Hay nombres de verdadera importancia en la vida cultural de nuestra sociedad que son muy escasamente conocidos, algo que, por supuesto, no les quita un ápice de su valor sino que muestra, en cambio, zonas vulnerables de nuestra vida social. Hablamos de José Corredor-Matheos, comisario de numerosas exposiciones artísticas y espléndido crítico de arte. Colaborador de las revistas Destino y Triunfo, obtuvo premios como el Boscán de Poesía, en 1961, y el Nacional de Poesía, en 2005, así como el Ciudad de Barcelona en Literatura, en 2008. Ha dirigido los suplementos de la Enciclopedia Espasa y del Gran Larousse Català. Hablo de él a propósito de sus recientes memorias Corredor de fondo (Tusquets). Entre muchas otras cosas, estas son reflejo de la vida cultural barcelonesa de los últimos sesenta años. Nacido en Alcázar de San Juan, hace 87 años, este catalán de La Mancha ha escrito un libro desde la certidumbre honda y azoriniana de que “todo es presente”.

La vida es más rica y prometedora, para cada uno y para los allegados, cuando se comunica la intimidad de los afectos, con serenidad y generosidad

Heidegger escribió que lo visto solo se vuelve visible desde la lejanía, y que sólo así se hace mundo. Quizá por eso, Corredor, que ve al ser humano como un interrogante perdido en un espacio puramente mental, rememora que la muerte de su padre cambió de golpe su mundo. Él tenía doce años y al llegarle la noticia fatal: “Me veía a mí mismo y la escena desde fuera. Era consciente de la situación de tragedia y, al mismo tiempo, estaba totalmente sereno. Aquellos momentos los rememoro a menudo sin llamarlos”. La vida es más rica y prometedora, para cada uno y para los allegados, cuando se comunica la intimidad de los afectos, con serenidad y generosidad, cualidades que posee Corredor-Matheos.

El catálogo de nombres que aparece en estas memorias es impresionante, tanto del mundo del teatro, como de la poesía, la novela y el arte. A su amigo Salvador Espriu lo describe como tímido y retraído, y “cuando se encontraba cómodo, como parecía estar conmigo, se mostraba expansivo y animado, dispuesto a tratar los temas con humor y de manera distendida”; de Dalí, personaje y artista, dice que “más que franquista de corazón, era hombre que eludía los problemas, y Franco le había aportado tranquilidad”. Alberti, Bassegoda Nonell, Brossa, Buero, Castilla del Pino, Cela, Ernest Lluch, Rodríguez Sahagún o Vázquez Montalbán son sólo algunas de las personas con las que se trató.

Corredor-Matheos estudió derecho, pero nunca ejerció y se orientó hacia el mundo editorial. Persona de izquierdas, moderada y conciliadora, valora la Transición democrática: “Se hizo todo lo bien que fue posible”. Quiero contar una anécdota que veo sintomática de la burbuja de consentimiento que rodeó al padre del procés. Una tarde, años ha, tuvo que hacer unas gestiones en La Pedrera, al acabarlas vio que en una sala del recinto estaba Pujol finalizando una charla a alcaldes de Cataluña, y entró a ver. En esos momentos el amo refería que en una visita a un pueblo fue a una exposición de pintura, pero que pasó de largo ante todos los cuadros y sólo se detuvo ante uno: “¡Era el mapa de Cataluña!”.

Pujol explicaba que en una visita a una exposición de pintura pasó de largo ante todos los cuadros y sólo se detuvo ante uno: '¡Era el mapa de Cataluña!'

Corredor no lo dice, pero no me cuesta imaginar la satisfacción y la alegría ruidosa que aquellas palabras del ex honorable producirían entre sus parroquianos. Sigo pensando en esas escenas y barrunto lo grosero que resultó el intocable. Jactarse de no guardar la más leve atención a una sola de las obras que entras a visitar. Y reforzar una obsesión entre sus espectadores que los aleja del mapa de un mundo personal, de una Cataluña personal que nunca acabará de ser de ellos plenamente porque está impregnada de desprecio a los otros. Sí que he podido ver, en cambio, una grabación en que el fatuo personaje iba de graciosillo haciendo coña casposa de las chonis. ¡Qué falta de vergüenza! ¡Qué estúpido sentido de superioridad!

Fuera del límite de los marcos, miro al mar y rememoro unos versos machadianos: “El mar, el mar, / y no pensar en nada”.