --la de firmar o no el indulto de un condenado a muerte, o sea ocupar la plaza de dios-- en donde, incluso en circunstancias como aquellas, o sea después de que se abatiese sobre Europa la peor de las desgracias y muriesen sesenta millones de personas, de manera que la vida de una sola era baratísima, un hombre no puede ponerse jamás; so pena de convertirse en otra cosa, que no nos vamos a parar a definir ni valorar. 

Alguna vez he leído la lista de los firmantes de esa carta, que es un blasón de humanidad. Estaban entre ellos Camus y Malraux, lo que habla especialmente bien de ellos ya que se habían jugado la vida participando activamente en la resistencia. Recuerdo que Camus cedía su firma a sus peticionarios, aunque de mal humor, pues despreciaba a Brasillach. Pero para él, el principio humanista prevalecía. Sartre, en cambio, se negó a sumarse a la petición de clemencia. El desprestigio que sufre su figura y su obra en estos últimos años, a causa de su contumacia en el error como director moral de la inteligencia francesa de postguerra, ciertamente no se ve aliviado por esta prueba de sequedad de corazón.     

En la celda donde aguardaba la muerte Brasillach escribió mucho. Entre otras cosas los Poemas de Fresnes entre los que figura éste que traduje hace diez años, sólo parcialmente, por motivos de espacio. Son versos a los que las excepcionales circunstancias en que nacieron les dan un tono especial; postulan un anhelo de reconciliación místico y póstumo y dan fe de un alma fina, grande. Lo doy aquí entero y debajo la traducción:

Des noms sur les murs

D'autres sont venus par ici
Dont les noms sur les murs moisis
Se défont déjà et s'ecaillent;
Ils ont souffert et espéré
Et parfois l'espoir était vrai
Parfois il dupait ces murailles.
 
Venus d'ici, venus d'ailleurs
Nous n'avions pas le même coeur,
Nous a-t-on dit. Faut-il le croire?
Mais qu'importe ce que nous fûmes!
Nos visages noyés de brume
Se ressemblent dans la nuit noire.

C'est à vous, frères inconnus,
Que je pense, le soir venu,
Ô mes fraternels adversaires!
Hier est proche d'aujourd'hui,
Malgré nous nous sommes unis
Par l'espoir et par la misère.

Je pense à vous, vous qui rêviez,
Je pense à vous qui souffriez,
Dont aujourd’hui j’ai pris la place.
Si demain la vie est permise,
Les noms qui sur ces murs se brisent
Nous seront-ils nos mots de passe?
 »

Nombres en las paredes. Otros vinieron por aquí / cuyos nombres en las mohosas paredes / ya se deshacen y desconchan. / Ellos sufrieron y tuvieron esperanzas / y a veces la esperanza acertaba / a veces engañaba a esas murallas. // Venidos de aquí, venidos de otros sitios / nuestros corazones no eran iguales, / según nos dijeron. ¿Hay que creerlo? / ¡Pero qué importa lo que fuimos! / Nuestros rostros, ahogados de bruma, / se parecen en la noche negra. // Es en vosotros, hermanos desconocidos, / en quienes pienso, cuando anochece, / ¡Oh mis fraternales adversarios! / Ayer está cerca de hoy, / a pesar nuestro estamos unidos / por la esperanza y por la miseria). / Pienso en vosotros, que soñasteis, / pienso en vosotros, que sufristeis, / y ahora ocupo vuestro sitio. / Si mañana se permite vivir, / los nombres que en estas paredes se rompen / ¿serán nuestra contraseña?

Tienen estos versos algo conmovedor, ¿no es así? Como siempre lo tienen las esperanzas de vivir que nosotros sabemos a posteriori que serán defraudadas. Aunque póstumamente la figura de Brasillach recibió un último golpe precisamente de su íntimo amigo y colaborador desde 1932 de Je suis partout Lucien Rebatet (1903-1972). Con la Depuración, Rebatet también fue condenado a muerte pero él sí fue indultado; salió de la cárcel en 1952 y a partir de entonces se dedicó a la crítica de cine y a su carrera de escritor. Su obra más importante, Les deux étendards, la reedita Gallimard periódicamente…

En sus memorias de 1947 cuenta cómo Brasillach regresó en 1943 de una visita, con los servicios de propaganda nazi, por los territorios ocupados (por los ejércitos alemanes) en el Frente del Este, y le dijo lo siguiente:

--Creo que no hay que hablar más de los judíos, se ha vuelto inútil y chocante… He ido a Polonia esta primavera. He visto los guetos, sé lo que sucede en los de Lodz, de Lwow, de Varsovia. Es la matanza o el exterminio por hambre. No puede parecer que aprobamos eso.

--Pero tú, que hablabas tanto de doctrina --le responde Rebatet--… y eso es algo fundamental en nuestra doctrina.

--No digo, claro, que debamos dejar de ser antisemitas. Pero hay un tono que ya no podemos usar a propósito de los judíos. ¡Y tenemos otros temas mucho más urgentes que tratar!

…No sé aún exactamente qué había en aquel corazón de 34 años ni con qué colores exactamente tiñe esta conversación los versos de Nombres en las paredes.