El término de Costa Brava nace de manos de Ferrán Agulló. El periodista catalán utilizo estas palabras para referirse al paisaje escarpado y agreste que caracteriza a esta comarca, que comienza en Blanes y finaliza en la frontera con Francia. Conocida por ser uno de los principales destinos turísticos, esta zona de Cataluña ha sido frecuentada por romanos, musulmanes, carolingios o el mismo imperio napoleónico a lo largo de toda su historia.
La presencia de estos distintos imperios se debe a la situación geográfica de Cataluña, considerada una de las puertas de Europa a la península. Fue en el medievo cuando el Principado vivió su época más gloriosa y dorada. Una de las opciones turísticas más rentables para conocer esta etapa es una ruta por algunos de los pueblos que aún guardan esa esencia medieval, que caracterizó a la Costa Brava.
Un viaje de más de 500 años atrás
El viaje comienza en Girona, con una visita a una ciudad cuyo origen se remonta al tiempo de los íberos. El Barri Vell o el Casco Histórico son algunas de las ubicaciones visitadas, dentro de la capital de la provincia catalana del mismo nombre. Dentro de estos enclaves se puede visitar una catedral construida en 1038, sobre las bases de una antigua mezquita.
Girona es la población más grande dentro de esta ruta turística. Se pueden visitar los baños árabes y el call judío, antes de poner rumbo a dos localidades situadas en la comarca del Bajo Ampurdán.
Pals y Peratallada
Castillo y murallas abrazan a la villa de Pals. En esta localidad de apenas 2.800 habitantes llama la atención una torre románica, levantada entre los siglos XI y XIII, conocida popularmente como La Torre de las Horas. El municipio gerundense es uno de los que más patrimonio abarca de toda la zona.
La última parada antes de este tour por el medievo es Peratallada. Este pueblo sigue conservando el aspecto medieval desde su origen. Cuenta con la torre del Homenaje, el palacio, las murallas y la Iglesia de Sant Esteve como principales atractivos de la Edad Media.