Lo ves llegar, a lo lejos, con calambre entusiasta. Trae una sonrisa colgando en el labio, las pupilas anchas, los pasos lentos, la mirada viva. Podría decirse que Miguel Aguilar (Madrid, 1976) es uno de esos editores que con un teléfono y un cuaderno han contribuido a levantar una galaxia. De libros. Primero en Tusquets. Y ahora en Debate y Taurus, donde ejercita desde 2006 esa mirada de buscador de oro entre mazos de folios. Así ha armado un catálogo de títulos como una red de luces, de los que echan al lector a pensar. Antes de prender la mecha de una respuesta espera unos segundos para buscarle a las palabras su peso más exacto. En un rato estará en su guarida. Y todo volverá a lo de siempre: la vida, a la vida. Sus córneas, a los libros. Porque la lectura --él lo sabe bien-- es un silencio concurrido de galaxias fastuosas.
-¿Acabó la crisis en el mundo del libro?
-Sí. Los datos son bastante claros. Llevamos dos o tres años positivos. Primero, se frenó la caída y, ahora, vamos creciendo, aunque todavía tímidamente. No hemos recuperado los niveles de ventas alcanzados antes de la crisis ni los vamos a recuperar, pero sí hay otra sensación, otro ánimo que no se limita, por cierto, al mundo del libro. Parece que en la sociedad española hay un renovado optimismo y los libros, claro, lo notan.
Todo, al final, es relativo. ¿Se publica demasiado? Sí ¿Se publica mal? En líneas generales, no. ¿Habría que publicar menos? Seguro, pero a ver quién es el que le pone el cascabel al gato
-Ni en los años más duros de la crisis se ha dejado de escuchar que "en España se publica demasiado".
-Yo publico lo que tengo que publicar. Los demás, quizás, demasiado [risas]. A la hora de valorar este asunto, siempre me acuerdo de las memorias de Bennett Cerf, el fundador de Random House, a quien le parecía una barbaridad que en Estados Unidos se editaran 25.000 novedades al año. Esa cifra no ha hecho más que aumentar, hoy creo que son 150.000 ó 170.000. Todo, al final, es relativo. ¿Se publica demasiado? Sí ¿Se publica mal? Creo que, en líneas generales, no. ¿Habría que publicar menos? Pues seguro que sí, pero a ver quién es el que le pone el cascabel al gato. Cada vez que hay un esfuerzo de contención como el que realizaron los grandes grupos hace seis o siete años, surgen nuevas editoriales con proyectos valiosos, interesantes, que quieren entrar en el mercado. Sospecho que es una queja que se va a ir repitiendo.
-Pronto va a cumplir veinte años como editor desde que inició su andadura en Tusquets en 1999. ¿Ha cambiado mucho su trabajo?
-El oficio de editor tiene dos labores fundamentales. Una de ellas es la selección; la otra, la difusión. La primera apenas ha cambiado. La segunda, sin embargo, lo ha hecho radicalmente. El desarrollo del mundo digital nos ha permitido conocer mejor a nuestro lector e ir directamente a los que sabemos, con cierto grado de seguridad, que van a interesarles nuestros libros. Antes, la publicidad era una actividad de amplio espectro, como los antibióticos. Tú ponías un anuncio en el suplemento cultural de un periódico y llegabas a toda la población, aunque un porcentaje muy bajo de ella estuviera interesada en una Historia de Roma, por ejemplo. Ahora, sin embargo, puedes actuar casi con la precisión de la microcirugía. Sabes qué blogueros hablan de la Historia de Roma, qué gente está apuntada a una página de Facebook sobre la antigua Roma, quién ha comprado billetes para ver las ruinas de Pompeya y Herculano...
También ha cambiado mucho la relación con las librerías. Es mucho más difícil hacer tiradas fuertes. Los libreros no quieren tener los libros en sus estanterías y debes optar por hacer tiradas más ágiles, algo posible tecnológicamente. Ya se pueden hacer reimpresiones de 300 o 500 ejemplares. Creo que ha cambiado también la faceta americana de la labor del editor. América Latina ha cobrado una importancia que hace diecinueve años quizás no fuera tan evidente. Ahora supone un porcentaje muy elevado de nuestra facturación y cada vez hay que tener más la cabeza en el otro lado del Atlántico.
Los editores los publicamos, pero los libros son de los autores
-Y la relación con los lectores, ¿ha vivido también esa transformación de la cercanía?
-Es cierto que el lector ahora te puede interpelar por redes sociales, pero no es un fenómeno masivo. Nosotros vendemos unos 180.000 ó 200.000 libros al año y es imposible que todos ellos entren en contacto con la editorial. Además, por lo general, los lectores están interesados, en todo caso, en el autor. El editor sólo es un instrumento. Los autores sí están más expuestos a sus lectores y, además, creo que ellos lo agradecen. Las conferencias, los festivales y los actos públicos han vivido un auge importante porque tienen el respaldo del público. Los editores los publicamos, pero los libros, en realidad, son de los autores.
-¿Es su catálogo la mejor carta de presentación de un editor?
-Podríamos decir que representa lo que has hecho, lo que te interesa y la aportación que quieres realizar al mercado editorial y a la sociedad.
En Debate hemos logrado consolidar un catálogo serio y riguroso, pero al mismo tiempo accesible y con potencia para llegar al gran público
-Suele decirse que España es un país que lee novelas, pero usted edita ensayo.
-En España la novela vende más, sin duda. Entre los diez títulos más vendidos del año, ocho o nueve, probablemente, son novelas. Pero si pudiéramos saber los diez que menos venden, también serían novelas. Le tengo mucha admiración a los editores que publican narrativa porque ahí sí corres el riesgo de que tus libros no le interesen absolutamente nadie. La no ficción, quizás, no tiene ese techo de ventas ni ese glamour, pero, a partir de ahí, todo son ventajas. Por ejemplo, en Debate hemos logrado consolidar un catálogo serio y riguroso, pero al mismo tiempo accesible y con potencia para llegar al gran público. Ahí está, por ejemplo, el libro El camino a la realidad de Roger Penrose. Casi 1.200 páginas de física matemática que en España, sospecho, hay cincuenta personas capaces de leerlo y comprenderlo al completo. Pero de ese título hemos vendido más de 20.000 ejemplares.
-Ha dado cabida en su catálogo al periodismo narrativo justo cuando está desapareciendo de los medios de comunicación españoles, que no tienen ni periodistas para hacerlo ni dinero para financiarlo.
-Diría que en España nunca ha habido mucha salida para el periodismo narrativo, como sí ha ocurrido en Estados Unidos y, por supuesto, en América Latina. Pocas veces han tenido hueco textos de diez mil palabras y que ocupen varias páginas. A mí me gustan mucho los libros de periodismo narrativo, aunque deberían tener más lectores. Nosotros lanzamos una colección de crónicas en 2010 o 2011 titulada La ficción real, pero no tiró lo suficiente. Quizás el periodismo narrativo le gusta mucho a los periodistas y a los editores, pero a los lectores, a lo mejor, no tanto.
-Usted ha asegurado que con sus libros pretende “aportar elementos para la conversación pública, difundir historias e ideas, mejorar el mundo, divertir…”.
- Nosotros trabajamos con la ilusión de los autores y, si tú no le pones ilusión, la mezcla no funciona. Además, de cada diez libros, ocho no cumplen las expectativas, pero tú no puedes dejar que eso te deprima o te convenza. Tienes que pensar que vas a divertir, que vas a ilustrar y que vas a cambiar el mundo, por supuesto.
[En términos de industria editorial] la rival de Barcelona no es Madrid; es México DF, es Buenos Aires
-Al estar al frente de un sello incrustado en un gran grupo editorial, Penguin Random House, ¿se puede permitir más riesgos que otros editores?
-Tengo una capacidad alta de riesgo por libros muy caros, por autores importantes, por anticipos fuertes, por campañas de lanzamiento potentes... Una editorial independiente tiene una capacidad alta de riesgo, pero por libros muy pequeños. Un editor independiente puede apostar, por ejemplo, por un poeta guatemalteco que narra una historia muy íntima. Sin embargo, yo no. Son dos capacidades de riesgo distintas. Yo vivo atado a una cuenta de resultados, pero a un independiente le pasa igual. Claro, hay una diferencia: el editor independiente es la misma persona la que contrata los libros y decide cuánto dinero está dispuesto a ganar o perder. En un gran grupo, hay una parte que es la de la contratación y otra la que hace los presupuestos pero, en general, sí que hay una sensibilidad para fijar qué se puede esperar de cierto tipo de libros y de que se trata de una labor cultural.
-El libro digital tiene una importancia notable en Debate. Para ustedes supone ya el 10% de las ventas...
-Podemos decir que supimos aprovechar las ventajas que nos ofrece el libro digital, al que nadie debería oponerse como nadie está en contra hoy del ferrocarril. El libro digital tiene una gran rentabilidad económica, pues no tiene devoluciones ni apenas costes de distribución. Hay libros que en Nicaragua interesan a 300 personas, pero llevarlos allí supone un coste tremendo y una logística importante que resulta imposible hacerlo. Pero con el libro digital se los van a poder comprar sin problemas. Es decir, ensancha el mercado considerablemente. Además, es una ventaja para los lectores que leen mucho. No tienen que tener metros y metros en sus casas destinados a almacenarlos. También la accesibilidad del fondo es mucho mayor. Luego, tiene desventajas, como la piratería, donde se ha mejorado mucho, pero sigue haciendo mucho daño. Eso sí, yo, personalmente, prefiero leer en papel.
El gran pecado del independentismo es no reconocer la pluralidad interna de Cataluña
-¿Sigue siendo la piratería uno de los problemas fundamentales de la industria editorial?
-La piratería tuvo un impacto durísimo hace años. Hubo una especie de tormenta perfecta: la crisis económica, el libro digital, una tecnología todavía inicial... La mejor forma de combatirla era hacer que los libros se pudieran comprar legalmente, pero hubo ahí una etapa en que un pirata cogía un libro, le hacía una copia digital y lo colgaba. Mientras, nosotros teníamos que conseguir los derechos digitales, hacer la digitalización del libro bien hecha, adaptada a cada uno de los formatos, y luego ponerlo a la venta. Eso, imagínese, con catálogos de miles de libros. Todo ese proceso tardó tiempo y, mientras, tenías copias cutres de los libros en PDF circulando por todas partes. Eso hizo un daño importante. Ahora se ha podido controlar, pero sí, sigue siendo un problema importante.
-¿Ha afectado el procés al tradicional papel de Barcelona como capital de la industria editorial en español?
-Hemos vivido momentos muy complicados con el procés, pero Barcelona resiste como capital de la industria editorial en español. La ciudad tiene suficientes elementos que juegan en su favor para que esa capitalidad no se pierda y lo que espero es que las autoridades se den cuenta de ello y no la pongan más en riesgo. Porque el rival ni siquiera es Madrid; es México DF, es Buenos Aires. En este sentido, Barcelona tiene una cosa muy única: de los grandes idiomas del mundo, pocos tienen una capitalidad única. El inglés está muy repartido entre Londres y Nueva York. El alemán, por la propia estructura del Estado, está repartido entre cinco o seis ciudades. En Italia tienen Milán y Turín, aunque hay editoriales importantes hasta en Bari. Francia sí tiene esa capital en París, pero no es un idioma global. La industria editorial en castellano está concentrada en Barcelona, algo que es una riqueza extraordinaria a proteger.
-¿Sigue en riesgo ese destacado papel editorial de Barcelona?
-La tensión social es muy evidente y todavía hay elementos de incertidumbre sobre hasta dónde va a llegar el independentismo. En todo este conflicto ha habido dos problemas: la deriva locoide del soberanismo y la mala gestión del Gobierno central. Cataluña tiene una renta per cápita de 30.000 dólares y nunca hasta ahora, en toda la historia de la humanidad, había habido una revolución en una región tan rica. Sólo espero que entre todos podamos generar los consensos suficientes que nos permitan compartir el mismo espacio físico.
Cataluña tiene una renta per cápita de 30.000 dólares y nunca hasta ahora, en toda la historia de la humanidad, había habido una revolución en una región tan rica
-Usted ha destacado en algunos de sus artículos en Letras Libres el importante papel desempeñado por un nuevo orgullo constitucional en todo el conflicto.
-En mi opinión, hubo dos fechas muy importantes: el 8 y el 29 de octubre de 2017, con las dos manifestaciones multitudinarias convocadas por Societat Civil Catalana. Ambas fueron la demostración palpable de que no había una mayoría independentista y que a los no independentistas les importaba el tema. De un golpe, acabaron con esas dos falacias que parecían haber calado en la opinión pública. A mí me pareció muy importante la presencia masiva de senyeras y de banderas europeas y, además, había un orgullo muy centrado en valores poco criticables, los de la Constitución española, por lo que esa nueva expresión de orgullo me pareció importante y alentadora. De todo el asunto me parece que el gran pecado del independentismo es no reconocer la pluralidad de Cataluña. A la hora de reconocer la pluralidad interna de España, con la que yo estoy de acuerdo, se les ha olvidado reconocer la pluralidad interna de Cataluña. No pueden hablar de Cataluña como si los únicos catalanes fueran ellos. Yo soy madrileño, pero tengo dos hijos y una mujer catalanes. Y ese nosotros que ellos utilizan excluye a la mitad de la población. Es un pecado que deben expiar antes de buscar otras metas.
-¿Tienen buena venta los libros sobre el tema catalán?
- Han salido varios firmados por Joan Coscubiela, Santi Vila, Eduardo Mendoza, Jordi Amat... Todos están funcionando, en líneas generales, bastante bien. Los libros que se publican y que tiene éxito reflejan los intereses de la sociedad y el tema catalán, claramente, ha tenido un pico de interés tremendo en otoño y ahora ya menos, pero, vamos, los buenos análisis de algo que claramente fue muy importante para la sociedad sí que tendrán venta y, si no la tienen, merecerá la pena desde la perspectiva de los historiadores y los periodistas dedicarle algo de reflexión a algo que fue fundamental de la historia reciente de España.