“Los países de la Unión Europea podrán salirse de las reglas del Pacto de Estabilidad y Crecimiento para afrontar la crisis del coronavirus”. Así lo dijo Mario Centeno, ministro de Finanzas de Portugal y presidente del Eurogrupo, tras la última reunión telefónica de los ministros de Economía de la UE (Ecofin). Volvió a repetirlo después en la reunión del Eurogrupo, los países del euro, es decir, Francia, Bélgica, Países Bajos, Luxemburgo, Alemania, Italia, Irlanda, Grecia, Portugal, España, Austria y Finlandia. Y en esta segunda cita, Centeno puso toda la prudencia del mundo al proponer la venta mancomunada de deuda pública, recordando que el gasto extra para combatir los efectos de la pandemia debe ser temporal y estar vinculado a la crisis sanitaria. Y el propio primer ministro de Portugal, Antonio Costa, rubricó el asunto, y luego cargó sin contemplaciones contra Holanda por su posición refractaria a la posibilidad de los eurobonos,
Cumplidas ambas citas, se preparó para el Consejo de Europa --la Cumbre de jefes de Gobierno-- celebrada el jueves telemáticamente. Y fue entonces cuando supo que su rigor no le había servido de nada. En el precalentamiento de Cumbre recibió ya la respuesta negativa del ministro holandés de Finanzas, Wopke Hoekstra (miembro de la Democracia Cristiana del Gabinete Rutte) quien, ante los medios, acompañó su negativa de un rapapolvo para España: “Bruselas debe investigar a países como España por no tener margen presupuestario para luchar contra el coronavirus, pese a que la zona euro creció en los últimos siete años”.
Una amenaza para el futuro de la Unión
Pedro Sánchez y el presidente del Consejo de Ministros de Italia, Giuseppe Conte, que se habían levantado de la sesión antes del final, para desairar al holandés desatado, iniciaban ya mismo un contraataque argumental, cuyos resultados se verán dentro de dos semanas, en la próxima Cumbre.
Al final de la tensa jornada, Centeno le cedió el testigo al primer ministro de Portugal, Antonio Costa, quien calificó el discurso de Hoekstra de “repugnante”; dijo que la intervención del ministro holandés era una “absoluta inconsciencia” y “una mezquindad recurrente”. Y sostuvo que esa postura “mina completamente el espíritu de la UE y es una amenaza para el futuro de la Unión”.
Contrapeso en las instituciones
Se repite el cuadro de la crisis del euro, 2008-2010, cuando Grecia tuvo un pie fuera de la UE. Pero Italia y España, a las que se une Francia, no son Grecia. Las tres potencias del centro-meridional tienen un peso de mínimo el 50% del PIB de la Unión. Las cosas se parecen a la recesión de 2008, pero desde luego no son lo mismo. El Eurogrupo no consiguió entonces ser la garantía de la política fiscal de la Unión y ahora va por un camino similar, pero con muchas posibilidades de cambiar a favor de las naciones más golpeadas por la pandemia, que urgen un paquete fiscal europeo de gran envergadura.
Y en ello le va el cargo a Centeno --que podría dimitir en la próxima Cumbre si el Norte no modifica su posición-- y el futuro del Eurogrupo, que es tanto como decir el Presupuesto de la Unión. Además, el contrapeso de Madrid, Roma y París va acompañado de la mirada cómplice de la presidenta de la Comisión, Ursula Von der Leyen, y del compromiso serio del presidente del Parlamento de Estrasburgo, el socialdemócrata David Sassoli.
Los nórdicos ya no se pueden imponer
El cambio de sensibilidad en la UE tendrá mucho que decir en la próxima Cumbre. España recibirá el apoyo de un primer ministro italiano, Conte, salido de la factoría centro-izquierda de Matteo Renzi y contará además con el respaldo del presidente de la Eurocámara, Sassoli, sin olvidar el decantamiento del presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, el ex primer ministro de Bélgica y líder del Partido Reformador, la fuerza francófona, de sensibilidad liberal y proyecto social de Bienestar.
La situación es parecida a la crisis anterior, pero las instituciones de la UE han cambiado. Ya no vivimos en la UE de los grandes tratados pisoteados a conveniencia por los Estados miembros. Alemana gestiona pero no manda sola; el Norte puede, pero ya no puede tanto y el conjunto de la Unión ya no se maneja desde el pacto franco-germánico. El eje de los dos grandes se ha convertido en vocación de proximidad entre el centrista Macron y la democristiana Merkel, ya en franca retirada. Y todo esto se ha mostrado, en las últimas horas, gracias a la elasticidad diplomática de Centeno, una de las joyas del peculiar socialismo portugués, en el que conviven la justicia social, la liberalidad de los mercados y la bondad tributaria de Lisboa respecto a los grandes patrimonios.
El factor De Guindos
En cada nuevo embate, el Eurogrupo recibe un nuevo chasco. El que fuera presidente de la Comisión en la anterior crisis, Jean-Claude Junker, apostó por la opción de Luis de Guindos como presidente futuro del Eurogrupo, siempre que España consiguiera salir de su enorme crisis financiera y de deuda. Después de estar fuera de mercado y al borde del default, el Tesoro español volvió colocar Deuda en los mercados y España consiguió superar la crisis bancaria con una ayuda de 60.000 millonres del erario, muy criticada en su momento. Entonces, De Guindos fue promovido para sustituir en la presidencia del Eurogrupo al holandés Jeroen Dijsselbloem (del paticorto Partido del Trabajo), sin ruido aparente, como se hacen estas cosas en el Berlaymont de Bruselas.
Pero, después de su etapa ministerial, De Guindos se encaramó a una vicepresidencia del BCE, donde hoy es la mano derecha de Lagarde. Evitó el Eurogrupo, un organismo refractario para la derecha moderada y que parece estar reservado a ministros socialdemócratas, sean a la holandesa (apéndices del CDU alemán, como Dijsselbloem) o del Sur, moderado y firme.