Después de alcanzar cotas inimaginables, las aguas del procés están remitiendo y, a medida que desciende la inundación separatista, aparecen cuerpos agonizantes, otros momificados, otros descompuestos, y todos embadurnados con un lodo putrefacto. El espectáculo ya es dantesco. Los supervivientes del tsunami andan en busca de su propia reinvención, sea en el hotel Lledoners, en los paraísos belga y suizo, en la Generalitat y el Parlament, en las Cortes españolas, en el Barça, en las universidades o en tantos otros sitios.
Cualquier espacio es útil para buscar cobijo a la espera de que un giro azaroso dote de nuevos argumentos al movimiento independentista o que la insistente gota malaya facilite alcanzar en la próxima convocatoria autonómica el apoyo de la mitad más uno de los votantes, es decir, poco más de un tercio de electores convencidos.
En este interregno cualquier acción para frenar la descomposición separatista es bienvenida, por pequeño que sea, proceda de sus propias filas, de ingenuos podemitas o de temerosos socialistas, siempre que esos gestos sirvan para maquillar el mayúsculo engaño del procés o para contrarrestar el ridículo que el movimiento independentista ha protagonizado.
Una de esas últimas iniciativas la han coordinado dos historiadores que se autodenominan juniors y científicos. Se trata del libro Pseudohistòria contra Catalunya, publicado con el fin de desmontar las falsedades del Institut Nova História (INH) y de paso arremeter contra lo que denominan el españolismo historiográfico. El objetivo podría ser encomiable si no fuera porque está contaminado por el y tú más. Meter en el mismo saco a historiadores como Gabriel Tortella, Jordi Canal o Henry Kamen junto a aficionados fanáticos como Jordi Bilbeny, Víctor Cucurull o Pep Mayolas es algo más que un disparate.
Esa obsesión por confundir al lector confirma la idea de Canal que tanto critican: “Historia y nacionalismo mantienen relaciones profundamente viciosas en Cataluña”. No olvidemos que el INH recibió el XIX Premio Nacional President Lluís Companys entregado por ERC, entre otros muchos reconocimientos públicos y económicos.
Sería mejor que se tentasen la ropa antes de equiparar como agentes falsificadores al delirante INH y la historiografía españolista. En todo caso, lo correcto sería realizar un análisis comparado entre esa historiografía españolista y la catalanista, en tanto que son miembros de la misma ecuación.
Hay que reconocer la claridad ideológica de los autores del libro cuando en la introducción invocan al historiador Agustí Alcoberro, expresidente de la ANC, al afirmar que “s’ha consolidat un sector minoritari en el si de l’independentisme que ha convertit l’acceptació de les tesis de l’INH en una espècie de radar que permet destriar els independentistes 'autèntics' dels altres”.
Ahí radica el primer objetivo al que sirven con lealtad militante los autores del libro: frenar la división del independentismo. El segundo tiene que ver con el extendido ridículo del separatismo entre la opinión pública española e internacional. Para ello no tienen problema alguno en atribuir a los “pseudohistoriadors” españolistas la intención de haberse aprovechado de la labor del INH para burlarse “de la història de Catalunya i de la causa independentista per guanyar públic espanyolista indignat”. Cree el ladrón que todos son de su condición.
Y, por último, estos historiadores militantes llaman la atención de las paradójicas consecuencias que tiene la premiada y amparada labor del INH: una parte del independentismo pretende catalanizar los mitos históricos del nacionalismo español. ¡Hasta ahí podríamos llegar! parecen lamentarse los autores del libro que, por fin, reconocen la tendenciosa y sectaria labor de TV3 al difundir documentales de esos farsantes del INH. No hace falta tanta “ciència” para llegar a esta conclusión.