Se estrena en España El hombre de La Mancha, el musical de NYC que Jacques Brel tradujo e interpretó haciendo el papel de don Quijote, con el que se sentía tan identificado. Brel se consideraba un idealista luchador contra las convenciones de su tiempo, y tenía arrebatos didácticos francamente antipáticos. Qué le vamos a hacer. También nuestra primera novia era caprichosa y un poco cursi y la adorábamos igual.
Según Brel, según sus canciones y sus entrevistas, la gente era, es, demasiado sumisa y cobarde. Él no se hubiera debido permitir dar lecciones de moral y de vida, habida cuenta de la seguridad que le amparaba como vástago de una familia flamenca muy acomodada y protectora. Así desde luego es fácil lamentar
“… que le monde sommeille
par manque d’imprudence”.
(Que el mundo sestea / por falta de imprudencia). En su tiempo estas cosas impresionaban, como todo lo que vino de aquella bendita cultura inconformista que nada tiene que ver con esta época de gimnasio y fútbol, y por la que muchos pagaron pero otros salieron impunes. Hoy día estos postureos del Brel de entonces no colarían. Pero claro, también hay que decir que por más que le moleste a la cultura proletaria o a la burguesa, de no ser por el respaldo de los señores Romain y Elise nunca se hubiera atrevido Jacques a escribir determinados versos cuya inspiración está directamente ligada a una libertad absoluta de origen. Esto es así.
Todo esto lo digo para decir que no pienso asistir a ninguna representación de El hombre de la Mancha, obra y personaje --don Quijote-- en las que Brel se sentía representado. Ya que por una parte le tengo al Quijote demasiado respeto y por otra parte el heroísmo y prédicas del belga ya me las conozco y lo mejor de su trabajo en este mundo me lo sé de memoria. Que nadie me desafíe a un karaoke sobre este asunto.
Fue un autor genial. Su superioridad intelectual y creativa sobre Ferré, sobre Brassens, sobre el recientemente fallecido Aznavour (que solo sabía el pobre nadar entre tópicos, véase La bohème), sobre toda la Chanson, fue sencillamente aplastante. Recuerdo la primera vez que lo escuché, en un piso de la calle Caponata. Me horrorizó. La segunda vez me fascinó.
Ya que es gratis, invito al lector a contemplar en Youtube algunas de sus interpretaciones; el que no sepa francés encontrará también algunas subtituladas. No tienen desperdicio.
Esas interpretaciones de Rosa, de Les vieux, de Les timides, de Ces gens-là y demás confirman lo que vengo diciendo, o sea que lo potente en aquel trovador no era cuando miraba al fondo de su corazón más bien tristón, sino cuando miraba hacia fuera, miraba Las ventanas, miraba hacia los otros. En esas disecciones no tuvo parangón. Nadie ha sabido, cantando, exponer tan bien como él ciertas angustias del hombre moderno, del Hombre de La Mancha.