Hay debuts poéticos, éxitos sonados con primeros libros, y luego está el prodigio del ser testigos de la aparición de un casi milagro. Esto último sucedió a los lectores de la opera prima de un joven zamorano en 1953. Aquel muchacho se llamaba Claudio Rodríguez, y la obra con la que ganó el Premio Adonáis era Don de la ebriedad. Luego vino una obra delgada pero toda ella músculo poético: Conjuros (1958), Alianza y condena (1965), El vuelo de la celebración (1976) y Casi una leyenda (1991). Rodríguez murió en 1999, por lo que está a punto de conmemorarse el vigésimo aniversario de su fallecimiento. Sin embargo, este que termina se cumplen los treinta años de la publicación en las páginas de ABC Literario de unas traducciones suyas, las únicas que se le conocen, nada menos que de T. S. Eliot.
Gracias a los buenos oficios de Vicente Aleixandre y Dámaso Alonso, el poeta fue lector de español en las universidades de Nottingham (1957-60) y Cambridge (1960-64). Fue precisamente hallándose en esta, donde ya habían sido lectores José Antonio Muñoz Rojas y Luis Cernuda, cuando una editorial le encargó la traducción de la poesía de Eliot. Según el propio Rodríguez cuenta en la nota con la que acompañó a sus poemas en el citado suplemento, llegó a traducir toda la poesía del norteamericano salvo Cuatro cuartetos. Nunca llegó a materializarse la publicación de las traducciones, y estas quedaron inéditas en forma de libro.
Sobre su trabajo, anotó: “Recuerdo que el acicate que me movió a la traducción no era el de mi afinidad hacia su obra poética, sino todo lo contrario: el de mi divergencia, no lejanía; que aún existe, hacia su entidad. Ejercicio o disciplina que ampliaron y cambiaron la órbita de mi conocimiento del lenguaje y de mi experiencia vital”. Aquí saca a colación algo que han vivido numerosos poetas traductores: ese ejercicio o disciplina que ensancha su capacidad verbal y, al margen de influencias temáticas o estilísticas, hace apreciar de otro modo, más intenso, sin duda, el lenguaje. Sobre cómo abordó su tarea, explicó: “Aspiré a realizar el consejo de Fray Luis de León de no limitar mis palabras: "A su propio sentido y parecer que los que leyesen la traducción puedan entender toda la variedad de sentidos a que da ocasión el original". Ahora que releo estas traducciones creo que he invadido demasiado con mis hábitos lingüísticos castellanos, sobre todo en el aspecto métrico, el estilo del autor, pensando más que en nada en la fluidez de la lectura”.
T.S. Eliot
Los poemas que ofreció en aquella ocasión (24 de septiembre de 1988) son solo una pequeña muestra del corpus eliotiano: “La figlia che piange” e “Histeria” de Canción de amor de Prufrock; “El cultivo de los árboles de Navidad” y “Un canto a Simeón” de Poemas de Ariel; la sección I de Miércoles de Ceniza; y “El entierro de los muertos” de La tierra baldía, que él prefiere traducir como La tierra yerma. En La Opinión de Zamora también publicó en 1992 “El viaje de los Magos”. El boletín de la Fundación García Lorca los reprodujo en su número 27-28, el año 2000. Más recientemente, Francisco Rico incluía Miércoles de ceniza en Mil años de poesía europea y la revista Pliegos sueltos de la Academia acogía en su número 1 (2016) “El cultivo de los árboles de Navidad”.
Luis Ingelmo y Michael Smith han vertido al inglés la poesía de Rodríguez (también Alianza y condena fue traducida por Philip Silver). Ingelmo es autor, además, de El crujido de la amapola al sangrar, volumen de ensayos en el que hay uno sobre la huella de Eliot en Rodríguez. También ha visto esa huella en algún poema de Casi una leyenda Emilio Barón Palma, autor de T. S. Eliot en España. Pero la afinidad ha llegado también a los versos, a modo de collage: paisano de Rodríguez, Jesús Hilario Tundidor ha escrito "Baudelaire, Claudio y Eliot pasean junto a mí, al atardecer, por la tierra del vino".
Son muchos los poetas de nuestra lengua que se han medido con Eliot: Muñoz Rojas, León Felipe, Vicente Gaos, José María Álvarez, José Luis Rey, Jordi Doce, Juan Malpartida, José María Valverde, Felipe Benítez Reyes, Juan Bonilla, José Emilio Pacheco… El mismo título de La tierra baldía se ha trasladado de muy diferentes maneras. Así es como Claudio Rodríguez vierte su comienzo, ayuntando endecasílabos a un pentasílabo y a la unión de dos eneasílabos: “El más cruel de los meses es abril, que hace brotar / lilas en la tierra muerta, tejiendo / memoria y deseo, dando vida / con la lluvia de primavera a las perezosas raíces”.
Se puede comparar con otras traducciones: “Abril es el mes más cruel: engendra / lilas de la tierra muerta, mezcla / recuerdos y anhelos, despierta / inertes raíces con lluvias primaverales” (Agustín Bartra); “Abril es el mes más cruel, hace brotar / lilas en tierra muerta, mezcla / memoria y deseo, remueve / lentas raíces con lluvia primaveral. (Juan Malpartida); “Abril es el más cruel de los meses, pues engendra / lilas en el campo muerto, confunde / memoria y deseo, revive / yertas raíces con lluvia de primavera” (Andreu Jaume). Pierre Menard de sí mismo, Eliot fue quien lo clavó: April is the cruellest month, breeding / Lilacs out of the dead land, mixing / Memory and desire, stirring / Dull roots with spring rain.