La vida conyugal de los Borbones españoles ha estado plagada de sombras de adulterio. En el imaginario colectivo ha quedado grabada la imagen satírica y mordaz que se desprendía de las ciento siete escenas originales de la vida sexual de Isabel II, pintadas a acuarela (se conservan ochenta y nueve), cuya autoría se ha atribuido tradicionalmente a los hermanos Valeriano y Gustavo Bécquer. Se tituló Los Borbones en pelotas y se hicieron públicas con el seudónimo SEM en el marco de la revolución del 68. Las acuarelas originales se descubrieron en 1980 y fueron adquiridas en 1986 por la Biblioteca Nacional de Madrid. El libro con el mismo título original no fue publicado hasta 1991 con debate incluido en el Congreso de los Diputados. Se presentó en la Feria del Libro del Parque del Retiro de Madrid y hasta se le regaló un ejemplar al propio rey Juan Carlos I que inauguraba ese año la feria.
Las imágenes erótico-pornográficas han condicionado una etiqueta respecto a la dinastía de los Borbones ciertamente muy poco afín a los parámetros de la ortodoxia conyugal. Conviene subrayar que la atracción por los amores extraconyugales y la facilidad para generar hijos bastardos no es privativa de los Borbones. La dinastía de los Austrias dejó su propia estela de bastardos, algunos tan famosos como Don Juan de Austria, hijo del Emperador Carlos V. Salvo Carlos II, al que la biología no le acompañó, ninguno de los Austrias, por muy fervientes católicos que fueran, quedaron exentos del pecado del adulterio conyugal.
En la vida matrimonial de los Borbones fueron las mujeres las que empezaron a escaparse de los cánones establecidos. María Luisa de Parma, la esposa de Carlos IV, tuvo una constitución “ardiente y voluptuosa” como decía de ella el canónigo Escoiquiz. La paternidad de sus catorce hijos ha sido permanente objeto de debate, con la sombra de Manuel Godoy por medio. La siciliana María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, cuarta esposa de Fernando VII, madre de Isabel II, nada más morir su marido, contrajo matrimonio secreto morganático con el Guardia de corps (como Godoy) Fernando Muñoz, con el que arrastraba hacía tiempo relaciones sentimentales. Con él tendría cinco hijos y tres hijas. Seríreciinia regente de 1833 a 1840, con su vida privada muy satirizada por los carlistas: “casada en secreto y embarazada en público”.
Su hija, la citada Isabel II, la Reina de los Tristes Destinos, ha sido etiquetada tradicionalmente como ninfómana. La realidad, como ha subrayada Isabel Burdiel, es que fue una singular malcasada, cuando ella tenía dieciséis años, con un reconocido homosexual, Francisco de Asís de Borbón, primo suyo. Isabel tuvo doce hijos, la mayoría de los cuales murieron poco después del parto.
Especular con las paternidades
La paternidad de los mismos se ha convertido en un acertijo especulativo. La lista de sus amantes que se le han atribuido es inmensa. Los más sobresalientes fueron el profesor José Vicente Ventosa, el músico Francisco Frontela, el general Francisco Serrano, los nobles Manuel Lorenzo de Acuña, marqués de Bedmar, José Ruiz de Arana (presunto padre de la infanta Isabel) y José Santos de las Heras, el capitán fotógrafo José Ramiro de la Puente, el coronel Joaquín de Gándara, el poeta Miguel Tenorio de Castillo y los cantantes José Mirall, Tirso de Obregón y Temístocles Solera, el político, que fue presidente del consejo de ministros, Salustiano de Olózaga, el buscavidas Carlos Marfori, el dentista norteamericano McKeon, el húngaro Josep Haltnann, el compositor Emilio Arrieta y el capitán valenciano Enrique Puigmoltó y Mayans (presunto padre de Alfonso XII)…Del marido Francisco de Asís se sabe muy poco. Vivió hasta 1868 en el palacio de segoviano de Río Frío al lado de su compañero y amigo Antonio Ramos Meneses. Le amargó la existencia a la reina conspirando permanentemente. Recibió una paga por hacer la presentación pública de cada uno de los hijos. Murió en 1902, dos años antes que Isabel II.
Desde Alfonso XII han sido ya los reyes varones los adúlteros con las reinas convertidas en sufridas víctimas del aventurerismo sexual de sus maridos. Alfonso XII tuvo una vida sentimental breve, porque murió precozmente, pero muy intensa. A los once años tuvo que salir de Madrid con su madre derrocada en 1868 para instalarse en París. Estudió en esta ciudad, en Viena y en Londres. Retornó al trono en 1874. Se casó por primera vez con María de las Mercedes de Orleans, hija de los duques de Montpensier. El padre de ella fue conspirador notable contra Prim. María de las Mercedes tuvo una infancia sevillana. Exiliada como Alfonso en 1868, volvió tras el pronunciamiento de Martínez Campos en favor de la Restauración. Ella solo tenía doce años cuando inició la relación amorosa con Alfonso XII. Él tenía quince. Se casaron seis años después. María de las Mercedes murió cinco meses después de la boda a consecuencia del tifus. Pese a que al matrimonio se había opuesto la propia Isabel II y políticos como Cánovas, la precocidad de la muerte de María de las Mercedes originó el desbordamiento de la copla popular con el romance de León y Quiroga, la obra de teatro de Luca de Tena y las películas hechas en el franquismo: ¿Dónde vas Alfonso XII? (1958) y ¿Dónde vas triste de ti? (1960) con Vicente Parra como Alfonso XII y Paquita Rico como María de las Mercedes.
En pleno noviazgo de Alfonso XII con María de las Mercedes, el rey ya había conocido a la que sería su gran amante, la cantante de ópera, valenciana de Castellón, Elena Sanz Martínez de Arizala (biografiada por Miren Urgoiti), una morena exuberante de gran belleza, para algunos demasiado entrada en carnes, de la que Castelar, siempre tan retórico, glosó “el cuello carnoso y torneado, la frente amplia como la de una divinidad egipcia, los ojos negros e insondables, cual los dos abismos que llaman a la muerte y al amor”. Galdós fue también admirador suyo.
Ella tenía trece años más que el rey Alfonso. Se conocieron en Viena cuando ella actuó en esta ciudad donde él estaba coyunturalmente estudiando con catorce años. Isabel II la protegió hasta el punto de pagarle los estudios de canto. El mismo año que se casó Alfonso con María de las Mercedes, Elena tuvo un hijo de padre desconocido. Su éxito profesional fue indiscutible con una voz excepcional de contralto que la hizo triunfar hasta en la Scala de Milán con actuaciones ante el zar Nicolás II y otros grandes personajes de la época, al lado del cantante Gayarre. Tuvo su primer admirador en el rey Alfonso con el que desarrolló una vida sentimental intensa que generó dos hijos, Alfonso y Fernando. No fue la única amante del rey, otra fue la esposa del embajador uruguayo en España y otra la rubia mezzosoprano Adelina Borghi, la “Biondina”. Pero ninguna tuvo un papel equiparable al de Elena en la vida del rey. Fueron amantes desde la propia adolescencia de Alfonso y desde luego fue ella la que consoló al viudo de María de las Mercedes antes y durante su segundo matrimonio con María Cristina de Habsburgo-Lorena que se casó con el rey en 1879, una austríaca con la que nunca sintonizó personalmente Alfonso.
El primer bastardo hijo de Elena nació solo dos meses después de la boda con María Cristina. Alfonso XII murió a los veintiocho años dejando embarazada a su esposa. El hijo sería Alfonso XIII. A la muerte del rey, Elena negoció con el gobierno de Salmerón una pensión para su familia que consiguió finalmente desde su exilio en París. Nieta de Elena, fue María Luisa Sanz de Limantou, actriz que pudo conservar parte de la documentación epistolar amorosa entre su abuela y el rey.
Mecánico en París
Elena murió a los 49 años en 1898. Sus hijos exigieron ser reconocidos durante mucho tiempo. Alfonso emigró a Méjico, se casó con una rica mejicana y acabó siendo director de la Peugeot en París. Fernando se quedó en París como mecánico, fue ciclista olímpico y murió joven. No se conservan grabaciones en España de ópera de Elena Sanz porque María Cristina, durante su regencia, se encargó de hacer desaparecer todo rastro sonoro de Elena. Curiosamente, Isabel II siempre la protegió. La nieta conservaba una copia del cuadro de Benlliure, La muerte de Alfonso XII, --que según ella-- le regaló la reina Isabel II a Elena Sanz la amante de Alfonso.