La simbología común da coherencia al grupo. Lo une e identifica a cada sus miembros, que hacen gala de los símbolos para ser, igualmente, reconocidos por sus iguales. Y esto ocurre en todas las escalas de la sociedad: desde los grupos sociales y tribus urbanas hasta en la política y en la creación de un Estado. El independentismo es consciente de ello y llena las calles e instituciones públicas --que controla-- de todo tipo de objetos para remarcar su adhesión a la causa. Pero no es suficiente: para dar la imagen de nación independiente busca, además, deshacerse de todo lo que recuerde a España.
"La simbología es muy importante porque representa todo lo que significa el Estado. Lo primero que se hace cuando quieres eliminar un Estado o una nación es destruir sus símbolos y sustituirlos por otros", explica Óscar Uceda, presidente de Historiadors de Catalunya. "Normalmente esto ocurre después de un conflicto, un golpe de Estado o en cualquier cambio de un sistema político por otro", pero en Cataluña, sin embargo, ocurre al contrario. "Ante la imposibilidad, por ahora, de eliminar a España del espacio político, la eliminan en sus símbolos". Y, además, asegura que desde el Gobierno central este hecho "se permite".
Retirada de banderas españolas
Uno de los símbolos más característicos de un país es su bandera, ya que "identifica a los ciudadanos" de una misma nación. En el caso de Cataluña, el independentismo creó la estelada, un símbolo que miles de independentistas esperaban ver ondear en el Palau de la Generalitat tras la DUI frustrada del 27 de octubre de 2017, en lugar de la rojigualda. Un hecho que no llegó a ocurrir, pero sí que tuvo lugar --unos días antes-- en Girona.
Momento en el que descuelgan la bandera española de la sede del Govern en Girona
El 1 de octubre, fecha de la celebración del referéndum, varios integrantes de los CDR entraron en la Delegación del Gobierno de la ciudad y, ante la pasividad de los agentes de seguridad, retiraron la bandera española de su mástil. Ocho días pasaron hasta que se restituyó. También en el Ayuntamiento de Lleida la bandera constitucional desapareció el día antes del 1-O y apareció, en su lugar, la independentista. "En el momento en el que retiran los símbolos españoles lo que están diciendo, lo que están expulsando no es al país en sí, sino a sus componentes, a los españoles", argumenta el historiador, "y lo sustituyen por una realidad que no es política, sino aspirada".
Alterar el arte histórico
La animadversión de los nacionalistas catalanes por la rojigualda no se limita a hacerlas desaparecer de los espacios de vida común, sino que tiene un componente de retrospectiva y, además, es una actitud que viene de años atrás. Hace unos días, una de las publicaciones del escritor Arturo Pérez-Reverte en su cuenta oficial de Twitter se convertía en tendencia al mostrar una fotografía del cuadro El general Prim en la guerra de África (Francisco Sanz y Cabot, 1865) y las utilizaciones de ella que habían realizado el Ayuntamiento de Reus y la editorial "al servicio de la cultura catalana" Ara Llibres. Tanto el consistorio como la cooperativa habían utilizado un recorte de la obra como ilustración y, en ambos casos, habían dejado fuera la bandera española que ondea junto al general Prim.
En 2014 --mismo año en el que en Reus publicó el folleto con el cuadro de Sanz y Cabot sin rojigualda-- ocurrió un suceso parecido. El centro cultural Blanquerna de Madrid --sede de la Generalitat en la ciudad-- acogió una exposición sobre 1714: memoria gráfica de una guerra en el que se mostraban 80 grabados sobre la Guerra de Secesión en Cataluña. Uno de ellos fue reproducido a color (el original es en blanco y negro) con las banderas de los barcos que asedian Barcelona pintadas de rojo y amarillo. Sin embargo, el grabado fue realizado por el francés Pierre Aveline en 1692, por lo que es imposible que fuera de dicho suceso bélico y, sobre todo, las banderas no podían ser españolas por una sencilla razón: esta combinación de colores se eligió como estandarte español en 1785.
Nada de Borbones
Dos años antes, en 2012, la Generalitat ya se deshizo de la presencia de simbología española en sus edificios institucionales. Fue entonces cuando el Parlament aprobó la ocultación del escudo de Felipe V, que se encontraba en la zona alta de su fachada principal, con el emblema catalán. Este gesto fue defendido por Núria de Gispert, presidenta de la Cámara en aquel entonces, como una revisión de la misma medida tomada por Francesc Macià, proclamador de la República catalana en 1931.
Las figuras reales siguen sin ser bienvenidas por los independentistas. Numerosas son las ocasiones en las que Felipe VI ha sido recibido en Cataluña con boicots, manifestaciones e incluso quema de fotos. Unos hechos que tienen también su reflejo (en menor escala) en las instituciones controladas por los políticos secesionistas. Por ejemplo, Artur Mas juró su cargo como presidente --también en 2012-- con la foto del entonces monarca, Don Juan Carlos, tapada por un telón negro; El Ayuntamiento de Torredembarra recibió una sentencia condenatoria que le obligaba a aumentar el tamaño de la instantánea del monarca en su sala plenaria, ya que era de tamaño carné; y El Ayuntamiento de Berga retiró el retrato del rey de su sala de plenos tras aprobarse una moción que argumentaba que "la Monarquía va en contra de los principios democráticos".
Los Gobiernos lo permiten
Desde el punto de vista de Uceda, todas estas expresiones en contra de la simbología española han sido posibles porque los diferentes Ejecutivos han sido laxos con el independentismo. "Los Gobiernos durante la Transición cedieron espacios que pertenecían al Estado", asegura. "Han hecho la vista gorda en estos procesos de construcción nacional que, además, se han permitido con dinero público".
El experto en historia asegura que existen mecanismos y leyes para imponer el respeto a los símbolos nacionales, pero especifica que "no hay voluntad política" para ponerlas en marcha. Y ello se debe a los intereses a corto plazo de los diversos partidos políticos a nivel estatal. "Como pueden necesitarlos [a los partidos independentistas] para según qué a la hora de gobernar España, prefieren seguir cediendo espacio. Lo que para los Gobiernos españoles han sido siempre minucias, para el independentismo eran un paso más hacia la independencia".