Seth Stephens-Davidowitz es un economista y analista de datos de Google cuya firma aparece con frecuencia en The New York Times y que recientemente ha publicado, a partir precisamente de una investigación de cinco años de esos datos, el libro Everybody Lies: Big Data, New Data, and What the Internet Reveals About Who We Really Are (Todos mienten, big data, new data y las revelaciones de internet sobre cómo somos en realidad), donde sostiene la idea, ciertamente plausible, de que para conocer los deseos y pensamientos ocultos y reales de la gente es más fiable Google que lo que ésta le diga a sus conocidos y amigos o responda en los sondeos de opinión. “Google es un suero de la verdad digital”, afirma Stephens-Davidowitz (S-D). Lo que más nos atormenta o lo que más deseamos no se lo confesamos a nuestros seres queridos, ni por supuesto al encuestador, sino al buscador del ordenador.
Analizar las consultas más frecuentes de los norteamericanos a Google permitió a S-D. descubrir entre otras cosas un asombroso nivel de odio étnico y machismo latentes en la sociedad y ahogados bajo la losa de la corrección política, y predecir con meses de antelación, en base a esa realidad profunda y oculta, la victoria de Trump en las elecciones presidenciales.
La principal de las conclusiones a las que le han llevado sus investigaciones digitales reunidas en Todos mienten es que la gente es muy diferente de cómo dice ser: somos mucho más malvados y mezquinos de lo que solemos pensar o admitir. Por cierto que algunos ya entramos en contacto con esta temible gran verdad al asomarnos a las redes sociales o a los comentarios anónimos en Internet.
Otra conclusión de Todos mienten ligada a la anterior es que los deseos sexuales de la humanidad son mucho más diversos que lo que suele suponerse. Al ideal apolíneo no se ajusta nadie, todos somos “raros”, así que –-infiere S-D, que es un hombre de mentalidad liberal y convicciones humanistas, aunque se declara profundamente pesimista--, nadie lo es.
Preferencias sexuales ocultas
Analizando las consultas al contestador de Google y las preferencias de los ciudadanos de varios países en las consultas de porno en la red --que él considera un buen índice orientativo de las fantasías sexuales secretas del usuario-- ha llegado a determinar que son muchos más los gays de los que dicen las estadísticas: el 5 por ciento de la población en EEUU; o que muchos hombres se sienten atraídos por las mujeres más entradas en carnes de lo que exige el canon de delgadez pero no se atreven a actuar en consecuencia por temor al qué dirán: “Hay un montón de hombres solteros y mujeres solteras con sobrepeso que serían sexualmente compatibles, pero no se juntan, mientras el varón intenta en vano ligar con mujeres delgadas aunque le gusten menos; y también hay muchas mujeres que pasan hambre para que sus maridos no las deje, aunque en realidad a esos maridos les gustarían más si estuvieran más gorditas. El deseo de impresionar a la gente causa todo tipo de ineficacias”.
Son muchas las mujeres heterosexuales que miran porno lésbico; esto quizá no sea sorprendente, pero sí lo es que muchas más mujeres que hombres contemplen porno de humillación de la mujer, y en general que más del 30 por ciento de los usuarios consulte material que oficialmente se considera repugnante.
“La gente sigue ocultando ciertas preferencias sexuales, incluso en entornos liberales. Por ejemplo, cerca del 1 por ciento de las buscas de porno son sobre mujeres mayores. Cientos de miles de jóvenes se sienten predominantemente atraídos por mujeres de la tercera edad. Pero muy pocos establecen relaciones con ellas”.
S-D revela también particularidades curiosas del erotismo de determinados países. Por ejemplo, en India la principal búsqueda en Google de las que empiezan con las palabras “mi marido quiere...” es “mi marido quiere que le amamante”. O por ejemplo, que los japoneses se están obsesionando con el porno de cosquillas: más del 10 por ciento de las buscas de pornhub en Japón son sobre “tickling”.
Podemos pensar que estas y muchas otras amenas curiosidades de Todos mienten en el fondo son un motivo para el optimismo, pues demuestran que no somos ni mucho menos tan parecidos y previsibles como suele parecer. Mejor creerlo así.