Cantaban convencidos de que así se fabricaba futuro en una tierra donde todavía convivían terratenientes a caballo, pobres a granel y agricultores trasplantados a la ciudad que alojaban en el alma un orgullo de tractor. Ellos fueron parte de Manifiesto Canción del Sur, el equivalente sureño de la nova canço catalana. Sin embargo, muy pocos recuerdan hoy sus nombres: Antonio Mata, Miguel Ángel González, Aurora Moreno, Ángel Luis Luque, Esteban Valdivieso... A excepción, claro, del cantautor Carlos Cano, el único que prosperó profesionalmente.

A mitad de camino entre el lirismo de Lorca y el temperamento de Concha Piquer, este grupo aunó entre 1968 y 1976 poesía, folclore y temática social, que es lo que tocaba en aquellos años. “Teníamos manos para levantar el puño y manos para tocar la guitarra”, ha afirmado en alguna ocasión el poeta Juan de Loxa, promotor y aglutinador del colectivo desde las ondas de Radio Popular con el programa Manifiesto Canción del Sur, que llegaría a ganar un premio Ondas para ser retirado después de la parrilla de forma definitiva por un programa deportivo. 

“Juan [de Loxa], conectando con todo el movimiento cultural --y a la vez político-- que se estaba gestando en torno a la poesía cantada, organizó en 1969 un recital de canción en la Facultad de Medicina de Granada, en el que logró aglutinar a varios jóvenes que venían componiendo sus primeras canciones de forma independiente y que, a partir de aquel momento, formarían el grupo Manifiesto Canción del Sur”, rememora Fernando González Lucini en el libro Crónica cantada de los silencios rotos. Voces y canciones de autor 1963-1997 (Alianza).

El viaje de Cano a París

Con todo, hay un momento trascendental para el grupo: el viaje de Carlos Cano a París en 1972 para participar en un homenaje a Lorca, donde se encontraría con Paco Ibáñez. El granadino prolongaría su estancia en la capital francesa un par de años más, trabajando en el archivo de la Unesco para costearse la estancia, dando recitales --como el homenaje a Alberti por sus setenta años en la mítica librería Shakespeare and Company, al que, por cierto, llegó a ir Simone de Beauvoir-- y protagonizando anécdotas deliciosas.

Una de ellas, por ejemplo, le dejaría marcado de por vida. La cuentan Antonio Ramos Espejo y Juan José Téllez en el libro Carlos Cano. Una vida de coplas (Fundación José Manuel Lara): “Sucedió en el barrio de Montparnasse. Camino del teatro Equité, donde iba a actuar, iba el granadino con su guitarra [...], cuando se le dislocaron los ojos al ver a una señora que salió de una casa dando un portazo al tiempo que se le abría su abrigo de piel negra y mostraba sus piernas y su ropa interior...”.

Y ahora retomamos la acción en las palabras del propio Carlos Cano: “Continué caminando hacia el teatro, impresionado por aquella vista que me había alegrado el paseo. Fue entonces cuando tocaron por detrás mi hombro. Me volví y allí estaba ella de nuevo [...], que me dijo en un francés muy suave: ‘Señor, ¿toca usted el contrabajo?’. Tal vez pensó que yo era contrabajista al verme con la guitarra. Le respondí sobresaltado, ‘¡No!’, y ella me dijo 'pardonnez-moi', y continuó su camino”.

Años más tarde, viendo por la tele una película de Yves Montand, Carlos Cano reconoció a la mujer “con abrigo de visón negro y ropa interior blanca”, una belleza “rubia, con ojos de un azul intenso y boca grande”: la actriz Simone de Signoret. “Siempre lamentaré no haber sabido tocar el contrabajo. Mi vida probablemente hoy no sería la misma”, contaba, entre risas, el cantautor granadino.

poesia 70

Portada y contraportada del número cero de la revista 'Poesía 70' / ARCHIVO JUAN DE LOXA

Identidad andaluza

Entretanto, el grupo siguió sumando adhesiones. Y no sólo musicales. “Buscaban definir una identidad andaluza a partir de las raíces, y fueron la clave de la toma de conciencia política de la juventud", explica González Lucini en otro de sus libros, la monografía dedicada a Manifiesto Canción del Sur, De la memoria contra el olvido (Fundación Autor). Hacia esa dirección apunta la primera canción de Carlos, La miseria, compuesta hacia 1968 con una guitarra pintada de negro que le dejó en Barcelona un amigo tuno. “Yo venía de una Alemania dura y me encontré con una Cataluña dura también; pero donde había una sensación de escape”, dirá el cantautor sobre sus días de emigrante andaluz en Barcelona.  

También, claro, hay una raíz lírica que les llega de Poesía 70, grupo creado también por Juan de Loxa que dará a conocer sus creaciones a través de una publicación del mismo nombre donde darían a conocer sus textos Aute y Joaquín Sabina (que todavía no ejercía de cantante) . “No me culpéis, hermanos, si conmigo ha venido la guerra”, anuncia Fanny Rubio en un poema incluido en el número cero de la revista, que recibió una sanción gubernativa de diez mil pesetas. Ellos son pioneros en poner música a un poema de Pessoa: en concreto, Ángel Luis Luque adaptó los versos de A vosotros. También otro miembro de Manifiesto, Miguel Ángel González, llevó al scalextric del pentagrama por primera vez la Elegía a Ramón Sijé de Miguel Hernández, que Joan Manuel Serrat popularizaría después.

Pero, ironías de la vida, la misma conciencia política que ellos contribuyeron a forjar se acabaría llevando por delante el Manifiesto. “Antes de la Transición, los políticos les necesitaban para convocar a la gente; poco después, ya sobraban”, explica Lucini. Además, hubo divergencias en las siglas: Carlos Cano hace campaña por el Partido Socialista de Andalucía (PSA); el resto se alinea con el PCE o con los anarquistas. Y de fondo, otra realidad “más doméstica”: Cano, que había contraído matrimonio con Alicia y habían tenido a su hija Amaranta, se sintió obligado a plantearse la necesidad de conseguir una estabilidad económica que le permitiera vivir con dignidad.

El resto aún se planteaba su participación en Manifiesto más como una militancia activa que como un destino profesional... Fue el acta de defunción del grupo, con alguna excepción. Por ejemplo, Raúl Alcocer optó a un Goya en 1987 por la banda sonora de la película Los invitados. Pero de aquella generación apenas queda hoy rastro.