Ha pasado un poco desapercibida la muerte de Glen Campbell, músico y cantante que se hizo famosísimo en EEUU por interpretar una canción que hasta entonces había pasado desapercibida, Gentle on my mind. Hablo del año 1967. La canción cuenta el amor y la gratitud de un vagabundo, o un trotamundos bohemio, hacia una mujer que le trató bien y que siempre permanecerá "gentle on my mind":
"Though the wheat fields and the clothes lines / And the junkyards and the highways come between us / And some other woman's cryin' to her mother / 'Cause she turned and I was gone / I still might run in silence tears of joy might stain my face / And the summer sun might burn me 'til I'm blind / But not to where I cannot see / You walkin' on the backroads / By the rivers flowing gentle on my mind”. (Aunque los trigales y las cuerdas de la ropa / y los estercoleros y las autopistas nos separen / y no sé qué otra mujer llore a su madre / porque al primer descuido me largué... / aún puedo andar callado, y lágrimas de dicha mancharán mi rostro / y el sol de verano quizá me queme hasta cegarme / pero no por eso dejaré de verte / andando por las carreteras secundarias / junto a los ríos que fluyen dulcemente en mi conciencia).
Bien, todo esto de lo que habla la canción, y con muy buen gusto, o sea de viajes, de insatisfacción con las convenciones, de recuerdos imperecederos y gratitud hacia la mujer, estaba implícito en el espíritu del tiempo. Campbell lo cantaba con control apolíneo, con un ritmo más rápido que el que la melancolía de los versos parecía exigir, con una pulcritud un poco convencional, con voz agradable, y con un sombrero vaquero de ala ancha bien calado en la cabeza, que es casi condición sine qua non para cantar country. Como digo, la canción se hizo famosa, y él no dejó de repetir sus versos, "It's knowing that your door is always open / and your path is free to walk / That makes me tend to leave my sleeping bag / rolled up and stashed behind your couch”, una y otra vez, con sostenido brío, hasta el final.
'Adiós'
Su último disco, de 2013, grabado cuando ya era consciente de que se estaba agravando irremediablemente el alzheimer que padecía, lo tituló precisamente Adiós. Unos años antes ya había hecho también mutis el compositor de Gentle on my mind, el músico y virtuoso intérprete del bajo y el violín John Hartford, que salió un día del cine donde había visto Doctor Zhivago y al llegar a casa compuso de un tirón, en media hora, esta canción encantadora. La han grabado muchos de los intérpretes más populares. Elvis la interpreta con una voz un poco engolada que quizá no sea la más adecuada para esta historia de campamentos improvisados junto a un apeadero desierto del ferrocarril, y de ensueños amorosos al calor de una fogata, sosteniendo entre las manos sucias de grasa una taza de latón llena de sopa caliente como si sostuvieras el cuerpo de alguien querido al que estás en ese momento recordando. Aretha Franklin le dio su sincopado estilo funkie. Tom Jones la canta como si mientras tanto le estuvieran practicando una placentera felación. Dean Martin, como si no se tratase de una tragedia sentimental sino de una especie de broma que acaban de contarle y que le divierte repetir.
Todas las versiones tienen su interés, pero yo me quedo con la de Hartford, por dos motivos: en primer lugar porque él la compuso; y en segundo porque su demacrado aspecto físico, con sombrero hongo ladeado y tirantes, sonriéndose de lo rápido y bien que rasguea las cuerdas del banjo y del milagro de la comunión que opera la música entre él y su audiencia --aunque no fuese verdad parecía tocar siempre para sus vecinos del pueblo, encantados de pasar un buen rato con él-- parece que tiene un poco más de autenticidad que los otros.