Quedamos en la cafetería de un hotel, pero igual podíamos haber quedado en un manantial. Junto a las dos copas de agua y la grabadora, el sombrero. En el sofá circular que rodea a la mesa, como un paréntesis enmarcando la entrevista, su abrigo y bufanda, ambos negros como el traje. Blanca como una página, la camisa es corregida por una garabateada corbata roja.

--Se cumplen 55 años de la publicación de Mensaje del Tetrarca, su primer libro, y 50 de La muerte en Beverly Hills. En medio estuvo Arde el mar. ¿Cómo ve, usando la expresión de Pablo García Baena, al “antiguo muchacho” que los escribió?

--No es un tema en el que me preocupe pensar. No me he dedicado a forjarme imágenes de mí mismo con carácter retrospectivo. Yo mismo como tema de estudio psicológico no me intereso nada, y no mucho como tema de estudio literario. Me interesa más leer sobre otros.

--La poesía que escribe ha ido evolucionando, pero también ha conservado rasgos que estaban al principio: culturalismo, suntuosidad del lenguaje, un trabajo muy notable de la forma. 

--Con el tiempo nada ha desaparecido. Lo que sí he procurado --al principio sin proponérmelo, y luego a sabiendas-- es que siendo la misma clase de elección estética cada libro o al menos cada grupo de libros sea distinto del anterior, aunque pertenezca al mismo tipo de poesía.

--¿Ve que lo sigan los poetas jóvenes? Uno, ya no tan joven, José Luis Rey, se declara seguidor suyo y le ha dedicado una extensa monografía.

--Sí, me veo en varios poetas, pero esto tampoco es algo que me preocupe mucho. Por ejemplo, los poetas del 27 en su inmensa mayoría procedían de Juan Ramón Jiménez o de Rubén Darío. Eso no quiere decir que escribieran ni como el uno ni como el otro, era otra cosa, una elección de determinados caminos, y cada uno tiene su modo de seguirlos, no solo mediante la repetición de uno u otro. Vicente Aleixandre fue el primer poeta en castellano que se interesó por mis poemas, aunque no fue el primero que los apreció. El primero fue Álvaro Cunqueiro cuando publiqué Mensaje del Tetrarca. José Luis Cano le había comentado a Aleixandre acerca de los poemas que compondrían Arde el mar, y me dijo que se los mandara. Me animó bastante a construir el libro con una selección de poemas que tenía. Era el enlace más inmediato con la Generación del 27. El trato epistolar duró de 1965 hasta su muerte; el trato personal fue más espaciado; luego estaba el telefónico también.

--En Arde el mar hay un poema muy bello en el que sale Ezra Pound, Oda a Venecia en el mar de los teatros, muy modernista, en alejandrinos. ¿Qué significa para usted Pound?

--Sí, es el segundo poema del libro, y está efectivamente en alejandrinos blancos. Pound tiene un proyecto poético muy interesante. La pena es que no hiciera alguien con él lo que él hizo con Eliot al recortarle La tierra baldía. Los Cantos debían haber sido podados, pero ¿quién podía hacerlo? Ese poema al que se refiere lo escribí pensando en un poema suyo sobre la Dogana y todo aquello que estaba en una breve antología que salió en Adonáis traducida por Jesús Pardo.

 

Pere Gimferrer posa para #LetraGlobal en la Plaza Nueva de Sevilla/ @jmsanchezphoto

El poeta catalán posa para #LetraGlobal en la Plaza Nueva de Sevilla.

 

--¿Cuál fue su relación con Octavio Paz?

--Paz, a diferencia de Vicente, no es que me pidiera que le mandara libros. Fue al revés, yo sin conocerle le mandé Arde el mar a las señas que tenía de él, en la India. Pero casualmente él estaba en Estados Unidos. Me respondió desde allí y me mandó una carta muy interesante sobre el libro y sobre la situación de la poesía española en aquel momento. Entonces comenzó una correspondencia muy larga, distinta de la de Vicente Aleixandre (más prolongada, porque Vicente llegó un momento en el que perdió la vista y le resultaba difícil escribir, tenía que dictar, y las cartas con Octavio cubren más años). Son influencias también distintas. Octavio, aunque había nacido en México, era un hombre que había vivido en muchos países y también había conocido a poetas de muchos lugares. Vicente había vivido en España y, aunque sabía bastantes lenguas y conocía a muchos poetas, había viajado poco. Era un hombre conectado con la poesía internacional de un modo distinto al de Octavio, quien había podido participar en movimientos literarios en Francia o en Estados Unidos. Todos los textos que encontré hasta la publicación del libro fueron al volumen que incluye las cartas que me envió, aunque posteriormente ha aparecido alguna más que no había encontrado en aquel momento. Fui editor suyo durante muchos años, desde el 73 hasta su muerte, aunque también hubo otros, no fui yo el único.

--Trató también a Cirlot, apasionado del cine como usted.

--De cine no hablábamos demasiado. No era una persona que entendiera de cine, sino alguien a quien le gustaba, y que le servía para construcciones míticas suyas. Más bien hablábamos de poesía, de la propia suya incluso, pero no era cinéfilo por dedicarse al cine, sino como alimentación mítica al modo que hicieron algunos surrealistas anteriormente. Tenía en ese sentido relación con el surrealismo, pero no era exactamente un surrealista. Yo empecé como crítico de cine al tiempo que como poeta. Comprendí que en el cine había condiciones materiales de tipo temperamental, científico y psicológico que yo no reunía. No me interesaba ser director de la Filmoteca o historiador erudito del cine o confeccionador de fichas, investigador, y no tenía condiciones para ser realizador, aunque sí para ser guionista, pero esta es una tarea que no me interesaba mucho, y me dediqué más a escribir. Y lo he seguido haciendo. Hay un libro, el más reeditado de los míos, que es sobre cine, y se va modificando y aumentando en cada nueva edición. 

Cada vez que escribo un libro de poemas creo que es el último. Sin embargo, llevo creyendo esto mucho tiempo, décadas

--El cine, la literatura, lenguajes distintos. Usted comienza publicando en español, pasa al catalán y vuelve al castellano.

--Sí, en esta etapa escribo en castellano, en catalán y en italiano. Y entremedias, hubo un único momento en que escribo en francés, lo que da como resultado material, además de algún poema suelto, una especie de plaquette con un poema escrito hacia 1969 pero publicado mucho más tarde. El francés, aunque lo he escrito en poesía y en prosa, lo he escrito muchísimo menos. En italiano he escrito mucho más tarde, a fuerza de ir a Italia, de leer literatura en esa lengua, de ver cine italiano. 

 

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--Usted ha traducido al español parte de sus poemas en catalán. ¿Cómo fue ese proceso?

--Solo hasta cierto momento, en la década de los setenta. En adelante, ya no me traduzco a mí mismo. Cuando lo hago, son traducciones filológicas que no pretenden ser poemas paralelos salvo en el único caso de alguno que traduzco con métrica. Luego, dejo que traduzcan otros por mí. En este momento hace tiempo que no escribo poesía. Terminé este libro que está a punto de salir hace algo más de un año. Ahora estoy en un compás de espera porque es muy raro que yo publique un libro sin haber publicado el previo. Y luego tampoco estoy seguro de cuándo escribiré ni qué escribiré ni en qué idioma escribiré, eso ya se verá, si es que vuelvo a escribir poesía. Cada vez que escribo un libro de poemas creo que es el último. Sin embargo, llevo creyendo esto mucho tiempo, décadas. Las llamas es como un límite después del cual no sé qué vendrá. Saldrá en la colección Vandalia de la Fundación José Manuel Lara, como No en mis días y como el libro en italiano Per riguardo

La evolución [de la situación política en Cataluña] es muy difícil adivinarla. El desenlace también, pero me parece poco probable que el final del recorrido altere mucho algunos de los datos de partida

--Vive en Barcelona, y esta pregunta es obligada. ¿Cómo ve la situación actual en Cataluña?

--La veo con perspectiva histórica. Esto es algo que estuvo en vías de ocurrir, aunque no lo mismo, dos veces en el siglo XX, pero fue muy pocas horas o un día, y ocurrió con más sustancia pero con un sentido que hoy es imposible de concebir en 1640, cuando Cataluña fue durante 19 años independiente de España, pero no de Francia, de la que era una especie de protectorado. Con perspectiva histórica, la situación actual es algo que aspira a asemejarse a lo de 1640 pero que en la práctica funciona como una dilatación temporal de lo ocurrido un par de veces en los años treinta del siglo XX. La evolución es muy difícil adivinarla. El desenlace también, pero me parece poco probable que el final del recorrido altere mucho algunos de los datos de partida, porque el contexto no es el de los años treinta ni menos todavía el del siglo XVII.

--Hay un enconamiento del cual parece difícil salir.

--Sí, pero eso afecta solo a una parte concreta de la población. En la vida práctica cotidiana, a menos que se halle uno activamente implicado en todo lo que va ocurriendo, y que sucede en lugares concretos, es como una realidad paralela. Es decir, el núcleo de población que participa en eso en cualquiera de los dos sentidos es una minoría.

 

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--Las llamas, ¿está en castellano?

--Sí. Son 22 poemas. Los textos en sí son breves, pero los versos son largos, versiculares. Hay un epílogo, que a mi juicio es una especie de poema paralelo, por Aurora Egido, una estudiosa del barroco que en este caso habla como ya otras veces ha hecho de literatura contemporánea, relacionándola con sus antecedentes. Es un libro contemplado como un proyecto unitario, aunque cada poema tiene su rótulo. Salvo en un par de libros, como Arde el mar y No en mis días, el orden de los poemas sigue el orden cronológico de escritura. La ordenación de Arde el mar, en la que impera lo temático, fue en parte sugerida por Aleixandre. 

--Siendo tan joven, tenía usted dieciocho años, la opinión de los poetas mayores tendría su peso.

--Sí, pero no tan joven como hoy parece. A la misma edad escribía poemas mucho mejores Rimbaud. Otra cosa es la continuidad. Contra lo que parece, escribir poesía a los dieciocho o veinte años es fácil si tienes una capacidad de expresarte poéticamente. Lo difícil es escribir poemas a partir de los treinta o de los cincuenta.

--¿Nota que conforme se avanza en pericia técnica se pierde en espontaneidad?

--No, se gana. Porque los poemas surgen naturalmente y ya tienes la música del verso en la cabeza y en el oído rítmico. 

--Pero eso será solo en los poemas métricos.

--No nos engañemos, todos los poemas en español son métricos, como demostró Tomás Navarro Tomás. Lo que parecen poemas en verso libre se constituyen, como se vio por ejemplo en poemas de Aleixandre o de García Lorca, en unidades que existen en la métrica: combinación de heptasílabo con endecasílabo, combinación de alejandrino con endecasílabo, todo esto formado libremente pero sobre esta base métrica e italianizante que tiene su origen de Garcilaso y Boscán. El verso español libre casi siempre está organizado así. Esto lo practicó incluso en algún poema, aunque nadie se acuerda, Antonio Machado.

Escribir poesía a los dieciocho o veinte años es fácil si tienes una capacidad de expresarte poéticamente. Lo difícil es escribir poemas a partir de los treinta o de los cincuenta

--Pound se manifestó contra el metrónomo en el ABC de la lectura

--Pero Pound en el mundo anglosajón es especialmente valorado por ser lo que ellos llaman un gran metrista. Tenía mucho sentido del verso de la métrica inglesa, pero, cuidado: el verso inglés funciona de otro modo, y a diferencia de lo que ocurre en Italia o en Francia, en las lenguas romances, se ordena según los acentos que llaman yámbicos a imitación de Grecia. No es, sin embargo, el poeta que he leído más ni mucho menos, pero sí uno que ha tenido importancia.

--¿De quién se siente usted más cercano, de Eliot o de él?

--En este momento, del Eliot de los Cuatro cuartetos

--¿Conoce la traducción de Pacheco que acaba de salir?

--No, ni ninguna otra, creo, porque lo tengo en inglés. Curiosamente, tengo la primera edición británica, del año 43. Me lo sé de memoria, pero no en inglés: lo traduzco sobre la marcha. Nunca compré esa edición, me la regalaron. Fui a dar un recital con Adonis a la Biblioteca Nacional y por el camino me abordó un hombre joven que me regaló este libro. No leía inglés, y entonces le pregunté que para qué lo compró. Para regalármelo a mí, dijo.