Empieza la famosa lluvia de estrellas perseidas. El cristianismo, como a tantos fenómenos y celebraciones paganas, les pasó el hisopo y las bautizó como lágrimas de San Lorenzo. Simbolizarían las vertidas por el santo el 10 de agosto, fecha en que fue quemado vivo en una parrilla. Vuelta y vuelta, como en las chuletadas veraniegas de antaño, antes de imponerse la moda de la barbacoa gringa.
La historia nos aterrorizaba de niños, incluso al visitar El Escorial, la primera gran excursión escolar que incluía el tenebroso Valle de los Caídos y, por la tarde, el Retiro madrileño con su famoso estanque. En el monasterio son habituales las visitas con parientes y paisanos, y son famosos los cursos de Verano de la Universidad Complutense.
El Escorial, un recinto sobrecogedor
En efecto, allí sigue el palacio-monasterio, una mole colosal, como hace cuatro siglos largos. Sin grietas. Ni siquiera una pintada. Su panorámica desmesurada, con 2.673 ventanas que dan la sensación de perderse en el horizonte, impone hasta a los grafiteros. Impresiona en especial el sombrío panteón de los reyes, profanado y saqueado durante la Guerra Civil.
Muchos visitantes aseguran que el recinto les sobrecoge, pasma, abruma y hasta les causa escalofríos. “Todos van a buscar la sombra de Felipe II y, si no la encuentran, se la fingen”, escribió Unamuno. Los historiadores defienden que la basílica se dedicó a San Lorenzo por coincidir accidentalmente su onomástica con la famosa batalla de San Quintín.
La biblioteca, un tesoro; la parrilla, un símbolo
Algunos aseguran que guarda el misterio cósmico de una pirámide egipcia y de templo mágico de sabiduría. La biblioteca, con 45.000 libros impresos y 5.000 códices, es el tesoro más destacado.
A los extranjeros, que estos días tratan de avistar perseidas desde sus proximidades, les llama la atención el ornamento de la parrilla de asar mártires. Figura en el escudo de la ciudad y hasta en las papeleras. Como símbolo de lo mejor y lo peor que hemos venido haciendo los españoles. Mejor celebrarlo sin parrilla.