El pasado domingo se cerró en Avilés (Asturias) una nueva edición del Celsius 232. Para aquellos que no lo sepan, es un festival de literatura fantástica y de ciencia ficción. En su primera edición, el Celsius 232, que debe su nombre a la temperatura a la que arden los libros en el clásico de Ray Bradbury Fahrenheit 451, tuvo como cabeza de cartel a un por entonces sólo conocido en el fandom George R. R. Martin. Al creador de Juego de Tronos —que sí, lo más probable es que ahora mismo, en este preciso instante, esté escribiendo, porque no puede perder el tiempo si no quiere que la serie acabe mucho antes de que ponga el punto final a su próxima novela—, le sucedió este año como cabeza de un cartel por el que han pasado auténticas rock stars del fantástico nada menos que Joe Hill.
Joe Hill es el hijo de Stephen King. Tiene 45 años, tres hijos, y prácticamente la misma cara que su padre a esa edad. Ha publicado cuatro novelas. La última, Fuego, es la historia de un fin del mundo por ignición, esto es, un fin del mundo propiciado por un virus que no está creando muertos vivientes sino haciendo arder hasta las cenizas a todo aquel que lo contrae. Sí, por el argumento parece una novela de su padre. Pero Hill defiende que es su madre y no su padre quien más le ha influido literariamente. “Me gustan los claroscuros de sus personajes”, dice. También dice que cuando era pequeño pensaba que no se podía ser otra cosa de mayor que escritor. Porque cuando volvía del colegio se encontraba con su madre “aporreando la máquina de escribir, que era de color rojo y traqueteaba como poseída”, y con su padre “delante del ordenador, uno de aquellos ordenadores antiguos que emitían un destello verde, y que hacía que pareciera un zombi” si le miraba cuando abría la puerta de su despacho. Así que Joe creció y, claro, se hizo escritor.
El peso del apellido
Sencillo, ¿no? Tu padre es Stephen King. No tienes más que levantar el teléfono, llamar a su editor o a cualquier editor, y decir: “Eh, soy Joseph King y tengo una novela lista. ¿Te suena mi apellido? Oh, ¿que eres fan de mi padre?”, colgar y sentarte a esperar a que lluevan las ofertas. Pero ¿qué pasa si el mero hecho de que algo así pueda ocurrir te aterra? En una y otra terraza, la semana pasada, en Avilés, durante el Celsius, no se hablaba de otra cosa. “¿Por qué Joe Hill? ¿Por qué no Joseph King? ¿Acaso no soporta a su padre? ¿Acaso cree que así no van a juzgarle?”. Pues bien, la respuesta la dio él mismo. Y, aunque es bastante obvia, el porqué no suele ser algo de lo que se discuta a menudo. Es decir, uno cree que el hijo debe matar al padre, sobre todo cuando el padre tiene el tamaño de Stephen King, si quiere seguir sus pasos, y la mejor manera de hacerlo es, o yéndose al otro extremo del cuadrilátero —no escribiendo, en su caso, terror—, o desvinculándose por completo de la saga familiar cambiando de nombre —cosa que no ha hecho su hermano Owen, quien sí firma como Owen King, pero ¿sabemos algo de él? No. ¿Por qué será?—.
El escritor Joe Hill presenta su novela 'Fuego' en el Celsius 232 / FESTIVAL CELSIUS
Pero cuando eso ocurre hay un matiz que se nos escapa y que debería ser motivo de debate no ya entre los seguidores de escritores hijos de otros escritores sino entre los editores de los mismos. Porque la única razón por la que Joe Hill no firma como Joseph King tiene que ver con el miedo a que, fuese lo que fuese lo que enviase a cualquier agente o editor en el momento en que decidió enviarlo —corría el año 1997—, lo publicase instantáneamente, sin detenerse a pensar si era lo suficientemente bueno. “Si eres hijo de Stephen King y no haces lo que yo hice, ¿cómo te aseguras de que lo que escribes vale la pena?”, se preguntaba Joe Hill en Avilés el sábado, ante un auditorio abarrotado. Sus primeras novelas como Hill fueron rechazadas, algo que no habría ocurrido si las hubiera firmado como King Jr., condenándole a no mejorar, a no descubrir si él también, como sus padres, estaba llamado a vivir de lo que inventaba. Porque ser hijo de Stephen King puede matarte (literariamente hablando) si no tomas las medidas adecuadas a tiempo.
Pero ¿cómo se toman esas medidas? Sencillo. Fingiendo que no has crecido en una mansión de Maine en la que tus padres no hacían otra cosa que escribir. Siendo cualquier otro. “Los primeros cuentos, las primeras novelas, las envié por correo. No tenían forma de saber quién era. Para ellos yo era un tipo llamado Joe Hill, que lo único que había publicado era un guion para un cómic de Spiderman”, recordó. Siguió fingiendo después, incluso cuando empezó a ir a sus primeros festivales. Pero era inevitable que la gente le mirase más de la cuenta y se preguntase si no se parecía demasiado a Stephen King. Pero para entonces había dejado de importarle. Porque, para entonces, literariamente hablando, ya no era un King. Había esquivado el (King) Jr. Para siempre.