El artista alemán Hugo Ball, conocido por ser uno de los actores fundacionales del dadaísmo, intentó doctorarse en 1910 con una tesis sobre el filósofo Friedrich Nietzsche. La editorial El Paseo, dirigida por David González Romero, publica –por primera vez en español– el manuscrito de esta investigación académica, bautizada con el título de Nietzsche en Basilea. Un escrito polémico. El texto, traducido por Manuel Barrios Casares, catedrático de Filosofía, que incorpora un estudio preliminar y un abundante compendio de notas, versa sobre la intensa influencia del pensamiento de Nietzsche en el alumbramiento de las vanguardias artísticas de comienzos del pasado siglo XX. E incorpora, como complemento, el original de la conferencia ‘Kandinsky’, pronunciada por Hugo Ball en 1917 en la célebre Galería Dadá, a modo de manifiesto sobre el tiempo nuevo que se inauguraba en el ámbito de la estética y el arte. El libro explora el impacto del irracionalismo en la revolución los movimientos intelectuales de la segunda modernidad, tras el Romanticismo y el Simbolismo. Letra Global ofrece, por cortesía de El Paseo, un extracto del volumen de Hugo Ball.
NIETZSCHE COMO INMORALISTA
Junto a unos elevados intereses estéticos, Nietzsche desarrolla desde su juventud un profundo deleite crítico por las cuestiones teológicas (teológico en su sentido principial, no en el sentido de la especialidad científica). A los trece años le ocupa ya el problema del origen del mal. A él dedica su primer juego de niños literario y resuelve el problema concediéndole a Dios "el honor… de ser el padre del mal. Para ello concibe una extraña trinidad: Dios-padre, Dios-hijo y Dios-demonio, y "mi razonamiento era que Dios, pensándose a sí mismo, creó la segunda persona de la divinidad; pero que, para poder pensarse a sí mismo, tuvo que pensar su opuesto, esto es, tuvo que crearlo. Así empecé a filosofar".
En la escuela principesca [de Pforta], con motivo de la lectura de Los bandidos de Schiller, comenta que los personajes le resultan caracteres "casi sobrehumanos, y uno cree estar asistiendo a una lucha de titanes contra la religión y la virtud". En esa etapa se refiere a la moral denominándola "la suma de todas las verdades para nuestro mundo"; y en una asociación científico-estética fundada con dos amigos, Germania, el alumno de secundaria pronuncia una conferencia, ‘Fatum e Historia’, en la que se le puede oír expresarse así:
"Es un atrevimiento en toda regla querer resolver problemas filosóficos sobre los que, desde hace varios milenios, existe un conflicto de opiniones: echar por tierra puntos de vista que, según la creencia de los hombres más geniales, son los que elevan y hacen a los hombres verdaderamente humanos; unir la ciencia natural con la filosofía, sin conocer siquiera los principales logros de ambas; y, finalmente, establecer, sobre la base de la ciencia natural y de la historia, un sistema de lo real mientras todavía no se han revelado al espíritu la unidad de la historia universal y sus fundamentos más radicales. (…) Nos esperan grandes convulsiones cuando la masa haya comprendido que el cristianismo entero está basado en suposiciones".
Ya en la época de Bonn sus estudios estuvieron encaminados con éxito hacia la vertiente filológica de la crítica de los Evangelios y a la investigación de las fuentes del Nuevo Testamento. En aquel momento creí que la historia y su exploración podían ser capaces de dar una respuesta directa a ciertas cuestiones religiosas y filosóficas. En Pensamientos sobre el cristianismo (de finales de 1865 o principios de 1866) acepta la separación de moral y teísmo planteada por Schopenhauer e intenta determinar las consecuencias de dicha separación: "El tremendo error intelectual consistente en identificar teísmo y moral (…) se convierte en un arma de doble filo (…) en manos de los sacerdotes. (…) Una arrogante intromisión en todos los ámbitos, en la escuela, en el Estado, en el arte; condenas promulgadas contra los argumentos racionales; una desmedida presunción como de gente de quien depende la felicidad de los seres humanos, etc".
Los cuadernos de la etapa escolar y universitaria están plagados de notas y reflexiones sobre el teísmo, la moral, Dios, los sacerdotes y el cristianismo. Nietzsche parece considerar la meditación sobre estos asuntos algo que le es inherente por su condición de hijo de un pastor [protestante] y "descendiente de toda una raza de teólogos". Cuando en sus años en Bonn se reeditó la Vida de Jesús de Strauss, advirtió a su colega de estudios teológicos, Deussen: "El asunto comporta la más grave consecuencia: si abandonas a Cristo, también tendrás que renunciar a Dios".
En Basilea elogiaba a Schopenhauer por haber vuelto a dar la palabra (mediante sus especulaciones sobre ascética, salvación, sufrimiento y redención) al cristianismo medieval en toda su extensión: "Se había olvidado lo que era la religión" (Sobre Schopenhauer). Sin embargo, aquellos intentos de negación por parte de Nietzsche ("he tratado de negarlo todo") no alcanzaron la plena grandeza y pureza buscadas, y esto puede haber contribuido a esos estados de desánimo y desesperación que le llevaron a buscar refugio en Schopenhauer durante su estancia en Leipzig.
Entonces, en aquel momento, en el tránsito de 1867 a 1868, cae en sus manos un libro cuya importancia para él solo puede ser comparada con el influjo de Wagner. Es la Historia del materialismo y crítica de su significación en el presente de Friedrich Albert Lange. A Gersdorff le informa en estos términos: "Si tienes ganas de documentarte a fondo sobre el movimiento materialista de nuestros días, sobre las ciencias naturales y sus teorías darwinistas, sus sistemas cósmicos, su camera obscura animada, etc., así como también sobre el materialismo ético, sobre la teoría de [la Escuela de] Manchester, etc., en ese caso, no sé recomendarte nada más excelente que la Historia del materialismo de Friedrich Albert Lange (Iserlohn, 1866), un libro que ofrece infinitamente más de lo que promete el título y que, como un verdadero tesoro, se puede leer, releer y consultar una y otra vez".
Lo que cabe inferir de esta nota no parece justificar demasiado la afirmación que se halla en Möbius (el único que, aparte del rico en material e ingenioso, pero poco sistemático Bernoulli, ha dejado constancia del influjo del libro de Lange) de que, en 1868, Nietzsche da la impresión de haber llegado a un cierto cierre conclusivo de sus estudios positivistas. Creo, por el contrario, que puedo demostrar más bien lo siguiente:
que Nietzsche 1) encontró aquí esa sabiduría y esa unidad de la historia universal que le faltaban para tener una visión general de sus intereses antiteológicos y que tan dolorosamente anhelaba en aquella conferencia de la Germania;
2) que el punto de vista antiteológico se convirtió aquí en un asunto de la más alta significación histórica y modernidad, un asunto que tuvo a la vez como consecuencia su emancipación de la filosofía griega más antigua;
3) que fue aquí donde Nietzsche halló la ocasión para deslindar maestros de oponentes entre sus predecesores filosóficos, por todo lo cual, hasta que la influencia de Lange no se haya estudiado y establecido en toda su dimensión, no es posible determinar su lugar e importancia en términos de historia de la filosofía.
De esta dedicación a Lange también existen esbozos contenidos en los fragmentos póstumos de Nietzsche. Dos de esos apuntes resultan especialmente significativos a este respecto. Uno de ellos se titula ‘Sobre Demócritoo y procede del período comprendido entre 1867 y 1868. Nietzsche subraya en él: "Mientras tanto, nos contentamos con los ricos resultados secundarios de estos estudios escépticos. Gracias a ellos se ha puesto al descubierto una gran cantidad de Antigüedad latente”. El otro borrador viene encabezado por el rótulo ‘La teleología a partir de Kant", se remonta a la primavera de 1868 y, como ya se mencionó antes, debía haber alcanzado pleno desarrollo en la forma reglada de una disertación titulada "Sobre el concepto de lo orgánico desde Kant’.
De este último apunte citaré tan solo los dos siguientes pasajes:
1) "La eliminación de la teleología tiene un valor práctico. De lo que se trata es de rechazar el concepto de una razón superior: con eso nos damos ya por satisfechos".
2) "El supuesto es que lo viviente puede nacer del mecanismo. Esto Kant lo niega. Tenemos, por consiguiente, que, en ambos apuntes, de acuerdo con Demócrito, el padre del materialismo atomista, y en contra de Kant, el representante de la filosofía moderna, Nietzsche rechaza la teleología, en tanto suposición de una razón universal, siendo en torno a este problema en torno a lo que gira su interés por el libro de Lange. Lo decisivo aquí no es que Nietzsche recibiera de Lange una visión de la historia de la filosofía como una historia del materialismo y las ciencias naturales; lo decisivo es más bien que, en su obra, el materialismo y las ciencias naturales, tomadas de forma conjunta como la ciencia, aparecen enfrentadas en una pugna histórico-universal con una interpretación teológico-teleológica del mundo, que se presenta como su oponente.
En Lange puede leerse esta frase: "Con el comienzo del pensamiento lógico comienza también la lucha contra los supuestos tradicionales de la religión”. (…) Con Lange se orientó Nietzsche a propósito de Darwin, cuyo libro El origen de las especies por selección natural o la preservación de las razas favoritas en la lucha por la vida, traducido al alemán en 1863, había retomado el viejo problema empedocleo del surgimiento de lo orgánico-finalista a partir de lo irracional y había permitido reconsiderarlo de una manera decididamente brillante.
Las evidencias documentales se encuentran en los cuadernos de apuntes de Basilea posteriores a El nacimiento de la tragedia (en el año 1868 se produce la lectura de Lange, en 1869 se muda Nietzsche a Basilea). Así se muestra en este extracto de sus lecturas de Demócrito: "El mundo en su conjunto se agita, completamente desprovisto de razón o de tendencia alguna. Todos los dioses y mitos, inútiles". Y Demócrito se le presenta como "el hombre más libre de todos". De Empédocles dice: "Le basta la simple idea de que, entre innumerables formas fracasadas e incapaces de vivir, también surgen algunas formas adecuadas a este fin y capaces de vivir: aquí, el finalismo de lo existente es reconducido a la existencia de lo adecuado a fines. Los sistemas materialistas nunca han renunciado a esta idea. Ahora tenemos una aplicación especial de ello en la teoría darwiniana".
En lo que se refiere al propio Darwin, cuando en 1869 Nietzsche llega a Basilea, se encuentra con que en aquel momento está teniendo lugar en la Universidad basiliense una polémica a propósito de la selección de las especies darwiniana, consulta casi todos los escritos relevantes sobre la disputa que localiza en su biblioteca y valora a Darwin como "impulsor de uno de los movimientos científicos de mayor importancia”.
Es evidente que se refiere a El origen del hombre, publicado en 1871, y a la teoría de la evolución contenida en él cuando anota: "La terrible consecuencia del darwinismo, al que, por lo demás, tengo por verdadero. Toda nuestra veneración está referida a cualidades que consideramos eternas, morales, artísticas, religiosas, etc.". Y cuando dice: "Antes se buscaban las intenciones de Dios en la historia: luego, una finalidad inconsciente, v. g., en la historia de un pueblo, de una formación de ideas, etc. Sólo ahora, al observar la historia de los animales, se ha empezado a poner la mirada en la historia de la humanidad: y lo primero que se ha visto es que hasta ahora no ha habido ningún plan, ni para el hombre ni para un pueblo. En general, han sido los azares mayúsculos los que se han impuesto —y siguen imponiéndose—".
Este aforismo ya habría podido ser concebido en su origen durante la etapa de Basilea. El rechazo de toda filosofía moral idealista que se derive de principios racionales va en Nietzsche de la mano de su posicionamiento a favor de Empédocles, Demócrito y Darwin. Los fundadores de esa filosofía idealista, Anaxágoras, Sócrates, Platón, son interpretados por él sobre la base de su "haberse vuelto inseguros con respecto a lo que es pertinente, con respecto a lo que es adecuado, con respecto al deber". En cualquier caso, los rechaza. Difícilmente ha podido tomar nota Nietzsche, para la segunda de las Consideraciones Intempestivas, de la frase de Hegel —"que en general haya en la historia razón, eso es algo que debe ser integrado filosóficamente y como algo necesario en sí y para sí"— por otro motivo que no fuera el de ridiculizarla ahí.
La "filosofía de Hartmann" es para él, enteramente, "la caricatura del cristianismo, con su sabiduría absoluta, su Juicio Final, su redención, etc.". Nietzsche busca abolir toda esta filosofía del ser, que quiere fijar una definición del mundo mediante el principio de razón y el concepto, oponiéndole la filosofía del "devenir" de Heráclito, a quien elogia en estos términos: "El mundo necesita eternamente la verdad, por lo tanto, necesita eternamente a Heráclito"; y recalca: "lo que él ha contemplado, la doctrina de la ley en el devenir y del juego en la necesidad, debe ser de ahora en adelante eternamente contemplada: Heráclito ha levantado el telón de este grandioso espectáculo". Pero es también el propio Heráclito el que resuena en boca de Nietzsche cuando este exclama: ¡El mundo es "un juego, no lo toméis demasiado patéticamente, y, sobre todo, no lo entendáis en sentido moral!".
Planteo ahora la siguiente cuestión: ¿qué tendríamos si Nietzsche en Basilea hubiera entendido bajo el término convención, en contraste con el de interioridad, todo el concepto teístico-moral-cristiano de religión, así como ese socratismo enemigo de Dionisos (véase El nacimiento de la tragedia)?, ¿si hubiese rechazado toda interpretación moral del mundo, toda concepción de Dios como un principio cósmico que prescribe leyes, en suma, toda sujeción moral, y solo hubiese admitido una concepción estética del mundo —vinculada a la idea de una naturaleza libre, cuya sujeción únicamente es posible por mediación del arte— tomando esta concepción como su más seria tarea, como su innovadora propuesta de simplificación, su presupuesto para la "unidad del espíritu alemán"?
¿No tendríamos entonces, históricamente, algo así como esto: Kant toma a la divinidad como un postulado y deriva de ella la moral; Schopenhauer, el ateo, decapita a Dios, expulsándolo del mundo, y toma la moral como un postulado; Nietzsche, el inmoralista, elimina también la moralidad y postula un libre juego de la naturaleza a favor del arte y la autodeterminación del individuo? En ese caso, tanto El nacimiento de la tragedia como la relación con Wagner deberían ser considerados sobre todo en este contexto y explicados en última instancia por remisión al mismo.
Así pues, solo por referencia a la mencionada antítesis entre una concepción estética del mundo y una concepción moral pudo Nietzsche caracterizar más tarde El nacimiento de la tragedia como su "primera transvaloración de todos los valores"; y, en lo concerniente a Wagner, fue por tal motivo por lo que este pudo representar para él en aquella época un punto de vista antiteológico y ateístico, lo mismo que Lange, correlatándose con este autor como la práctica respecto a la teoría. Prueba de ello es no solo la afirmación de que se figuraba "haber descubierto en el arte de Wagner el camino hacia un paganismo alemán".
Cuando en aquel entonces Nietzsche declaraba: "Yo creo en el antiguo dicho germánico: todos los dioses deben morir", estaba viendo en el maestro de Tribschen, creador de Sigfrido y de El crepúsculo de los dioses, al destructor de la lanza de Wotan. Y cuando más tarde lamente la pérdida de Wagner, se quejará así: "Yo lo he amado a él y a nadie más. Él era un hombre, según mi corazón, tan inmoral, ateo, antinómico". Testimonios de la inmoralidad de Wagner no solo los ofrece Tristán e Isolda, con el famoso adulterio, o La valquiria, con el "derramamiento de sangre" entre Siegmund y Sieglinde. Aunque después se volviera piadoso, no era de hecho un espíritu moral, en el sentido de Rousseau-Schiller-Hebbel. El nacimiento de la tragedia es completamente amoral. El propio Nietzsche lo comentaba en estos términos en 1878:
"Cuán agusanada y hecha jirones está la vida humana, hasta qué punto se halla enteramente construida sobre el fraude y el disimulo, cómo todo lo solemne, cómo las ilusiones y todo placer de vivir se deben al error —y hasta qué punto el origen de un mundo semejante hay que buscarlo no en un ser moral, sino si acaso en un artista-creador—: con todo eso quería decir que un ser así no merece en absoluto adoración, en el sentido del hombre cristiano (que erige un dios de bondad y amor), e incluso no descartaba la posibilidad de que dicha representación, al igual que había sido inoculada por la fuerza en el ser alemán, también pudiera serle extirpada por la fuerza.
Asimismo, me figuraba haber descubierto en el arte de Wagner el camino hacia un paganismo alemán o, al menos, un puente hacia una concepción del mundo y del ser humano específicamente no-cristiana. En otro tiempo creí que el mundo, considerado desde un punto de vista estético, se asemejaba a un espectáculo dramático y como tal había sido ideado por su autor, pero que como fenómeno moral era un fraude: lo que me llevó a concluir que solo como fenómeno estético puede justificarse el mundo".
Por lo demás, esta amoralidad misma de El nacimiento de la tragedia es lo que pone a Nietzsche en conflicto con Schopenhauer antes incluso de que este haya llegado a tener una muy restringida influencia moral en él. De modo que sobre su primera publicación tras abandonar Basilea, Humano, demasiado humano, podía aclarar: "De lo que se trataba para mí era del valor de la moral —y al respecto tuve que discutir casi exclusivamente con mi gran maestro, Schopenhauer—". Este su maestro Schopenhauer había proclamado en sus Parerga y Paralipomena: "Los resultados morales del cristianismo hasta llegar a la ascética más elevada, se encuentran fundamentados en mi obra de modo racional y dentro del contexto de las cosas, mientras que en el cristianismo son meras fábulas. La creencia en ellas va disminuyendo cada día más, así que hay que recurrir a mi filosofía".
Nietzsche no puede dejar de hacer la siguiente observación: "Las tendencias ascéticas son sumamente contrarias a la naturaleza y, la mayoría de las veces, son solo la consecuencia de una naturaleza atrofiada". En Schopenhauer se encontraba esta frase a prueba de bombas: "Que el mundo tenga solo un sentido físico, pero ningún sentido moral, es el error más nefasto, surgido de la mayor perversidad de la mente”. Y Nietzsche guardó silencio sobre el particular, pero anotó: "Estudiar minuciosamente a Dühring como tentativa de distanciamiento de Schopenhauer, para ver lo que tengo de Schopenhauer y lo que no. Después, volver a leer a Schopenhauer". Tal como se revuelve contra el teísmo y la moral, el complejo de ideas de El nacimiento de la tragedia también se revuelve contra el cristianismo. En líneas generales, Nietzsche está convencido de esto:
"Hoy es conveniente dejar a un lado los restos de la vida religiosa, porque son débiles y estériles y debilitan el sacrificio por un auténtico objetivo. ¡Muerte a los débiles! Precisamente porque queremos un idealismo supremamente enérgico, no podemos servirnos de las lánguidas veleidades de la religión. Hoy ellas impiden que un hombre llegue a ser algo completo y acabado, y que salga a relucir plenamente su objetivo cultural y artístico. Mientras que la consideración suprema del mundo siga siendo usurpada por la esfera religiosa, los mayores afanes y objetivos del individuo permanecerán por debajo de su valor, afectado por un sabor a tierra".
En concreto, en julio de 1878, afirma: "Solo quiero confesar que había abrigado esperanzas de que con el arte podría despojar por entero a los alemanes del rancio cristianismo —la mitología alemana como atenuante, acostumbrando al politeísmo—". En [un fragmento de 1875] dictamina lo siguiente: "Con el cristianismo obtuvo la supremacía una religión que correspondía a un estadio prehelénico de la humanidad: creencia en sucesos mágicos de todo tipo, sacrificios sangrientos, temor supersticioso a castigos demoníacos, renuncia a uno mismo, visiones extáticas y alucinaciones, el propio ser humano convertido en campo de batalla de buenos y malos espíritus y de sus luchas".
Poco más adelante vuelve a referirse al cristianismo como "el atentado más terrible contra la humanidad" y [en otro pasaje] comenta "nuestra situación desgarrada, con una religión inculcada de manera artificiosa. O perecemos a causa de esta religión, o la religión perecerá por nuestra causa".
Resulta evidente qué es lo que significaba el ideal cultural nietzscheano de una "unidad del espíritu alemán y de la vida alemana tras la destrucción del contraste entre forma y contenido, entre interioridad y convención", y, por consiguiente, qué es lo que entendía Nietzsche bajo el término "convencionalismo". Este comprendía la cultura religiosa toda en oposición a la cultura estética, todo el complejo del "sentimiento de absoluta dependencia" en contraste a la libertad personal.
Pero la meta más inmediata reservada por Nietzsche para el "germanismo" la cifró en la "superación de la mezcla de religiones, de lo asiático, la anulación de la "victoria del pueblo judío sobre la voluntad debilitada de la cultura griega", en la reorientación del espíritu nacional, a la que él mismo dio un primer impulso en El nacimiento de la tragedia mediante toda su concepción de la cultura estética de los griegos como la de una nación hermana, como cuando afirmó: "En este libro [El nacimiento de la tragedia: H. B.], el trasplante en el corazón alemán de un mito profundamente antialemán, del mito cristiano, se presenta como la verdadera calamidad alemana.
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Nietzsche en Basilea + ‘Kandinsky’ (Conferencia). Hugo Ball. Edición, traducción y notas de Manuel Barrios Casares. El Paseo. Colección Central. Sevilla, 2022. 146 páginas. PVP. 17, 95 euros.