Esta es una historia de familia. A lo largo de tres generaciones los Escoriaza mantuvieron un proyecto colectivo que maduró durante la etapa de la Restauración borbónica, un largo proceso de consolidación institucional, económica y.
Las inversiones en infraestructuras llegaron a ser muy importantes y configuran unas oleadas de inversión que sacudieron la sociedad y la economía españolas: carreteras y ferrocarriles especialmente. La electrificación, más tarde. El saneamiento y el abastecimiento de aguas a las ciudades crecientes y otros servicios urbanos. Aquella sociedad contaba con variados instrumentos de actuación. Ante todo en la administración pública, pero también el sector privado contaba con instituciones sólidas, variadas y eficaces entre las que destacaban las grandes sociedades anónimas y el insustituible mercado de capitales.
Los fundadores
En ese contexto destaca con carácter ejemplar la familia Escoriaza, de Zaragoza. Dicha familia nos es conocida a lo largo de tres generaciones. La primera de ella, los fundadores, los Escoriaza Carmona, incluye a Eurípides, Ludovica y José Pascasio (1833-1921), éste último llamado a ser el patriarca del grupo. Nacido en Puerto Rico estudió derecho un poco por toda España con la movilidad propia de de un funcionario. Su padre (José María de Escoriaza y Echeandía (1802-¿?) había sido alcalde de Aguadilla y participó en la reforma del régimen legal antillano. En la línea paterna José Pascasio se doctoró en Derecho y ejerció como abogado hasta que inició una turbulenta carrera política y administrativa en la ola de la Revolución Gloriosa de 1868. En pocos años se sucedieron los gobiernos civiles de diferentes provincias, la representación en Cortes de Puerto Rico y varios empleos administrativos de alto nivel entre los que conviene destacar la dirección de la Caja General de Depósitos y la dirección general de Obras Públicas. Con la República se retrajo de la política para ocupar un segundo nivel, pero no quedó olvidado. Participó en la comisión que debía redactar una nueva ley de minas y lo nombraron para la secretaría del Consejo de Estado. Debió ser una carrera brillante como jurista especializado en las obras públicas, parlamentario, periodista y alto funcionario. Su actividad política, continuada por su tío Eurípides manifiesta una clara vinculación con los grupos reformistas antillanos que impulsaron las reformas legislativas y promovieron la abolición de la esclavitud y el librecambio. Dichos méritos le permitieron alcanzar en 1870 la Gran Cruz de Isabel la Católica.
A partir de 1875 la carrera de José Pascasio tomó un giro significativo. Abandonó la política y la administración y marchó a Francia. La segunda generación de la saga, los Escoriaza y Fabro, se formaron allí y establecieron provechosas relaciones sociales y empresariales con el mundo industrial francés, que aprovecharon tan pronto como la Restauración Alfonsina normalizó la situación interna del país.
Proyectos ferroviarios
Ya en 1883 encontramos a José Pascasio desarrollando el tipo de negocios que con el tiempo vino a ser la especialidad de la familia: la promoción de proyectos ferroviarios de pequeña escala. Los unos de nueva planta y otros como reconversión de iniciativas fallidas. En dicha fecha aparece José Pascasio con un proyecto de ferrocarril que debía enlazar la línea Zafra-Huelva con la frontera portuguesa pasando por Tharsis con Enrique Lamartiniere, del Banco Hipotecario y, muy probablemente, representante del Banco de París y los Países Bajos y del Credit Hispano-Belge. Aún en 1902 encontramos juntos a José Pascasio y a su hijo Nicolás en la liquidación de la Compañía de los ferrocarriles de Zaragoza al Mediterráneo. Ambos figuraban como acreedores en el balance de disolución, el primero por 155.302 pesetas en concepto de “trabajo personal” como antiguo consejero en el fallido Ferrocarril de Val de Zafán a San Carlos de la Rapita (1882-1902).
Este parece haber sido el modelo de la actividad de los Escoriaza y el eje central de la formación de su grupo. Su ventaja competitiva parece haber sido la capacidad para combinar intereses, recursos y capacidades de diferentes procedencias, a menudo de procedencia francesa, y ponerlos al servicio de los proyectos de la época por medio de iniciativas público-privadas, terreno que José Pascasio conocía bien desde su etapa anterior como director general de Obras Públicas. Con dicho modelo de actuación pusieron en marcha proyectos de inversión en escala relativamente pequeña, a menudo en estrecha colaboración o claramente subsidiarias de las grandes sociedades del sector en diferentes rincones de España.
Ascenso profesional
La presencia simultánea del padre y del hijo en los proyectos que acabamos de mencionar nos invita a ocuparnos de la segunda generación del grupo Escoriaza, los Escoriaza Fabro, concretamente Nicolás (1869-1937), Virgilio (1872-1928) y Manuel (1874-1951). El primogénito, Ladislao (1864-1900), sólo figura en nuestra historia como encargado de negocios de la República Dominicana en Madrid, reflejo de las raíces caribeñas del grupo.
Ninguno como Nicolás, al que podríamos equiparar con el famoso cónsul Buddenbrock de la novela de Thomas Mann, supo tomar mejor el testigo del proyecto empresarial de su padre y lo elevó a grupo de empresas de considerable importancia. Pronto se beneficiaron de la oleada de desarrollo urbanístico que hizo crecer las ciudades e impulsó en ellas la modernización. La idea estaba tan clara para sus contemporáneos como en la actualidad lo está para nosotros la ola de Internet. Durante décadas promovieron compañías de tranvías eléctricos (Tranvías de Zaragoza, Valladolid, Granada, Cádiz-San Fernando, San Sebastián-Tolosa…) y de ferrocarriles secundarios en Aragón y Castilla la Vieja. (Sábada a Gallur, Haro a Ezcaray, Ferrocarriles de Castilla y Española de Ferrocarriles Secundarios, Caminos de Hierro de Granada… ). Su ascenso profesional le permitió para llegar a la cumbre del sistema ferroviario español como vicepresidente del Ferrocarril del Norte de España durante los críticos años 1930s.
Diversificación empresarial
La sede del grupo estaba consolidada en Zaragoza desde los años 1880s. Allí las actividades familiares se diversificaron en los segmentos más prometedores del desarrollo industrial y financiero de la época. Aparte de numerosos proyectos ferroviarios –el conocido en ocasiones como ferrocarril de las cinco villas– y en la electrificación de los Tranvías de Zaragoza, los hermanos Escoriaza Fabro figuran en los consejos de sociedades de urbanismo, industria, electricidad, hostelería y, andando el tiempo, la renovación del transporte urbano. En 1911, Nicolás se incorporó al consejo local del Banco de España, uno de los puestos de representación más importantes la plaza y el mejor observatorio posible de la empresa local, cargo en el que le sucedió Manuel décadas más tarde.
El ramo zaragozano del grupo familiar quedó principalmente de la mano de sus hermanos Manuel y Virgilio. A diferencia de su hermano el vizconde, Manuel de Escoriaza optó por mantenerse firme y establemente domiciliado en aquella capital. Allí la iniciativa más significativa en la línea de diversificación fue la creación de una sociedad en franquicia con Pablo Carde, de Burdeos, para la fabricación de material rodante de ferrocarriles, un proyecto que los hermanos Escoriaza, Manuel y Virgilio, gestionaron con habilidad en el marco de las actividades del grupo ferroviario que patroneaba Nicolás con eficacia y amplitud de miras. Asociados a la Société de Construction et d'Entretien de Matériel Roulant (SCEMR), antiguo Gustave Carde & Fils, de Burdeos, los Escoriaza instalaron en 1897 unos grandes talleres de carpintería metálica y en madera, lo que amplió las competencias del grupo y, como empresa autónoma, llegó a ser la primera del ramo en Zaragoza y una de las más importantes de toda España. En los años 1920s la sociedad se reconvirtió en Material Móvil y Construcciones y diversificó su actividad para atender las demandas de material para el Ejército, incluidos el automovilismo y la aviación, siguiendo también en ésto una línea parecida a la de los Carde de Burdeos durante la Gran Guerra.
Tercera generación: auge y decadencia
La fundación en 1897 de la nueva sociedad no operaba en vacío. Zaragoza contaba con una pujante industria metalúrgica y en ella destacaba desde hacía décadas la fundición Averly, con una larga y próspera historia durante la generación anterior, la de José Pascasio. Nicolás forjó con su propietario, el también francés Antonio Averly Françon (¿?-1888), una estrecha vinculación familiar casándose con la hija de aquel, Matilde Averly y Lassalle (1869-¿?).
Pasemos a la tercera generación, que nacieron prácticamente con el nuevo siglo y alcanzaron la madurez durante la Dictadura de Primo de Rivera y debieron desempeñar la mayor parte de su vida durante la etapa franquista. Ellos protagonizaron la máxima expansión del grupo pero también contemplaron su parcial decadencia y ulterior transformación. Tres factores la marcaron: el asesinato de Nicolás en 1937, las vicisitudes de los ferrocarriles españoles y la estructura organizativa del grupo familiar en las dos ramas mencionadas, que evolucionaron de forma dispar durante las décadas a venir. En esta etapa asumieron el protagonismo los nietos de José Pascasio, hijos como ya sabemos de Nicolás y de Manuel.
Empecemos por el asesinato de Nicolás, quien había intervenido directamente en la reorientación de los grandes problemas ferroviarios, tanto de la red principal como de las de vía estrecha desde los años 1920s. De haber sobrevivido quizá hubiera podido intervenir directa y decisivamente en los grandes cambios de la década siguiente como experto en reconversiones si bien en el marco real del ferrocarril en la postguerra el grupo ferroviario de Escoriaza parecía condenado a una lenta decadencia. Mejor les fue con los talleres ferroviarios que sobrevivieron hasta que fueron absorbidos por la Compañía Auxiliar de Ferrocarriles (CAF) en 1954, lo que, dada la coyuntura, debemos entender como un ejemplo de supervivencia y capacidad de adaptación. Por otro lado el grupo, progresivamente centrado en los descendientes de Manuel reforzó su presencia en los servicios locales de Zaragoza, en el turismo y en la expansión urbana de la capital.
Desde luego que la cosa había cambiado bastante respecto a los años 1920s pero tampoco puede ser considerado como un fracaso que nos permita invocar en este caso el famoso «efecto Buddenbrock» de las tres generaciones en el terreno de la empresa familiar, de las cuales la tercera se hubiera visto irremediablemente abocada a la decadencia. Está claro que en nuestro caso abuelos, hijos y nietos supieron encontrar sus oportunidades, flexiblemente ligadas entre sí a lo largo del tiempo, establecer alianzas y mantener su actividad con eficaz capacidad de crecimiento y adaptación a las circunstancias cambiantes a largo plazo.